El PP moderado, nervioso por la estrategia de Casado y la agenda marcada por Abascal
El veto parental evidencia las diferencias de una parte del partido con una dirección que vuelve a virar hacia la derecha.
El veto parental ha puesto otra vez a Vox por delante del PP en el espacio mediático y de debate político. Y Pablo Casado entró de lleno. Pero no para refutar o rebajar la polémica. Al contrario, para reivindicar la idea. “Los hijos son de los padres”, dixit. La agenda la marca la ultra derecha.
Esta estrategia ha provocado mucha preocupación entre algunos barones del partido y dirigentes del sector moderado, según varias fuentes populares consultadas por El HuffPost. Una sensación se ha extendido entre muchos cuadros de que es puro seguidismo de la ultra drecha y no se consigue imprimir un perfil propio. Y como reconocen algunos: no es lo mismo hablar como líder de la oposición que como presidentes o consejeros de las autonomías, de las que depende directamente la Educación.
Muchos se enfadan al ver que los telediarios, webs y periódicos abren con la última ocurrencia de Santiago Abascal. Es un síntoma más del desconcierto que se vive dentro del Partido Popular sobre la estrategia en Génova 13. Tras el batacazo de abril se anunció una nueva etapa de moderación y de reivindicar el centro. Casado se dejó barba, huyó en noviembre de los debates ideológicos y hasta cambió de ‘número dos’ en la papeleta: Ana Pastor desbancó a Adolfo Suárez Illana. El resultado fue conseguir 22 diputados más y más de cuatro puntos más porcentuales respecto a seis meses antes.
El camino parecía transitar por esa vuelta al centro, por esa venta de gestión, por ser un partido de Estado. Pero también el Partido Popular se encontró con un Vox al alza, subiendo a la tercera posición y con hasta 52 escaños en la Carrera de San Jerónimo. Y vuelta a abril en el discurso: un Casado lleno de insultos elevó la tensión en la sesión de investidura y ha mantenido a Cayetana Álvarez de Toledo, representante de línea dura, al frente de la Portavocía del Congreso.
El veto parental ha servido para despertar los temores de dirigentes y chocar con Génova. Hasta Isabel Díaz Ayuso, símbolo del PP casadiano, ha rebajado las palabras de su jefe sobre este asunto y ha llegado a calificar esta medida de “innecesaria”. Un debate “estéril” e “inexistente”, ahondó la presidenta de la Comunidad de Madrid: “Los problemas de la educación no están en eso”.
En la misma línea, y alejándose de su presidente, el presidente Alberto Núñez Feijóo también ha pedido “sosiego” estos días sobre este tema. En concreto, en su estilo, ha dado esta respuesta: “Politizar la educación y desviar los asuntos importantes hacia discusiones que requieren de sosiego no voy a compartirlas ni me voy a introducir en ellas”.
Desde la llegada de Casado al despacho principal del PP al ganar las primarias a Soraya Sáenz de Santamaría, Feijóo se ha convertido en el representante del ala más moderada, de ese PP transversal que aspira a revalidar su mayoría absoluta en las autonómicas de este año. Está convencido de que ocupar ese espacio de centro derecha, sin entrar en una competición de máximos con Vox, es lo que le puede llevar a conservar la Xunta.
Un debate de espacio electoral que ya se dio principalmente de manera soterrada, y que escocía en Génova 13 cada vez que alguien alzaba la voz, sobre la investidura de Pedro Sánchez. Dirigentes del partido eran propicios a permitir una especie de abstención patriótica y luego vender que gracias al PP el Gobierno no había salido con los votos de independentistas. Feijóo, Ayuso o Esperanza Aguirre dejaron entrever esa opción, pero Casado siempre la rechazó.
El argumento que siempre ha deslizado tanto en público como en privado el líder del Partido Popular es que facilitar la investidura o hacer un Gobierno de gran coalición con el PSOE suponía de facto dejar a Vox y a Unidas Podemos como la alternativa ante las siguientes elecciones. Y, además, en la dirección del Partido Popular consideraban que al día siguiente de que eso pasara miles de afiliados azules se pasarían automáticamente a Vox.
En el PP también son conscientes de que estos episodios como el del veto parental se van a ir repitiendo constantemente. Ahora el huracán se ha desatado por los presupuestos en la Región de Murcia -al ser una exigencia de Vox a PP y Cs-, pero volverán a sacudir los verdes cuando toquen otras votaciones en comunidades en los que son clave para ganar: Madrid y Andalucía, por ejemplo.
Hay mucha expectación en el partido por ver el tipo de oposición que hará Casado una vez eche a andar a pleno pulmón el Parlamento y arranquen las sesiones de control. El próximo 3 de febrero se abrirá la Puerta de los Leones para que los reyes presidenta la sesión solemne de la Cortes. Entonces comenzará el juego de verdad y Casado tendrá que buscar su perfil a la vez que Santiago Abascal estará muy presente como tercera fuerza preguntando a Pedro Sánchez.
Lo que sí reconocen todos en el Partido Popular es que el papel de Casado no es nada fácil. Por un lado, los que ven seguidismo de Vox, saben también que ese agujero no está tapado y desconocen hasta dónde puede llegar la extrema derecha y qué sangría de votos les puede hacer. Sólo hay que mirar a la vecina Francia. Y los que apoyan esa línea dura también reconocen que se está dejando un amplísimo hueco en el centro del electorado, en el que se suele situar en las encuestas a buena parte de los españoles. Todo ello dominado por una batalla ideológica difícil de librar para el Partido Popular frente al discurso de ‘esencias’ que hace la ultra derecha.
Casado se ha volcado últimamente en temas como Cataluña -la inhabilitación de Quim Torra- y Venezuela -con la visita de Juan Guaidó-, lo que opaca ese relato de gestión económica que había tenido durante el periodo electoral y que muchos dentro del partido creen que llega más a la gente a pie de calle.
Y, además, sectores del Partido Popular creen que estas polémicas de Vox serán utilizadas también por el actual Gobierno para que se creen tensos debates y alinear a la derecha con la ultraderecha. Es decir, que les hagan coloquialmente un sándwich. Lo decía en voz alta estos días Alfonso Alonso, líder del PP vasco que se enfrenta a elecciones autonómicas este mismo año. “Nos quieren meter en debates trufados mediante engaño”, aseveraba, a la par que reflexionaba que PSOE y Unidas Podemos aprovechan el asunto para “alimentar el conflicto y la división”.
Esa imagen de derechización vuelve también con otros factores como la salida de la política de Borja Sémper. En la dirección siempre dicen que es una cuestión personal, pero da la imagen de que se marcha cansado de la estrategia actual y de que no existe cabida para ese sector moderado que en su día apoyó en las primarias a Sáenz de Santamaría.
Ese PP al que no le gusta ver a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz en el Congreso, con línea dura al estilo Vox. Alto y claro lo decía esta misma semana el concejal del PP en el Ayuntamiento de Barcelona Josep Bou: “La elección de Álvarez de Toledo como candidata fue un error”. “Los catalanes queremos gente de casa”, sentenciaba. A su juicio, el PP “tiene que tener gente aquí, que sea catalana, que tenga apellidos catalanes y que hable catalán”. Y remataba: “En las comarcas se preguntan: ¿no tenemos gente de casa para que vengan de fuera”.
Se lo han dicho hasta desde dentro. ¿Hará caso Casado? ¿Seguirá con su estrategia? La sombra de Vox es muy alargada...