Vox no fue la caña de España: frustración y bajonazo entre líderes y militantes
Así se ha vivido la noche electoral en el 'cuartel' general de Vox.
“La culpa de esta noche la tiene Rajoy por no haber metido los tanques en Cataluña”, “Han ganado los malos”, “Estoy muy nervioso, me voy a casa”, “Mi padre era capitán general después de la época de Franco y sabía lo que tenía que hacer”...
Y más: “El resultado, fatal”, “Qué asco de país”, “Yo soy español, español...”, “Está jodida la cosa en España”, “Mi prima ha votado al PSOE, me cago en todo”, “Esto se acabó, no llegamos, no llegamos”, “Okupas los de Ferraz, de esos ninguno tiene carrera”, “Tengo ganas de llorar, pero voy a intentar que no”, “Al final va a ser verdad lo del voto útil”...
Miradas largas, militantes cabizbajos, banderas sin apenas ondear, una plaza pequeña en la zona más pija de Madrid sin llenarse… Este es el resumen de la noche electoral de Vox. La ultraderecha ha llegado a España, pero no con la fuerza y el miedo que ha reinado en estos desquiciantes días sin encuestas. 24 escaños y casi 2,5 millones de votos.
Los de Santiago Abascal avisaban a primera hora de la tarde: esperaban una afluencia masiva en la plaza Margaret Thatcher. La cúpula, con su líder a la cabeza, se reunía a las espaldas en el lujoso Hotel Meliá Fénix, al inicio del Paseo de la Castellana. Presumen de no tener el dinero de otros partidos, pero directos a un 5 estrellas.
Aunque la noche ha sido de frustración, decepción. Acostumbrados al éxtasis de Vistalegre, Las Rozas y Leganés, este 28-A no ha llegado ni a un “Cañas por España”. Abascal no ha salvado a España, y ellos lo esperaban. Y un dato: la mayoría de los concentrados en esta noche electoral eran jóvenes, llenos de banderas (de pulseras a cinturones) y con alguna fiesta a sus espaldas en el Teatro Barceló.
Colón no ha sido Colón. Y la cercana estatua de Blas de Lezo no ha servido de talismán. No ha habido ultra fiesta. Y se lo han olido ya los líderes de Vox cuando iban a radiarse las encuestas. Alguna filtración tendrían. La ‘multipantalla’ en la plaza, que emitía cuatro canales a la vez, misteriosamente se ha apagado minutos antes de que se anunciara el sondeo de GAD3. Y dominaba el logo de Vox con fondo blanco. Durante unos minutos, los militantes vivían en su mundo, pero de repente han empezado a consultar sus móviles. Caras largas, el público sentándose a la sombra… El sueño extremo se desvanecía.
No parecía el Vox de los mítines. Incluso para que no se fuera la gente, que aguantaba a pesar de la decepción, han tenido que sacar sobre las diez a Javier Ortega Smith y Rocío Monasterio. Para hablar de “día histórico”, luchar contra la izquierda y criticar la “derechita cobarde”. “Javi, Javi, Javi”, gritaban algunos. En cuanto ha salido, otra vez silencio. Debajo del escenario, un joven envuelto en la bandera de España se confesaba: “Tengo ganas de llorar, voy a intentar que no, voy a disimular”, decía.
Por lo menos había algunos más que una calle más allá, con un PP en soledad. Una militante de Vox, que había apoyado al PP durante treinta años, hacía su análisis: La culpa de Rajoy por no meter los tanques. “El PP no hizo lo que tenía que hacer”, “no comprendo que España vote así”. De fondo, algún grito de “Viva España”.
Y pasadas las once de la noche llega el líder supremo. Camisa un poco desabrochada, enseñando pecho, con cadena de oro, ojos humedecidos… Los suyos le gritan “presidente, presidente”. “Eso tendrá que esperar”, dice. El discurso de siempre y los mayores aplausos: cuando ha nombrado la Semana Santa y la tauromaquia. También cuando citaba que no permitirá un referéndum ilegal. De guardia pretoriana: Rocío Monasterio, Javier Ortega Smith e Iván Espinosa de los Monteros. Ellos son los que mandan.
Pero apenas las consignas se coreaban unos segundos. Sonaba el himno de España a todo trapo. Eso animaba un poco a los decepcionados. Serpentinas rojigualdas. Y luego pasodoble, Manolo Escobar con toques techno. ¡Que vivaaaaa España! La plaza se vacía en cinco minutos. Los más jóvenes se van haciendo una conga al ritmo de ‘Torero’ de Chayanne.
La ultraderecha se quedó sin ultrafiesta. A las once y media apenas quedaban cinco chavales haciendo botellón. Vox no era la caña de España.