La ultraderecha quema el asfalto
Decenas de coches inundan el centro de Madrid para secundar la protesta de Vox contra el Gobierno.
Decenas de coches se han citado este sábado en el centro de Madrid para seguir una caravana con el lema #GobiernoDimisión. En lo alto del autobús han viajado los principales dirigentes de Vox, liderados por Santiago Abascal. Desde las 10:30, el ruido de los claxon ha invadido de nuevo la ciudad. Recordaba a la vieja normalidad. Las banderas de España han acompañado la banda sonora de la protesta. La ultraderecha ha quemado el asfalto en un caluroso día de mayo y en pleno estado de alarma al grito de “libertad”. Ellos han circulado, quién sabe si también lo ha hecho el virus.
Los vehículos, que según los organizadores llegaban desde Atocha a Colón, se reconocían en cuanto veían la bandera en el otro. Compartían destino y se saludaban tocando el pito. “Por aquí”, decían los agentes. Coche a coche, se ha formado una larga cola que ha cortado por completo uno de los laterales del Paseo de Recoletos. En el autobús, que ha arrancado la marcha pasadas las 11:50, esperaban además de Abascal, el secretario general del partido, Javier Ortega Smith, el portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros y la secretaria general en el Congreso Macarena Olona. También la jefa del partido en Madrid, Rocío Monasterio.
Ortega Smith, aún convaleciente de las complicaciones que le ha provocado el coronavirus, tiene clara la receta para salir de esta: detectar en la sangre los estragos de la Covid19. “A mi me salió el doble de anticuerpos. Lo he pasado más o menos bien, pero el maldito bicho a quien no haga deporte se lo lleva por delante”, dice el secretario general de Vox, quien ha mostrado las marcas del virus en su cuerpo -moratones en la tripa- a Rocío Monasterio, que no le inquieta no guardar la distancia de seguridad. “Me han hecho dos PCR y yo ya no puedo contagiar”.
Mientras los dirigentes de la ultraderecha esperaban, llegaban manifestantes como Paula Vega, economista de 28 años y residente en céntrico barrio de Chamberí. Mientras colocaba una bandera de España en el techo de su Mitsubishi negro se lamentaba de que “este Gobierno haya mentido”. “Somos autónomos. Nos han dejado en la cuneta. Este país es una vergüenza. No nos tenemos que quedar aquí confinados aunque salve vidas, que eso es lo que nos han contado. Tenemos que volver a remontar la economía”.
Otro manifestante, moto humeante en mano, se reconocía como un “obrero”. “Yo no soy un señorito”, ha dicho. Contaba a un cámara de televisión, justo en la cabecera, que lleva dos meses sin apenas ingresos. “Me estoy arruinando. Y esto es una vergüenza que se tiene que acabar ya”, clamaba. Entre los coches, marcas de todo tipo, Mercedes, BMW, Ford, Range Rover. También una bicicleta de un trabajador de Glovo que se ha parado frente al autobús ataviado com la bandera para saludar a Abascal.
El centro de Madrid ha vuelto a oler a diésel. Los pájaros han volado del centro, asustados. Las personas vuelven con mascarillas y algunos con rabia contenida. La capital entra es lunes en fase 1.