Volver a confinarse
Reconozcamos que habíamos normalizado muchos comportamientos que nos hacían esclavos.
Últimamente se han asomado a las ventanas caras nuevas. Son vecinos y vecinas que jamás habíamos visto antes. Durante todas estas semanas de aplausos (no sólo para dar las gracias al personal sanitario sino para infundir fuerza a todo el barrio) habían permanecido ocultos en sus casas en riguroso silencio, absolutamente callados. Ni media sonrisa. Ni una canción. Cero mensajes de ánimo. Y ahora, de repente, han salido todos a exhibir su colección de baterías y menaje de cocina. Cacerolas, rustideras, sartenes, ollas y cazuelas. Las tienen de todos los tipos: de acero inoxidable, de aluminio forjado, de teflón. Las aporrean con toda clase de cubiertos y siguiendo cualquier son. Todo es poco con tal de plantar cara al mundo entero y hacerle llegar su mensaje: no quieren cambiar de situación y están desesperados por volver a confinarse.
Mientras que la mitad del mundo está intentado hacer equilibrios entre digerir el dolor y proponer otros caminos, hay personas que no tienen ni un minuto para llorar a los muertos ni sienten la necesidad de construir algo nuevo. Tienen prisa por volver a lo de antes, que no dejaba de ser otro tipo de confinamiento. Están deseando salir de sus casas para confinarse en su oficina a trabajar 12 horas seguidas frente a otra pantalla distinta. Quieren volver a confinarse en sus viajes de negocios y dormir en hoteles que les impidan ver a sus familias. Están ansiosos por seguir confinados en la rueda consumista: acumular más y más objetos inservibles que sigan engordando al sistema capitalista. Sueñan con regresar a las dietas y al gimnasio y confinar su cuerpo a la talla, a la tableta y al moreno de cabina. Desean volver a confinar a las ciudades y las playas a la masificación turística. Están desesperados por seguir confinando al planeta a la contaminación sin control, a la desaparición de especies animales y a la desaparición de ríos y de mares. Quieren volver al confinamiento de no tener tiempo y de ir con prisa a todas partes. Pretenden volver a confinarse a no parar y así no tener que pensar.
“Confinar” significa encerrar algo dentro de unos límites. Antes del confinamiento en nuestras casas, motivado por la crisis sanitaria, ya veníamos practicando otras formas de autoencierro. Vivir en un sistema que se basa en la explotación de las personas, de los animales y del medio ambiente era algo tan habitual que hasta lo llamábamos “libertad.” Si los nacidos ahora no conocieran otra forma de vida tampoco pensarían que esta situación es injusta, sino que se acostumbrarían. Reconozcamos que habíamos normalizado muchos comportamientos que nos hacían esclavos. Al menos ahora disponemos de un tiempo para recapacitar y liberarnos, pero no sólo de no poder salir a pasear ni seguir con la actividad empresarial, sino de todo aquello que nos constreñía como seres humanos y como sociedad.
Yo no tengo ninguna prisa por volver a lo de antes, preferiría encontrar una fórmula para no cometer los errores del pasado y ampliar de verdad nuestras posibilidades. Mientras tanto, los que quieran que le sigan dando fuerte a la espumadera reclamando libertad para volver a confinarse.