Vivir sin agua potable: así es el día a día de 8.500 vecinos en Toro
“No te queda otro remedio que acostumbrarte, aunque no deja de ser un incordio”
Se cumplen tres semanas desde que el agua de la red de abastecimiento de Toro dejara de ser potable y los 8.500 toresanos se han acostumbrado “a la fuerza” a una situación que les ha aguado las fiestas navideñas y les ha hecho plantearse preguntas como quién lleva el agua a gente impedida o si las mascotas pueden beberla.
Mientras pasan las semanas y se diluye la esperanza de que remita la contaminación por arsénico detectada el pasado 21 de diciembre, los vecinos de Toro han asumido como parte de su vida cotidiana el ir a llenar garrafas de agua a alguna de las tres potabilizadoras portátiles instaladas o hacer acopio en los supermercados.
“No te queda otro remedio que acostumbrarte, aunque no deja de ser un incordio”, asegura Segundo Domínguez mientras rellena una botella. Este vecino lamenta que las potabilizadoras portátiles no dispongan de un botón de parada y echen obligatoriamente cinco litros por descarga, lo que hace que a veces se derroche un bien preciado en Toro como el agua potable.
Otros toresanos con espíritu altruista no sólo sufren en su día a día el no poder utilizar el agua de grifo para beber ni para cocinar sino que además ese problema les ha dado un trabajo extra como voluntarios.
Desde el primer momento, la agrupación local de Protección Civil de Toro ha asumido la tarea de llevar el agua embotellada a las personas mayores con problemas de movilidad o discapacitadas que viven solas.
El jefe de la agrupación, Joseba Revidiego, explica que una decena de voluntarios se encarga del reparto y diariamente realizan una ruta por los domicilios que lo requieren, unos trescientos a los que ya han llevado 6.500 litros de agua.
Han tenido que echar mano de una aplicación para dispositivos móviles para organizar el reparto, poder diseñar los recorridos de cada día y detectar que se cumple la norma de no repartir dos días seguidos agua al mismo domicilio.
Al principio suministraban garrafas de diez litros pero enseguida se dieron cuenta que su peso suponía una dificultad añadida para quienes recibían el suministro, por lo que ahora entregan el agua en botellas de litro y medio que les facilita el Ayuntamiento.
Los voluntarios de Protección Civil llaman cada jornada a una treintena de casas a las que, además de quitar la sed ofrecen alimento contra la soledad.
Revidiego comenta que les está ocurriendo lo que con la pandemia cuando llevaban medicinas a domicilio, ya que “hay personas que necesitan hablar, necesitan cariño, afecto y el voluntario de Protección Civil se lo da, al fin y al cabo, nos convertimos casi en sus nietos”.
En otros casos también han tenido que resolver dudas e incluso informar de que el agua del grifo ya no era potable, como les ha ocurrido en uno de los cuatro conventos a los que suministran botellas, donde las hermanas se sorprendieron cuando les llegó la primera remesa porque no se habían enterado del problema de contaminación por arsénico.
Quienes conocen muy bien la situación son los reponedores de los supermercados, que prestan especial atención al pasillo del agua embotellada. “Al principio llegaron hasta dos camiones solo de agua, con 54 palés”, detallan responsables del supermercado Familia de Toro, donde dos de las encargadas, Sabina y Estela, subrayan que sobre todo se ha notado un cambio de formato, con tendencia a llevar garrafas más grandes de agua.
Aunque ha sido desde el inicio de las vacaciones navideñas cuando más han subido las ventas, ya comenzaron a repuntar tras el Puente de la Inmaculada, cuando Toro sufrió un primer aviso con tres días en los que el agua fue no potable, preludio de lo que se avecinaba a partir del 21 de diciembre.
Mientras se trabaja contrarreloj para tener listo el proyecto de una nueva depuradora que ponga la solución definitiva al problema, en la ciudad continúan sin resolverse algunas dudas, como la de si las mascotas pueden o no beber agua del grifo.
“Yo a los pájaros les pongo agua mineral, aunque me lleve tres veces más tiempo”, reconoce el propietario de una clínica veterinaria de Toro, José Luis Rodríguez Castro.
Una de las clientas asiente y comenta que a su perro no le va a dar agua que no pueda beber ella, pero a José Luis, más indignación que lo que pueda ocurrirles a las mascotas, le causa el hecho de que pese a esta situación tengan que seguir pagando el recibo del agua...no potable.