Viva la televisión
La tele importa, lo que sale en pantalla influye si es con buena intención.
Pegados a la pantalla, a las pantallas, a la ficción, al entretenimiento, a los catálogos interminables de las plataformas, a los informativos non stop, a las galas sin público, a los lates sin risas, a los programas absurdos de los canales de la TDT (subastas, gordos, manías, suegras brujiles). Solos frente a la tele, frente al móvil. Mirando YouTube. O Tik tok incluso, (que me acerca mi hija, no es que yo, a mi edad, esté para estas ¿chorradas?). Acompañados por los nuestros, en todas las posturas que admite el sofá, descubriendo plataformas a las que estábamos abonados y que ya no recordábamos ni que las teníamos. Así van a ser estos días extraños, nos vamos a poner las botas mirando la tele. Consumiendo contenidos audiovisuales.
Por todo eso, arranco con esta frase de Scorsese una serie de post con los que quiero también acompañar, nada más y nada menos, y reunir frases, sentencias, historias, anécdotas, bajo el lema ′VIVA LA TELEVISIÓN’.
La Frase
“Cuando llegó la televisión, mi mundo que no se componía más que de nuestro apartamento, la iglesia, la escuela que estaba a una manzana y la tienda de caramelos de la esquina, de repente se hizo muchísimo mayor”
Martin Scorsese.
Vale, sí, ya sé lo que estáis pensando, “bien que nos echó la bronca porque se nos ocurrió ver su peli El irlandés (para Netflix, esto es, para LA TELEVISIÓN) como si fuera una serie”. Pero si no le vais a perdonar a Scorsese una frase tonta, con todo lo que os ha dado, no mereceis seguir leyendo este post.
Para todos los demás, vamos por partes. Aquí van historias cortas y hermosas, fragmentos vitales, relacionados con #latelequesí. Una loa a la tele, a los que la escriben, a todos los que ha hacen posible. A mí, que trabajé en programas de mierda y la dejé por hartazgo y que me dedico a su análisis desde entonces, me gusta de veras la televisión como concepto. Importa, tiene influencias buenas y malas, también está cargada de cosas espantosas, inercias perversas, tensiones, estercoleros. Pero aquí, hoy, estos días que llegan, solo vamos a hablar de lo bueno, como solemos hacer en La Ventana desde 2012, cuando arranqué, con Carles Francino al frente, la sección dedicada a la televisión. Pues eso. VIVA LA TELE.
Historia primera
La televisión salvará el mundo
Este fue el titular de portada de la edición española de enero de 2010 de la revista Foreing Policy. De ese artículo, me quedo con esta frase de Charles Kenny, economista del Desarrollo:
“Por extraño que parezca la tele contribuye a crear un mundo más igual para las mujeres, más saludable, mejor gobernado, más unido frente a las tragedias mundiales y más aficionado a votar en las versiones locales de Operación Triunfo que a disparar contra la gente”.
El artículo recoge también un estudio que el Banco Mundial había llevado a cabo entre jóvenes de las favelas de Fortaleza (Brasil). Una de las conclusiones (si nos vamos a poner quisquillosos con todo, no sigo) fue que los chavales que veían la tele fuera de la escuela tenían menos posibilidades de consumir drogas. Y que “el poder de la tele para reducir el consumo de drogas entre la juventud es dos veces mayor que tener una madre relativamente bien educada”. Así que, queridas, a relajarse un poquito y a hacernos un maratón de Élite con nuestros fabulosos adolescentes.
Y ahora la segunda bocanada. En el libro, que recomiendo de corazón, La mitad del cielo, escrito en 2011 por los periodistas Nicholas D. Kristof y Sheryl WuDunn, y dedicado a explicar que la mujer, que sostiene la mitad del cielo, está en la solución de buena parte de los problemas, está maravillosamente bien contada esta otra historia televisiva que resumo.
Otra economista del Desarrollo (dato: me ha pasado un rato largo buscando en mis estanterías el ejemplar, pero no lo encuentro, así que no puedo decir cómo se llamaba exactamente. Si alguien lo sabe, que me lo diga), examinó el impacto que había tenido la red de televisión Rede Globo y cómo había sido su expansión por Brasil.
Globo es una cadena conocida por sus telenovelas (que nosotros solemos despreciar, por supuesto), que cuentan con una gran y apasionada audiencia y cuyos personajes femeninos tienen pocos hijos. Pues resulta que cuando esta cadena se empezó a ver en las nuevas zonas rurales de Brasil, no muy desarrolladas, se comprobó que durante los años siguientes se producían menos nacimientos, sobre todo entre mujeres de estatus socioeconómico menor y mujeres de más edad. Es decir, habían decidido dejar de tener hijos (lo que era bueno para el lugar en el que vivían y para ellas mismas) al emular a los personajes de las telenovelas a los que admiraban. La tele las había ayudado, pues, a pensar de otra manera, incluso con algo tan banal como un culebrón. Tras la llegada del cable o del satélite a un pueblo, aumentaban las matriculaciones de las niñas en la enseñanza secundaria.
Hace menos de un año, en abril de 2019, la telenovela Gimnasia, que llevaba 20 años emitiéndose en Globo, arrancaba su temporada 26 con una temática bomba: el abuso sexual a niños y adolescentes en el mundo del fútbol. Dos años antes, la misma serie había planteado ese mismo asunto, el de los abusos, dentro de la familia. ¿Significa esto que en la realidad, los que llevan a cabo estos abusos que la ficción abordaba, pagaban por sus delitos, que los niños salían airosos de estas tragedias? No, evidentemente. Pero estoy segura de que todos los guionistas darían por bien invertido su tiempo y su ejercicio de imaginación, si uno solo de los chavales de las favelas o de la clase media que vio este trama, pudo encontrar su bálsamo particular.
Porque la tele importa, lo que sale en pantalla influye si es con buena intención. Y también si es con mala intención, claro, pero hoy eso no toca.
Mañana más historias buenas, venga, vamos a ponernos sentimentales.