'Versus': la lucha de las periodistas mexicanas para defender sus derechos
Pocas cosas indignan como la discriminación, en especial si genera violencia.
Pero casi ninguna es tan encabronante (como decimos por acá) que la violencia de género tañida de la estupidez de los prejuicios. Y todos debemos hacer algo para combatirla. Mi propuesta es aprender.
Pero vayamos por partes para que entiendan mi indignación.
Hace casi una década, yo era una especie de híbrido de profesor y técnico de laboratorio en el Tec de Monterrey, la más importante universidad privada de México y una de las mejores rankeadas de Latinoamérica, al punto de codearse en algunos campos con la sacrosanta UNAM.
En mi paso de siete años laborando ahí, pude conocer a muchos alumnos, de esos que prometen hacerte sentir orgullo por saber que los viste pasar por tu aula, estudio de TV o cabina de radio. Bien dicen que la vida como catedrático es una de las mejores formas de aprender, puesto que los chicos que son tus alumnos te obligan a estar actualizado en muchos aspectos, principalmente te enseñan a conocer a las personas, a las que son y potencialmente serán ellos mismos.
Además, te obligan a cuestionar tus propias estructuras de valores, esas que no te das cuenta que te sujetan del cogote casi todo el tiempo hasta que alguien te las señala. Estructuras como el machismo.
Y es que, casi todos los mexicanos de mi generación fuimos criados en el machismo "benevolente" de proteger a las "niñas", y apoyarlas para que no se frustrarán en un futuro cerrándoles el paso a zonas de trabajo que no eran "naturales" para ellas. Por fortuna no soy tan malo para aprender y pude entender muchas cosas a lo largo de los años.
Tuve la suerte de tener como compañeras de trabajo a gente tan inteligente y sabia como Paola Ricaurte,María Elena Meneses, Toneta Collazo o Miguel Nájera, los cuales me enseñaron, como si fuera yo un Thundercat, a ver más allá de la evidente superficie de cada alumno.
Pero todavía más afortunado fui al tener como alumnas a mujeres excepcionales, que me enseñaron a ver que esa forma de pensar tan mexicana era una tremenda estupidez. Marion Reimers, Kiren Miret, mi ahijada Priscila D son sólo algunos nombres que, a vuelapluma, se me vienen a la mente. La mayor parte de esas lecciones me las dieron sin darse cuenta pero fueron bien aprendidas.
Una de las más interesantes me la enseño la Reimers, como es mundialmente conocida desde entonces. Antes de que nos diéramos cuenta, y sin haberse graduado de la carrera aún, ya estaba metida en la Cadena Fox Sports de México, realizando periodismo deportivo y narración de partidos de varios deportes.
En mi bendita ignorancia, un día le pregunté si seguiría en ese giro, pensando que seguro no era lo que ella quería, pues los deportes son de hombres, y me respondió con toda naturalidad que sí. Su desempeño en esa carrera desde entonces, entre otras experiencias, me ayudó a aprender que los hombres podemos ser tan estúpidos que no entendemos que una mujer es buena en lo que hace, cuando lo hace bien, y no se gana su puesto de trabajo porque solo esté buena físicamente.
Los caminos de la Reimers y de un servidor se han separado desde hace años, pero me sigue enseñando lecciones de vida.
Hace unos días volví a saber de ella, de una forma que me produjo emociones encontradas. Y es que ella y un grupo de compañeras del periodismo deportivos de medios mexicanos lanzaron la ONG Versus, con la cual buscaban combatir el acoso y misoginia en contra de las periodistas de deportes a través de redes sociales, principalmente.
Lo hicieron para visibilizar que, a pesar de ser mujeres profesionistas, exitosas e inteligentes, son víctimas de acoso, agresiones y amenazas contra su vida e integridad física, por el simple hecho de ser mujeres que se dedican al periodismo deportivo.
Insultos y agresiones, frases lascivas y descalificaciones por parte de neandertales que no entienden que las mujeres son tan buenas, o mejores comentaristas deportivas que cualquier miembro del género masculino.
Yo no puedo menos que aplaudir y apoyar a Versus. En un país donde los feminicidios son cosa de todos los días, la violencia en espacios públicos es una pandemia y las mujeres aún son tratadas como propiedad, su movimiento es una necesidad absoluta para nuestro desarrollo y búsqueda de la paz.
Y de manera personal, quiero agradecerle a Marion, por seguir enseñándome que la indiferencia es la mejor arma contra el prejuicio y la violencia. Por ayudarme a entender lo justo de la lucha contra la violencia de género, y que todos debemos emprender que la indignación se debe transformar en acción.