Vasijas sin derechos
Ni el espejismo de una libertad que no es tal, ni la amabilidad de los discursos, ni maquillar con altruismo la fea cara de un negocio nos debe confundir. Estar a favor de los vientres de alquiler es defender la mercantilización de los cuerpos de mujeres que, en su gran mayoría, están mediatizadas por factores económicos. No hay casualidad alguna en que el debate sobre la llamada maternidad subrogada se haya reavivado justo en una etapa de crisis económica que ha afectado con especial virulencia a las mujeres. La política de recortes en sanidad, educación o cuidados se ha cebado en mayor medida con un empleo femenino ya lastrado por los agravios salariales y las condiciones más precarias respecto a los hombres. Un terreno abonado para quienes, por mucho que lo intenten edulcorar, anteponen los negocios propios a los derechos ajenos. En este contexto, el pasado 17 de abril quedó constituida la Red Estatal contra el Alquiler de Vientres bajo el lema "Contra el mercado de cuerpos de mujeres para la explotación reproductiva". No cabe el eufemismo cuando se trata de una práctica más de control sexual para las mujeres.
Un mercado de cuerpos tan regulado como tasado en precios según el país en el que vayas a comprar el producto. Entre los 45.000 euros de Tailandia, los 50.000 de Ucrania o los más de 120.000 que puede costar en Estados Unidos. Asociaciones, agencias o bufetes especializados conforman una red visible que pretenden dotar de naturalidad transacciones comerciales con seres humanos. Bebés a la carta ofrecidos sin reparo alguno. Ante esta situación, y así ha quedado recogido en la ponencia marco de cara al próximo Congreso del PSOE, se hace necesario renovar el compromiso con los derechos de las mujeres. Los pasos atrás, solo para coger de nuevo impulso.
En consecuencia, ninguna práctica que los socave contará con la complicidad del partido socialista. Además, no solo se socavan derechos. Al tiempo se apuntala que la pobreza tiene género femenino más allá del artículo que la precede. Su feminización está sin duda en el origen de la práctica totalidad de desigualdades que sufren las mujeres. Luchar contra ella es también oponerse frontalmente a esta mal llamada "técnica de reproducción humana asistida". Como bien se dice en el manifiesto de la asociación No somos vasijas, una de las integrantes de la nueva red estatal, "las mujeres no son máquinas reproductoras que fabrican hijos en interés de los criadores".
Una vez más, siempre demasiadas, la gestante, la mujer, se diría fuera de encuadre, como si con ella no fuera la cosa. Se habla muy a menudo de la gestación subrogada a modo de técnica como si el embarazo y el periodo biológico que conlleva fuera una nimiedad. Vasijas en vez de seres humanos. La apelación al derecho a ser padres y madres no se sostiene ni como reclamo publicitario para aumentar el negocio. Primero, no existe un derecho como tal, y, segundo, no tendría cabida si colisiona con los derechos de los demás (en este caso, las demás). Cabe recordar que, en los procesos de adopción, es el menor el que tiene derecho a recibir la mejor protección que, en nuestra sociedad, es la familia.
Aquello que se quiere retratar como un derecho al que solo accedes a cambio de una considerable suma de dinero se llama privilegio. Ningún testimonio de la obvia felicidad que transmiten los agraciados con el bebé podrá cambiar esa realidad. Y la realidad es que los seres humanos no se compran ni antes ni después de nacer.