Vanesa Lorenzo: "Fuera de casa como fritanga o pizza sin remordimientos"
La modelo ha convertido la calma y el respeto en la mejor herramienta para educar a sus dos hijas.
“Espera, espera un momentito, por favor”. Vanesa Lorenzo (Barcelona, 1977) interrumpe la entrevista por una razón de peso. Le ha saltado la alarma en el móvil recordándole que las niñas salen antes del cole y que hay que ir a recogerlas. Tiene que avisar “a su chico” para que vaya a por ellas.
Su chico no es otro que el mítico futbolista del Barça, Carles Puyol, con el que la modelo —una de las más cotizadas de España durante muchos años— ha formado una familia que le ha cambiado la vida por completo. “No tenemos fecha ni nada para la boda porque ya estamos muy casados con las niñas. Compartir un hijo es el lazo más fuerte que puedes tener con alguien”.
Esas niñas, Manuela y María —de 4 y 2 años—, son precisamente la inspiración y las protagonistas del último libro de Vanesa Lorenzo: Crecer juntos: yoga y disciplina positiva para afrontar los retos de la educación (Editorial Planeta).
Son inspiración porque su educación le empuja e escribirlo, y son protagonistas porque muchas de las fotos que lo ilustran son de ellas. “Estoy encantada con el libro porque, además, Planeta me ha dejado llevar la parte creativa: las fotografías, las ilustraciones, los colores, el diseño... Me gusta que la lectura también inspire a nivel visual”, cuenta orgullosa. “Vengo del mundo de la moda y me encanta la parte estética de todo. Aunque Carles me decía: ’¿También en eso te tienes que meter?”, confiesa entre risas.
No es la primera incursión de la modelo en el mundo editorial. En 2016 publicó Yoga, un estilo de vida, con el que hacía a los lectores partícipes de la importancia de esta disciplina en su día a día y que, como no podía ser de otra manera, también ha decidido integrar en la educación de sus hijas.
“Me acerqué a esta disciplina de una forma muy superficial. Porque me decían que iba súperbien y yo veía que podía adquirir una postura fantástica y mis músculos se iban a hacer largos”.
Ya lleva más de 20 años practicándolo. “Lo recomiendo muchísimo... Según ha pasado el tiempo, me he dado cuenta de que los beneficios van más allá de lo físico, son más mentales. Aprendes a gestionar tus emociones, a calmar tu mente y a relacionarte con tu cuerpo desde un aspecto más emocional. Te respetas mucho más y te agredes menos”, explica.
Vanesa confiesa que tuvo una época superadicta en la que estaba obsesionada con hacer las posturas más increíbles. “Ahora, soy mucho más amable conmigo misma. Si estoy cinco días sin practicar, no pasa nada, es que el cuerpo me lo ha pedido así”.
Cuando fue madre, la modelo tuvo claro su deseo de que sus hijas entraran en contacto con el yoga lo más pronto posible. Las niñas acuden una vez por semana a clase y en casa se ha introducido como un juego. “Utilizo el yoga en los momentos de desmadre. Ellas saben que si estoy nerviosa me tengo que ir a respirar un rato porque puedo perder las formas. Y la mayor ya ha empezado a imitarme… a su manera. Al menos empieza a entender que la respiración puede ser una herramienta para tranquilizarse”.
Junto al yoga, Vanesa ha hecho de la disciplina positiva otro de los pilares de la educación de sus hijas, Manuela y María. Conexión, aliento y respeto son las ideas en las que se sustenta este modelo educativo. “Tu hijo debe ser tratado con la misma dignidad que cualquier otro ser humano. No debes hablar a tu hijo como no le hablarías nunca a un adulto, ¿por qué te permites perderle el respeto? Eso no te da más autoridad y vas a entrar en una lucha de poder”, resume.
“Cuando mi pequeña tenía casi dos y la mayor casi cuatro, la cosa empezó a desmadrarse: había celos, conflictos entre las dos... Hasta ese momento, más o menos lo llevaba bien pero, de repente, no sabía cómo hacerlo y no sabía gestionar determinadas cosas. Los patrones aprendidos ya no me solucionaban casi nada. Empecé a leer sobre psicología infantil y educación”. Fue entonces cuando apareció la disciplina positiva.
“Fui con mi pareja un fin de semana a unos talleres. Estuvo bien compartir esa experiencia con él porque cada uno sacó sus propias conclusiones, desde su experiencia. Pero esto es un trabajo del día a día porque nosotros seguimos aprendiendo y lo trabajamos juntos. También entre nosotros estamos aprendiendo a cómo decirnos las cosas el uno al otro y a comportarnos de acuerdo a esas ideas”.
En ese universo familiar Vanesa también quiere afianzar en las niñas el papel destacado de la alimentación en sus vidas. “Quiero que entiendan que la comida es muy muy muy importante, a nivel nutricional, pero quitándole toda la importancia delante de ellas. Sin extremos, yo no soy de extremos. La comida tampoco puede ser una guerra”.
Confiesa la modelo que es muy metódica con el tema de los menús y en cómo cocinar los alimentos. “No sé cocinar, en eso soy un poco aburrida: cocino al vapor o al horno, tomamos muchas verduras y legumbres, no les meto nada de carne y la proteína animal, sólo una vez al día”. Asegura además que nunca ha elaborado un menú infantil para sus hijas. “Tú les enseñas que tiene que gustarles el rebozado porque se lo das. Mis hijas han crecido tomando ese mismo pescado al horno”, declara rotunda.
Ahora bien, Vanesa también se permite abandonar esa disciplina. “Cuando salgo me como todo lo que me viene bien y lo que me apetece. En casa mantengo esa línea pero fuera me como una fritanga, una pizza, una hamburguesa con toda su guarrería... Y no tengo ningún remordimiento porque lo hago de vez en cuando”, aclara.
Además de la familia, el trabajo, los amigos y sus pasiones completan la idílica fotografía que parece ser la vida de Vanesa Lorenzo. “No me puedo quejar. Estoy en un momento tranquilo. No sé si es la maternidad o el yoga pero ya no me tomo los problemas como antes, cuando me embargaban las emociones negativas durante mucho más tiempo. Al final, tengo trabajo y me gusta, todos tenemos salud, las necesidades están cubiertas… ¿qué más quiero en la vida? Sería un insulto que me quejara. Aunque tengo problemas, como todo el mundo”.
Aunque ha decidido desarrollar otras facetas profesionales —como la de escritora y diseñadora—, Vanesa sigue siendo una de las modelos más conocidas de España a la que cumplir años no le ha pasado factura. “El paso del tiempo lo llevo por días. Hay días que pienso que psicológicamente estoy mucho mejor que cuando tenia 20 o 30 y me vengo arriba. Pero hay días en los que veo que físicamente no tengo la fuerza que tenía antes, que yo era mucho más deportista, que ya no tengo la misma cara… Esto lo hablo con amigas y nos reímos mucho porque ahora pensamos en lo bien que estábamos cuando teníamos 30 y con 50 pensaremos, ¡ay, con lo bien que estábamos a los 40!”.