Vallecas, la 'Pequeña Rusia' de Madrid contada a quien no es de Vallecas
Vallecas es un distrito obrero y de izquierdas desde hace décadas y tiene una identidad muy marcada.
Algunos dicen que “si Madrid es un gato, Vallekas son las garras”. Vallecas con “k”, porque así lo escriben los vecinos de esta zona de la capital para representar de manera gráfica su espíritu disidente. Y es que Vallecas es conocida por su condición obrera, de clase y combativa, siendo la cuna de movimientos sociales y asociaciones de vecinos y dando refugio a miles de migrantes desde los años 60 hasta hoy.
Compuesto por Puente de Vallecas (con más de 230.000 habitantes) y Villa de Vallecas (107.000 habitantes censados), este territorio lleva décadas sobreviviendo a la precariedad, los disturbios, las consecuencias de la droga, la violencia policial y la estigmatización. Pero sus vecinos también se han encargado de que Vallecas sea mucho más que eso: literatura, cultura, deporte, movimiento asociativo, apoyo vecinal… Se trata de un lugar que ha desempeñado un papel importante en la historia de Madrid.
Su nombre ha vuelto a copar portadas nacionales y artículos de prensa internacional al tratarse de una de las zonas con más incidencia de coronavirus en Europa, con más de 1.000 positivos por cada 100.000 habitantes. Un dato que los expertos explican con varios factores entre los que se encuentran la cantidad de población o la renta per cápita. Pero hace falta conocer un poco más la zona para entender el por qué de todas sus características y de una identidad tan fuerte como la que tiene Vallecas.
Antes y durante la guerra civil, el municipio ya marcó su condición obrera y de izquierdas. En las elecciones de 1931 salió elegido como alcalde del municipio el maestro y político republicano español Amós Acero, respetado por la mayor parte del barrio. En 1941 fue detenido y fusilado en las tapias del cementerio de la Almudena. Desde entonces, el barrio siempre ha votado a la izquierda.
Querían salvar la República
Cuando comenzaron los rumores sobre el levantamiento militar de 1936, muchos vecinos vallecanos empezaron a salir a la calle y dirigirse hacia las organizaciones sindicales y políticas que había en el barrio, según cuenta la Fundación Vallecas todo Cultura, premiada en varias ocasiones por sus actividades y publicaciones sobre el barrio. Se congregaban para salvar la República. Se crearon milicias para satisfacer las necesidades básicas y abastecer a los habitantes de la zona que luego derivaron en el control y la identificación de coches y viandantes, haciendo la labor policial. Algunos llamaban a Vallecas ‘La Pequeña Rusia’.
Pero los militares avanzaron y se acentuaron los bombardeos y el cerco a Madrid. Unos destrozos que impresionaron al fotógrafo Robert Capa, que eligió este municipio para realizar uno de sus reportajes en los que mostraba las consecuencias de una guerra para los civiles.
Vallecas estaba rodeada por la antigua carretera de Valencia, ciudad a la que había huido el Gobierno republicano. La vía, por tanto, se convirtió en uno de los principales objetivos de los nacionales. A partir de 1937 la situación se estabilizó y vinieron otras carencias típicas de la guerra como el hambre, la represión, las torturas y las ejecuciones. El estadio del Rayo Vallecano se convirtió en un campo de concentración de presos republicanos y los vecinos de la zona sufrieron los estragos del conflicto.
Los 60 y el auge del movimiento vecinal
Tras la guerra y la posguerra aumentaron las fábricas en la capital y Vallecas se convirtió en el cobijo de obreros que huían de la pobreza de otros lugares del país. La llegada del Metro a Puente en 1924 —bajo la dictadura de Primo de Rivera— había facilitado las comunicaciones con Madrid, aunque para ir a Villa de Vallecas aún había que coger autobuses. En 1950 Vallecas dejó de ser un pueblo para anexionarse a la capital, y las casas empezaron a revalorizarse, con varios intentos de la administración de expropiarlas. Fue entonces cuando comenzó un movimiento vecinal imparable hasta hoy.
El cura rojo de Vallecas
Como contaba en 2004 el diario El País, a partir de los años 60, la parroquia del barrio se convirtió en el nido del sindicato CCOO. Al frente de esta iglesia se encontraba un personaje clave en la vida del barrio: el Padre Llanos, un cura que se convirtió en militante y rojo cuando vio de cerca la pobreza del sur de Madrid y ahora se le conoce como uno de los curas obreros más famosos que ha habido en la capital.
Junto a él, los vecinos empezaron a exigir a base de manifestaciones y protestas lo que ya tenían otros habitantes de la capital: calles asfaltadas, casas decentes, alcantarillas... Y poco a poco el barrio fue cambiando: se construyeron plazas, parques, colegios y carreteras y cambiaron las chabolas por bloques pequeños de pisos y casas adosadas ya a finales en la segunda mitad del siglo XX.
En 1968 nació en Vallecas la primera asociación de vecinos legalizada de Madrid, la AV de Palomeras Bajas. Continúa activa hasta hoy y nació de la necesidad de conseguir servicios básicos como agua corriente, luz eléctrica o alcantarillado. Fue la primera piedra de un movimiento asociativo, solidario y colectivo que aún hoy da identidad al barrio.
Los 80 y la llegada de la heroína
Pero según avanzó el siglo XX, otra pandemia arrasó con esta zona de la capital: la proliferación de la heroína. La Celsa y la Rosilla, dos de los mercados de heroína más famosos de Madrid, estaban situado muy cerca de Vallecas. Sus nombre hoy les recuerdan a los vallecanos la pérdida de amigos y familiares. Los peores años del barrio.
Viendo la degradación de las calles que habían sido su hogar, los habitantes de la zona pasaron años pidiendo a las autoridades el desmantelamiento de estos narcomercados, que llegó finalmente a principios de los años 2000.
En esta lucha jugó un papel muy importante la Asociación Madres Contra la Droga, fundada en 1986, después de que varias madres preocupadas por la droga en las calles celebrasen las primeras asambleas en las parroquias vallecanas. Fueron de las primeras en salir valientemente a la calle para denunciar este tema tabú y señalar los puntos de venta que había en la ciudad.
Los punkis y el Hebe
Pero los años 80 vallecanos no estuvieron únicamente marcados por la droga, también llegó hasta allí la Movida Madrileña, en este barrio muy marcada por el rock y el punk.
En el histórico garito Hebe se juntaban grupos de punkis y heavys con el pelo largo y pantalones pitillo que sin darse cuenta también formaron parte de la construcción de la identidad del barrio, como relata el disco-libro El Hebe: La barra del barrio (1980-2005).
Obús, Ska-p y otros grupos de rock y ska ligados también a los movimientos sociales nacieron en Vallecas y eran frecuentes en estas fiestas. Se organizó durante varios años el festival Vallekas Rock, con carteles encabezados por grupos como Burning, Panzer, Coz, Leño o Topo. Pero esta zona madrileña no sólo es cuna del rock: varios cantautores abiertamente izquierdistas son de allí, como Luis Pastor o Ismael Serrano.
Vallecas puerto de mar
También en los años 80 nació la famosa Batalla Naval de Vallekas. Una fiesta celebrada en julio en la que los participantes se arrojan agua los unos a los otros que se engloba en las fiestas populares de la Virgen del Carmen.
Tiene su origen en 1981, cuando un grupo de jóvenes hizo frente al calor con las bocas de riego del Bulevar de Puente de Vallecas. Ahora muchos de ellos forman la Cofradía Marinera de Vallekas, creada en 2001, que reivindica la utopía reclamando “¡Vallekas puerto de mar!” y es quien convoca la fiesta actualmente. En 1982 se inauguró el imaginario puerto de mar y se organizó la primera Batalla Naval. Desde entonces, la escena se ha repetido año tras año hasta 2020, año en el que se ha suspendido por la pandemia del coronavirus. En cada edición escoge un tema reivindicativo que ha ido desde mojarse por la toma de las plazas en alusión al 15-M, contra el machismo o a favor del asilo a los refugiados.
La solidaridad continúa
A partir de la década de los 90, el problema asociado a las drogas empezó a descender y se urbanizaron grandes zonas de casas bajas para crear lo que hoy se denomina ‘Madrid Sur’, donde actualmente se encuentra la Asamblea de Madrid.
Actualmente, Vallecas sigue considerándose uno de los barrios obreros de Madrid y acogiendo migrantes, pero ahora de origen extranjero. Otra seña de identidad: la multiculturalidad. Esto se suma a la construcción de una gran cantidad de pisos de protección oficial en su mayoría ocupados por familias de origen gitano. La segregación de algunas zonas sigue dando lugar a algunos problemas de okupación ilegal, peleas de bandas y tráfico de drogas o narcopisos, contra los que los vecinos siguen luchando fervientemente para no revivir los peores años del barrio.
Pero la solidaridad que ha marcado al barrio desde los años 60 continúa, aún en los peores momentos de las crisis. Ya al inicio del confinamiento en marzo se formaron grupos y asociaciones para apoyarse entre vecinos: desde el acompañamiento hasta las compras para los más mayores. Muchas de las asociaciones están representadas por la la Coordinadora de Asociaciones Vecinales de Vallecas, que lucha por la dignidad de los vecinos del Sur. También son conocidos los centros sociales del barrio, con varias actividades pedagógicas y para los vecinos, como el Ateneo Libertario y la Villana de Vallekas.
Este espíritu obrero está influido también por la fuerte presencia del Rayo Vallecano, que ha absorbido la politización del barrio, lo que ha hecho que tenga gran repercusión a nivel literario y audiovisual, a pesar de ser un equipo de Segunda División. Desde principios de los 90 el club cuenta entre sus aficionados con el grupo antifascista Bukaneros, creado con el objetivo de defender “a nuestro equipo, nuestro barrio y nuestra forma de entenderlo siempre limpia de racismo y fascismo, valores tan alejados de nosotros como de lo que el Rayo Vallecano representa”.