Valeria Vegas: "Cuando las personas trans éramos invisibles nadie discrepaba"
La biógrafa de Cristina Ortiz 'La Veneno' publica 'Libérate', un catálogo con los referentes del colectivo LGTBI en España.
El nombre de Valeria Vegas no ha parado de sonar en los últimos meses. La escritora ha llegado hasta EEUU de la mano de la actriz Lola Rodríguez, quien la interpreta en la serie Veneno, de Atresmedia Premium, comprada HBO Max para su distribución internacional.
Vegas es la biógrafa de Cristina Ortiz y, aunque su lucha empezó hace años, la serie la ha puesto en primera línea y le ha servido como trampolín para lanzar su nuevo libro, Libérate (Dos Bigotes).
Vegas se ha convertido en un nuevo referente, pero ella defiende que los verdaderos protagonistas de la lucha LGTBI están en el pasado. Cuando habla de derechos lo hace en términos generales pero hace hincapié en el colectivo trans, ahora en el centro del debate de la lucha feminista. “Parecía que no teníamos derechos porque tampoco conocían nuestros problemas”, señala.
Con Libérate hace un viaje en el tiempo y recoge un catálogo con los principales referentes LGTBI de la historia de España. “Muchos se darán cuenta de que los personajes del colectivo que aparecen en este libro han entretenido a sus padres y a sus abuelas”, apunta.
Después de más de 40 años de lucha, ¿ es necesario que los jóvenes del colectivo vuelvan la vista atrás para buscar referentes que no conocen?
No es una cuestión de que no les importe el colectivo, es que desconoce el pasado y cuáles fueron los referentes LGTBI. Tampoco conocen películas como Rocky Horror Picture Show, de 1935, para las que se necesita un contexto, o las películas de John Waters como Divine [reconocida drag queen estadounidense de los años 80]. Estas cintas se estrenaban en cines comerciales y la protagonista era una travesti de 200 kilos.
Si los conocieran, se darían cuenta de que los referentes LGTBI que aparecen en este libro han entretenido a sus padres, a sus abuelas… Verían que no saben quién es Pavlovsky, pero que trabajaba con Raffaella Carrà o con Julia Otero. Muchas veces no son conscientes de que entonces ya había transformistas haciendo entretenimiento.
Muchas veces pensamos que en el pasado había más prejuicio y en realidad hay muchos ejemplos de aperturismo. Es el caso de Pasaje Begoña en pleno franquismo.
Exactamente. Como el caso de Francis, que fue el protagonista de nuestro Stonewall. No llegó a ser una estrella del espectáculo porque le quitaron la vida antes encima de un escenario en Rentería (Guipuzkoa) en 1979. Pero su muerte no podía ser en vano y eso hizo que en el movimiento LGTBI en el País Vasco se fortaleciese, que se creara toda una revolución en un fin de semana en el sector del ocio nocturno. Aquí pasaban muchas cosas que ocurrían simultáneamente en EEUU.
En España algunos referentes LGTBI eran del mundo del folclore. ¿Cómo algo que mucha gente tiene asociado a lo rancio y lo cañí fue tan importante para el colectivo?
Era algo moderno que combinaba muy bien con lo clásico. Al final se identificaban con esas letras tan pasionales, de engaños, de amores escondidos, prohibidos… Luego está cómo se interpretaban y las grandes declaraciones a los medios en las que mostraban cómo pensaban.
Otro referente que mencionas en tu libro es la película Calé (1987), que recuerda a Carmen y Lola (2018). ¿Por qué esta cinta ha caído en el olvido si generó tanta polémica?
Es verdad que no tiene muy buena factura y tiene ciertos errores en guion y en presupuesto, pero Calé no deja de ser una película muy sensible. Acabó con el morbo con el que el cine de los 70 trataba el lesbianismo. Eran películas producidas por hombres para satisfacer a hombres, y esa cinta de 1987 ofrecía otra perspectiva. Es mucho más madura, una historia interesante… Encima contaba con Mónica Randall, que venía de ser una actriz destacada en los años 70, y con Rosario Flores, la hija de Lola Flores y El Pescailla. No es moco de pavo.
Si te tuvieras que quedar con dos referentes de la cultura LGTBI en España, ¿cuáles serían?
A bote pronto y por ser justa con alguien que está aún viva, se tenía que reconocer a Dolly Van Doll. Es una señora que llegó a España sin saber español, venía de ser vedette y que había recorrido medio mundo. Se enamoró de un español y se hizo empresaria.
Sus espectáculos en la sala Belle Époque de Barcelona eran un referencia para el Circo del Sol porque eran muy buenos. Obviamente es muy reconocida entre sus compañeros y dentro del sector del espectáculo, pero se merece un huequito más grande. Recalco esto porque el hecho de ser mujer empresaria ya es un hito en los años 80.
Y me quedaría también con La Esmeralda de Sevilla, que hacía activismo a pie de escenario en los años 80. Vale que su recurso siempre era el chiste de mariquitas, pero entre chiste y chiste contaba verdades, se metía con el público y ellos contestaban. Su público en la caseta de la Feria de Abril era cisheterosexual, elos aleccionaba y hacía la guerrilla a su manera.
Añadiría por último la canción como A quién le importa. ¿Cuántos países habrían querido tener un himno así? El mayor parecido a esa canción sería I Will Survive. Nosotros tenemos nuestro propio himno.
¿Cómo ves actualmente la situación del colectivo trans? ¿Se están dando pasos atrás en ciertos sectores del feminismo con respecto a la Ley Trans?
Ahora discrepan con nuestros derechos porque se nos ve. Cuando éramos invisibles nadie discrepaba nada. El colectivo trans no tenía voz ni nadie nos representaba, no se hablaba de nosotros en el Congreso, entonces no molestábamos. Parecía que no teníamos derechos porque tampoco conocían nuestros problemas. Se han planteado esos problemas y al reclamar los derechos ha surgido esta discrepancia.
Estaban tan acostumbrados a no darnos nada que cuando lo reclamamos nos los discuten.
Es la misma problemática que tenían las mujeres cis cuando empezaron a reclamar el feminismo.
Tal cual, es exactamente lo mismo.
En las últimas semanas ha surgido un nuevo referente trans, el actor Elliot Page. ¿Han estado los hombres trans invisibilizados dentro del colectivo?
Tengo una teoría a la que me han dado la razón los hombres trans: ellos han tenido la oportunidad de invisibilizarse y lo han hecho. No es que se les esté dando de lado, es que han jugado a ser más invisibles, a que no se les señale tanto. Es muy lícito, ¿quién no quiere integrarse en la sociedad? Tener la integración casi absoluta, que nadie sepa tu identidad ni de dónde vienes...
El hombre trans, que no quita que haya sufrido para subir de escalón, se ha integrado en la sociedad y ahora tiene mayor éxito laboral y sentimental porque prospera en las relaciones de pareja. Están invisibilizados un poco por eso, porque están totalmente integrados y me alegro por ellos.
Libérate llega cuando tu primer libro y tú misma estáis en pantalla, ¿Cómo vives tu representación junto a Cristina Ortiz en la serie Veneno?
La sensación de verse en pantalla es algo que hay que vivir. Lo intento explicar y creo que nunca lo hago bien. Es raro verse, que se emplee tu nombre, que salga una parte de tu historia que implica a tu madre, que salga tu amiga, la amiga de tu amiga.. A veces al acabar un capítulo me sentía desnuda. Es que si en cada capítulo hay cuatro aspectos que son ciertos, esos cuatro aspectos te impresionan. Sobre papel es diferente, pero una vez rodados da mucha impresión.
El resultado ha sido muy bonito y muy positivo, recibo cada día mensajes de gente joven y me dan una fuerza increíble, pero sí que es verdad que cuando te ves retratada, y no me refiero en un aspecto de transición meramente sexual, tienes que alejarte muchísimo y verte con mucha distancia. También es una sensación bonita y me gusta ver que Cristina está tan y bien retratada.
¿Crees que hay ciertos programas que se están aprovechando otra vez de los conflictos y de la muerte de Cristina para explotarla como parte de su show?
Eso es la parte oscura, todo lo que tiene luz tiene sombra. Toda esa parte de reacciones y demás, prefiero no hacerle caso. A lo largo de mi vida siempre he tenido esa filosofía como ese don que me ha hecho alejarme de lo que da mala vibra, y me ha ido bien. Siempre me dicen que tengo cierto instinto o intuición para alejarme de aquello que no me va a hacer bien, como un mecanismo de autodefensa que he ido generando con los años.