Vacunación en el Zendal: cuando pinchar de noche no es ser DJ
Una madrugada con los que se inmunizan en el hospital de pandemias de Madrid a partir de las 23.00: "Es la hora que había".
Cuando la Comunidad de Madrid anunció que el Hospital Enfermera Isabel Zendal iba a vacunar 24 horas al día, la región presidida por la popular Isabel Díaz Ayuso ya estaba entre las autonomías más rezagadas en la administración de dosis respecto del total disponible. Pero al terminar este lunes, primera jornada laborable inyectando de noche, Madrid ya es la peor: solo ha puesto el 85,3% de las 5.066.000 vacunas que ha recibido.
Por eso puede que, como reconoce Fernando Prados, coordinador general del Zendal, la obsesión por inmunizar cuanto más y más rápido esté tras la fiesta vacunal de Valdebebas, organizada de madrugada por la Comunidad. Prados, eso sí, se esfuerza en tranquilizar: “No existe ninguna contraindicación para vacunarse por la noche”. Ni el alcohol ni los somníferos afectan a la inmunización.
La propia Ayuso explicó que el horario ininterrumpido permitirá “llegar hasta las 20.000 vacunas diarias [en el Zendal] y ver ese momento en el que todos los madrileños estén ya por fin vacunados”. Lo cierto es que la Sociedad Española de Salud Pública bendice la juerga nocturna de la vacuna si implica acelerar el ritmo: “Todo lo que sea avanzar con la vacunación es siempre positivo”, valora a este diario el portavoz, Manuel Franco.
Solo entre este lunes a las 23.00 y las 7.00 de este martes, el Zendal ha previsto inyectar 1920 dosis a otras tantas personas que se han presentado en el hospital con su cita en el móvil. Aunque algunas, como una mujer que ha acompañado a una amiga, se han presentado copa en mano.
“Es que es mi cumpleaños y lo estoy celebrando”, se justificaba mientras esperaba fuera de cola.
La mayoría de la decena de personas consultadas para este reportaje han reconocido que ir de noche no ha sido su primera elección. A Gema Fernández, de 43 años y de Boadilla del Monte, no le ha quedado otra tras una semana intentando cita más cerca de su casa en alguno de los otros 31 puntos de vacunación de la Comunidad. Y, encima, lamenta, le ha salido mal el plan.
“He venido a esta hora porque es la que había en la autocita. He estado una semana intentando autocita y nada. Y todo porque como me voy de vacaciones, necesito que me garanticen que me pueden poner la segunda dosis antes… Pero al final no me ha salido bien. Es a los 21 días y cuando se cumplen es el día después de irme”, se queja. Juan Sánchez, de 42 años, también interviene: “He venido porque no hay otra hora”.
Cerca de él, Carmen Abad, de 43 años, reconoce que está sentada a las 23.45 en el Zendal porque se quería vacunar “cuanto antes”: “No había horas disponibles en la autocita ni en agosto… y me ha salido esta la más temprana”, explica. Raúl Martínez, de 45, interrumpe: “Yo he venido también a esta hora porque es la que había. Al menos he venido rápido, en coche y bien”.
Un equipo de 16 enfermeras y enfermeros, en ocho puestos, ha hecho las tres preguntas clave a cada uno de los pacientes:
″¿Ha pasado el coronavirus? ¿Tiene alguna enfermedad grave? ¿Y alguna reacción alérgica?”, pregunta Laura Martín, enfermera, quien reconoce que no solo ella hace preguntas: “Yo trabajo en la UCI y me han puesto a poner inyecciones... Hay una diferencia importante. Pero a veces te lo pasas bien. La gente también pregunta si se le va a poner aquí la segunda dosis y qué vacuna le han puesto”.
El Sindicato de Enfermería de Madrid (SATSE) tampoco ve con malos ojos la vacunación nonstop. ”Nos parece bien aprovechar el turno de noche para agilizar la vacunación. Para nosotros es un turno más de trabajo que se utiliza en casi todas las unidades hospitalarias. Por tanto, algo a lo que estamos acostumbrados. Otra cosa es la disposición de los usuarios y la accesibilidad que puedan tener para desplazarse al centro en ese horario cuando existe una red de centros, que son los de atención primaria, que están infrautilizados en cuanto a vacunación se refiere y cuya proximidad al ciudadano está fuera de toda duda. No haría falta utilizar el turno nocturno para llevar a cabo la vacunación”, comenta el portavoz, Ricardo Furió.
Fernando, quien rehúsa a dar su edad y su nombre, se sincera: “Yo no he venido aquí porque me venga mejor. Y una leche. Es por irme de vacaciones. Porque si pedíamos la cita cerca de casa, nos la daban en dos semanas. Y como esto lo acaban de montar... pues hay huecos. Sí, a las doce de la noche... pero hay”.
Gorka, de 40 años le mira y quiere aportar: “Yo estoy aquí a esta hora por comodidad, por tiempo. Porque me parece un acierto. Y porque viniendo a esta hora quizá dejo un hueco diurno a alguien que lo necesite más”. No obstante, la constante de vacunarse por las vacaciones se repite. Es más, para muchos es el drama cuando se van sin marca en el brazo por supuestos fallos.
Hasta 10 personas han sido rechazadas en apenas tres horas a las puertas del Zendal por presentarse sin cita. Una mujer de casi 50 años lo intenta, pero el muro del vigilante lo impide. Cuenta que la Consejería de Sanidad le dijo que se acercara al Zendal porque nunca le llegó la cita para la segunda dosis. Pero se queda a las puertas.
Poco después, un matrimonio se lleva las manos a la cabeza:
“Es el 28. Y hoy ya es 29. ¡Claro, a partir de las 00.00 cambia de día. Era ayer cuando teníamos que venir. ¿Cómo es que nos hemos confundido?”, dice la mujer, visiblemente molesta.
“Bueno, tranquila, que todo tiene solución”, responde el marido.
El guardia de seguridad ha pasado un buen rato discutiendo: “Vaya a la calle de la Salud, donde está la consejería. Las órdenes aquí son: sin cita, no pasa nadie. Como a usted hemos echado a 10 personas sin cita y que quieren vacunarse”, apostilla.
Los enfermeros del Zendal cuentan que la franja de mayor afluencia es entre las 23.00 y las 02.00 y entre las 04.00 y las 07.00. En la cola, pasada la medianoche, se mezclan vecinos con su perro de paseo con pacientes a la espera de su dosis. Un grito de una mujer pone alerta a todo el mundo:
”¡Ni se te ocurra acercarte!”, se le oye gritar. Una pareja de la policía municipal que vigila el Zendal se acerca rápido. Los agentes reconocen que pese a estar bien iluminada, la zona puede suponer algún peligro en plena madrugada. La cola, mientras, sigue tragando gente. Como si la obra de Ayuso fuera una discoteca de aforo ilimitado. Un hombre, al teléfono, no puede evitar la broma:
“Pues me temo que los que pinchan esta noche no son DJ”.