El vídeo del útero artificial no es real, pero algunos científicos dicen que podría serlo
¿Es realista esta tecnología? ¿Qué desafío ético supone?
Parece una escena de Matrix. Filas y filas de bebés desarrollándose en “la primera instalación de úteros artificiales del mundo”, que supuestamente puede incubar hasta 30.000 bebés de laboratorio al año.
Pero he aquí la cosa: no es real. Se trata de un vídeo futurista que ha corrido como la pólvora por las redes sociales, creado por Hashem Al-Ghaili, un productor y cineasta con experiencia en biología molecular.
En su página web, Al-Ghaili dice que utiliza “su experiencia en ciencia y tecnología para desarrollar conceptos completamente nuevos”. Habla de “imaginar el futuro”, aunque algunos usuarios claramente han confundido su última creación con un anuncio real.
En el vídeo, de una instalación ficticia llamada EctoLife, se escucha que los úteros artificiales podrían proporcionar una solución para pacientes con cáncer a las que les han extirpado el útero, que podrían reducir las complicaciones del embarazo y que las cápsulas ayudarán a países que pierden población, como Japón, Bulgaria o Corea del Sur.
Hashem cree que esta tecnología está lista y que se podrían ver instalaciones similares en tan solo 10 año.
¿Qué piensan los científicos que trabajan en este campo?
La profesora Joyce Harper, jefa del Grupo de Sociedad y Ciencia Reproductiva del Instituto para la Salud de la Mujer de la UCL, opina de manera parecida. Su libro, Your Fertile Years, incluye un capítulo dedicado a cómo puede ser el futuro de la reproducción.
“No tengo ninguna duda de que, en algún momento, la mayoría de las personas serán producidas por fecundación in vitro. Y que esto [EctoLife] es una posibilidad. En ciencia, creo que nunca se debe decir nunca”, afirma a la edición británica del HuffPost.
“Si piensas en los últimos 50 años y lo que se ha logrado, nunca lo hubieras pensado. Soy bastante mayor, así que recuerdo ver que en Star Trek hacían videollamadas y nunca me imaginé que yo podría llamar a mis hijos por videollamadas de FaceTime”, agrega.
La experta señala que las primeras cuatro semanas de gestación, en realidad se pueden completar en un laboratorio de fecundación in vitro y que los bebés prematuros pueden ser atendidos desde alrededor de las 21 semanas en una incubadora dentro de una unidad neonatal.
“Un embarazo dura habitualmente 40 semas y más de la mitad ahora se pueden realizar en una unidad neonatal”, argumenta. “En realidad, hay menos de 20 semanas [de tiempo de gestación] para las que los científicos tienen que descubrir cómo hacerlo de manera segura. En realidad, no está tan lejos.
Harper destaca además que unos corderos se han desarrollado con prematuridad más temprana, pero estamos lejos de que pueda ocurrir con humanos. “Creo que sucederá, pero no durante mi vida”, apunta.
Andrew Shennan, profesor de obstetricia en el King’s College de Londres, coincide en que el vídeo no es tan descabellado como podría pensarse.
“Desde un punto de vista teórico, es posible”, opina. “Es solo una cuestión de proporcionar un entorno correcto con nutrición y oxígeno y creo que la tecnología está ahí para poder lograrlo”.
“Hay muchos ejemplos en los que los bebés nacen muy temprano y están muy bien cuidados en incubadoras, una forma naive de lo que estamos hablando, y son alimentados por sondas”, añade.
“Cuando ponemos a los pacientes bypass de corazón o de otros órganos, teóricamente les estamos dando lo que necesitan de una máquina”, subraya.
Aunque el útero artificial en sí no representara un gran desafío, las primeras etapas de desarrollo en las que se forman los órganos —las primeras 12 semanas— serían más difíciles de navegar, explica.
Shennan también desliza que tienen lugar “todo tipo de elementos bioquímicos e inmunológicos” que “probablemente aún no comprendemos”, en relación a los anticuerpos transmitidos por la madre. Esto requeriría más investigación.
La ética es otro punto fundamental, porque esta tecnología solo se desarrollará si existen la necesidad y el deseo de hacerlo.
El vídeo conceptual de EctoLife habla sobre ofrecer un “paquete de élite” donde se editaría el genoma de los bebés para alterar el color de pelo, tono de piel, fuerza física, altura o nivel de inteligencia.
La profesora Harper cree que las generaciones futuras no se inmutarán por esto a nivel ético. Una vez participó en un debate de Oxford Union sobre la edición del genoma y si “socavaría la naturaleza de la humanidad”.
“Hablé a favor de la moción porque creo que lo hará, pero puedo decir que perdí espectacularmente. Los jóvenes no tienen esas dudas que tenemos nosotros”, añade.
Cree que la tecnología llegará, pero la verdadera pregunta es si la querremos. ”¿A cuántas personas les resultará incómodo? ¿Cuántas pensarán que es genial?”, plantea.
Aunque ella se decanta por lo primero, reconoce que podría reducir las complicaciones del embarazo y brindar a las parejas de hombres mejores opciones reproductivas sin necesidad de acudir a la gestación subrogada.
“No tengo ninguna duda de que en el futuro tendremos un útero artificial, pero por ahora hay muchos problemas técnicos y sociales que superar”, dice. Sin embargo, el profesor Shennan piensa que esas batallas éticas se resolvieron en gran medida con el advenimiento de la fecundación in vitro.
“Cuando surgieron los bebés probeta, hubo un gran debate y rechazo, pero ahora son ampliamente aceptados”, señala. “La subrogación también es un fenómeno más común ahora. En cierto modo, solo estás pidiendo a la máquina que sea la gestante, en lugar de otra mujer”.
“Creo que desde un punto de vista ético no es tan desafiante. Sí habría que tener legislación si seguimos ese camino, pero si piensas en los aspectos prácticos del concepto, ya hemos cruzado ese puente”, opina.
Este artículo fue originalmente publicado en la edición británica del HuffPost y ha sido traducido del inglés.