Una estrategia europea frente a la agresión de Putin
Como europeos tenemos que tomar conciencia de que Putin no se detendrá en Ucrania.
La invasión de Ucrania es una agresión intolerable e injustificada a su integridad territorial y constituye la amenaza más grave a la seguridad europea y al orden internacional desde el final de la guerra fría. Una guerra en una frontera europea supone un cambio profundo y la Unión debe liderar, coordinar y ser un actor determinante en la superación del conflicto. En muchos sentidos, este tiene su origen en la propia Unión Europea, si recordamos el acuerdo de asociación con la UE, mediante el cual el pueblo ucraniano dejó clara su ambición de acercarse al modelo europeo. Esto simboliza, ante todo, lo que Putin más teme: un mundo a su alrededor en el que pueblos independientes opten democráticamente por mercados abiertos y sociedades libres y socialmente cohesionadas, sometidas al imperio de la ley. En términos militares, parecía fácil para él, ya que no contó con la valiente resistencia del pueblo ucraniano, pero en términos de visión del mundo, es su peor pesadilla. El problema de Putin no es la OTAN, sino la democracia y lo que Europa representa. Y Europa ha respondido, en coordinación con nuestros aliados. Pero ante la escalada militar de Putin, y sus crímenes de guerra que van en aumento, hay que hacer más, de paso reforzando nuestra Unión.
En primer lugar, la Unión ha adoptado varios y contundentes paquetes de sanciones financieras y económicas con una inusitada rapidez. Estas sanciones sin precedentes han dejado a Rusia sin empresas extranjeras, con tipos de interés del 20%, una devaluación del rublo de alrededor del 20% y con las cotizaciones bursátiles suspendidas. Pero es preciso aumentar estas medidas, bloqueando la convertibilidad del rublo con el euro y el dólar, las principales monedas de reserva, y extendiendo las sanciones financieras a todos los bancos rusos.
En segundo lugar, la Unión Europea acordó destinar un paquete de ayuda de 500 millones de euros para financiar equipos y suministros a las fuerzas armadas ucranianas. Esta ayuda complementa la ayuda de emergencia ya aprobada de 1.200 millones de euros. Este apoyo militar, para ser efectivo, debe ser ampliado con el suministro de aviones, cazas en particular.
En cuanto a la energía, Alemania ha cerrado el gaseoducto Nord Stream 2, como consecuencia del reconocimiento ruso de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, pero la dependencia energética de la UE del gas, carbón y petróleo ruso continúan financiando directamente el cofre de guerra ruso. Debemos pues ampliar las sanciones a la importación de materias primas de Rusia, aprovechar al máximo los gaseoductos con Argelia y Francia, acelerar el desarrollo de renovables, construir una reserva europea de energía, y comprar conjuntamente (construyendo por tanto una verdadera unión energética, cuyas bases pueden ya empezar a financiarse con el Plan de recuperación europeo). En esta dirección se orienta el plan propuesto por la Comisión el 8 de marzo que aspira a reducir las importaciones de gas ruso en dos tercios para finales de este año y a la vez estabilizar los precios.
Por último, el 3 de marzo el Consejo aprobó por unanimidad, activar la Directiva de Protección Temporal para ofrecer asilo inmediato a los refugiados de Ucrania, garantizando su protección y derechos inmediatos sin necesidad de aplicar los procedimientos habituales, además de proporcionar protección en materia de derechos de residencia, acceso al mercado laboral, acceso a la vivienda, educación, asistencia social y médica o medios de subsistencia. Con alrededor de tres millones de refugiados en Europa, cabrá ahora incidir en la solidaridad, para que el peso de la acogida no recaiga únicamente sobre determinados países. Europa demuestra que es capaz de acoger a aquellos que lo necesitan, y así ha de ser también para todos los refugiados, indistintamente de su procedencia.
Pero esto no puede ser “una tantum”. El nuevo Pacto migratorio debe imbuirse de este nuevo espíritu de solidaridad y garantizar la acogida y relocalización de personas migrantes, a fin de que los estados fronterizos no se vean desbordados. Esta solidaridad debe ser efectiva y reemplazar el sucedáneo propuesto en el nuevo Plan en base a contribuciones financieras a los países de primera entrada.
Como europeos tenemos que tomar conciencia de que Putin no se detendrá en Ucrania. Su visión es la de hacer renacer el Imperio Ruso adaptado al siglo XXI. Por ello, hay que activar como medida de precaución, nuestra propia cláusula de defensa mutua, el artículo 42 del Tratado; que implica que cualquier agresión contra un Estado miembro obliga inmediatamente a toda la UE a acudir en su ayuda. Esta necesidad se prefigura en el paso histórico que ha dado Dinamarca al convocar un referéndum para el próximo 1 de junio pidiendo a los ciudadanos anulen la exclusión voluntaria del país de la política de defensa de la UE.
Adicionalmente, hay que activar también la defensa común prevista en el artículo 42.2 del TEU, lo que debe llevar a la unión de la defensa con un desarrollo significativo de la capacidad operacional e institucional de la Unión para garantizar la protección de los europeos.
La Comisión está valorando ya la emisión de eurobonos, por una cantidad a determinar, que permita financiar las necesidades de una nueva política común energética, de defensa y así como el esfuerzo económico que se derivará de las sanciones. Todo ello, pone de manifiesto la necesidad de hacer permanente el mecanismo de la deuda europea, es decir, más allá del horizonte temporal del Plan de recuperación, para hacer frente a nuevas posibles crisis con carácter transnacional, y avanzar así hacia la Unión financiera, lo que a su vez requiere necesariamente, la unión fiscal y política.
Con estas medidas protegemos no solo los intereses de la UE que están bajo ataque, sino que reforzamos el proyecto europeo, que se encuentra en el centro de este conflicto. La única manera de afrontar adecuadamente la agresión es reforzar la propia Unión Europea; otorgando el estatuto de país candidato para Ucrania, Moldavia y Georgia, así como sus propias capacidades diplomáticas y de defensa, la cohesión en la gestión energética y migratoria y la unión política federal.
Finalmente, debemos continuar acercándonos a los ciudadanos de Rusia: debemos invertir en políticas que puedan beneficiar al pueblo ruso, que ha sufrido su dictadura cleptocrática durante demasiado tiempo. Podríamos establecer programas de liberalización de visados para estudiantes, artistas, intelectuales, profesores y científicos rusos. Deberíamos reconocer el hecho de que el idioma ruso es la lengua materna de millones de ciudadanos europeos. Debemos hacer mucho más para apoyar a las fuerzas democráticas en Rusia ya que sus esperanzas son los peores temores de Putin.
Es hora de que la UE reconozca su propia fuerza y atracción… y la defienda y utilice en consecuencia.