Hay cosas de no creer en estos tiempos de pandemia. Que la gente haga reuniones masivas por el cumpleaños de un gato, por ejemplo. O la nueva locura que nos viene de Japón: que las autoridades de un pueblo se gasten el fondo de ayuda contra el coronavirus en levantar una escultura gigante de un pulpo. Los ciudadanos están que trinan.
Según ha publicado la prensa local, la ciudad japonesa de Noto, ubicada en la prefectura de Ishikawa, ha destinado gran parte de esas ayudas en la construcción de una estatua de 12 metros de largo con la forma de un calamar gigante, blanco y rosa. El coste estimado del monumento, por llamarlo de alguna manera, ha sido de 27 millones de yenes (aproximadamente, 206.000 euros), lo que ha generado muchas críticas por parte de los habitantes de la localidad, unos 15.000.
Al parecer, recibió en total de las autoridades nacionales algo más de seis millones de euros para controlar y mejorar las medidas sanitarias contra la covid-19 o “simplemente cualquier control de infecciones o ayuda a las empresas locales”. Ahí se ha colado esta historia.
La ciudad es famosa por sus calamares voladores y en Japón es muy habitual que aquellos lugares que tienen una mascota o una estatua gigante se conviertan en un reclamo para el turismo. El gobierno local ha explicado que, con esta apuesta, creen que se dará a conocer su localidad como “municipio pesquero”, lo que, a largo plazo, reportará notables ingresos económicos gracias a los nuevos visitantes.
“Ogi, en el municipio de Noto, es conocido desde hace mucho tiempo como un centro de producción de la pesca japonesa de calamares voladores. Sin embargo, recientemente la cantidad de desembarques ha disminuido”, comentó uno de los funcionarios citados.
Las críticas a la gestión del gabinete se deben, además, a que Japón está inmerso en la cuarta ola del coronavirus, aunque sus cifras son muy inferiores a las de países como España. En concreto, la prefectura de Ishikawa solo ha contabilizado 76 fallecidos desde el comienzo de la pandemia.
Familiares de un fallecido por Covid. en el tanatorio Mémora de Girona, el 29 de noviembre de 2020.
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El cuerpo de un anciano víctima del coronavirus, descansa tapado con una sábana sobre una cama en un centro de mayores en Barcelona, el 13 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Una persona duerme en una cama a unos pocos pasos de un cadáver, envuelto en bolsas protectoras y tendido en el piso de un centro de mayores, en Barcelona, el 19 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Con trajes de protección para evitar infecciones, dos trabajadores de una funeraria preparan el cuerpo de un anciano fallecido por COVID-19 antes de retirarlo de un centro de mayores, en Barcelona, el 13 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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El cuerpo de una persona muerta por Covid, cubierta en su cama de un asilo de Barcelona, el 13 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Con trajes de protección para evitar contagios, empleados funerarios sacan el cuerpo de una persona mayor fallecida a causa del coronavirus tras retirarlo de una residencia de ancianos, en Barcelona, el 13 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Dos empleados de una funeraria retiran el cuerpo de una víctima de COVID-19 de una residencia de ancianos, en Barcelona, el 19 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Empleados de una funeraria trasladan el cuerpo de un anciano fallecido por coronavirus en una camilla tras retirarlo de una residencia de mayores, en Barcelona, el 13 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Marina Gómez, empleada de una funeraria, maneja el cadávez de una víctima del coronavirus en la morgue de su empresa, Mémora, en Barcelona, el 16 de noviembre de 2020.
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Una empleada de funeraria, tratando un cuerpo, el 17 de noviembre de 2020 en Barcelona.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Un trabajador de una funeraria prepara un féretro de una víctima del COVID-19 antes de su incineración, en un tanatorio de la empresa Mémora, en Girona, el 19 de noviembre de 2020.
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Un empleado del crematorio recoge las cenizas de un fallecido por covid en el tatatorio de Mémora, Girona.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS
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Familiares de un fallecido por Covid. en el tanatorio Mémora de Girona, el 29 de noviembre de 2020.
Emilio Morenatti / ASSOCIATED PRESS