Un ron agrícola de La Palma, ese gran desconocido
Tras dejar atrás la cumbre del Teide, rodeado de una cama azul de nubes, aterrizamos en la hermosa isla de La Palma, una de las más remotas del archipiélago canario. Vamos a descubrir uno de los productos artesanos más desconocido de España, el Ron Aldea, un ron agrícola, elaborado solo de guarapo, el jugo fresco de la caña de azúcar, toda una rareza en nuestro país.
La asociación inmediata de ron y Canarias es la de ron miel, que disfrutan numerosos turistas a estas islas afortunadas, una bebida destilada de melaza a la que se le añade miel natural, un licor muy dulce y suave al paladar. Pero en La Palma, la familia Quevedo resiste, cual, si fueran los últimos galos de la aldea, elaborando un ron de una calidad excepcional, muy aromático, con un paladar muy seco, de notas herbáceas. Nos invitan la segunda semana de junio a ver el final de la zafra de la caña de azúcar y a una fiesta popular que recupera este ancestral festival en San Andrés y Sauces.
José Manuel Quevedo, actual gerente de la destilería y cuarta generación de maestros roneros, nos cuenta el apasionante periplo vital de su bisabuelo, que emigro a Cuba, como otros numerosos palmeros, y luego a Santo Domingo donde trabajo en varias fábricas de azúcar; a principios del siglo pasado regresa a Gran Canaria, donde trabaja en la azucarera de Telde, hasta que esta quiebra y se traslada a Madeira, a la destilería donde habían vendido el alambique. Allí conoce todo el proceso de elaboración del ron agrícola.
Unos años más tarde regresa a su tierra natal, la Aldea de San Nicolás, en el norte de la isla de Gran Canaria, donde adapta los molinos de agua para la molienda de la caña de azúcar. Pero con el comienzo de la Guerra Civil, en 1936, no puede exportar su azúcar, a la vez que se sustituyen los cañaverales por las tomateras, por su futuro en exportación; a mediados de los cincuenta la segunda y tercera generación se trasladan a La Palma, al ser el principal reducto canario de caña de azúcar, donde en 1967 compran el actual trapiche que gestionan sus herederos, relanzando la marca de nuevo en el año 1969, esta vez, en la Isla Bonita.
Sorprende en este abrupto rincón del noreste palmero, las empinadas laderas cuajadas de plataneras, cultivadas en escalonadas terrazas. Llegamos a una pequeña finca, donde Raico Manuel Hernández está cortando, con un golpe seco de su afilado machete las esbeltas cañas, casi aras del suelo, donde se concentra la mayor cantidad de azúcares. Nos comenta que en hace unos años todo eran campos de caña, pero las plataneras se impusieron como principal producto de exportación de la isla.
Raico llena la trasera de una pickup con los pesados mazos de caña y descendemos hasta el trapiche de la destilería, ubicado en lo alto de un acantilado, entre el Puerto Espíndola y el Charco Azul. Las cañas de azúcar se muelen y trituran, inundando el aire de un grato aroma dulzón del guarapo, jugo verdoso que probamos: es muy herbáceo, dulce, refrescante y ligeramente amargo. Una delicia. Nos comentan que en La Palma se cultivan cuatro tipos de cañas: la rayada o listada; caña blanca, originaria de Motril (Granada); la blanca cristalina (variedad local, muy rica en azúcar); y la caña morada, de color azul.
Santiago Bronchales, responsable de marketing y comercial, mano derecha de José Manuel, nos muestra todo el proceso de elaboración como parte activa del mismo. Santiago realizó un máster en enología en Valladolid, se certificó en fermentación y destilación en Edimburgo, y colaboró durante varios años con la casa ronera dominicana Oliver & Oliver, en Santa Domingo, donde elaboraban el famoso ron Opthimus. En abril de 2012 se incorpora a esta apasiónate aventura de dar a conocer el ron agrícola de la Destilería Aldea, aunque se lamenta que, por falta de apoyo gubernamental, este tipo de ron no tenga reconocimiento actual en la Comunidad Europea.
El jugo de caña, muy rico en azúcar, se diluye en agua y en unos tanques se le añade levadura de panadería para que realice la fermentación a temperatura controlada, alcanzando uno 8,5º de alcohol. Este mosto se lleva al alambique, que todavía se calienta con leña, como antiguamente. Es una columna centenaria, de 6 platos, donde fluye el aguardiente de caña a unos 70º; los probamos y es suave, redondo y muy aromático, nada ardiente. Un proceso artesanal que requiere mucha pericia por el lento ritmo de la destilación.
Al otro lado del barranco, en unos almacenes de color albero, Santiago nos muestra las barricas donde añejan los rones. Son de distintos tipos de roble, europeos y americanos, aunque nos sorprenden las barricas de vinos tinto grabadas con el nombre de la bodega Lagar de Isilla, de Ribera del Duero, que utiliza para darle un acabado de dos años a su gama de ron Premium. Catamos algunas muestras y son muy originales sus sabores, de marcada personalidad.
Regresamos a la destilería, donde un autobús con turistas desembarca para visitar el museo y su tienda (cuenta con 50.000 visitantes al año). Vamos a conocer su amplia gama de rones: primeros los sencillos licores, como el ron miel; luego la gama de rones de melaza, como el Blanco, Añejo y Añejo ocho barricas, pensados para mezclar y elaborar mojitos, cubalibres y cócteles. Me asombra ver que también se atreven a elaborar una ginebra, Duality, muy aromática; un original vodka agrícola de caña volcánica, Ígneo; y un whisky, Drago, 100% de trigo, con tres años de crianza, que es una delicia de textura.
Nos centramos ahora en disfrutar de su mejor gama de rones, 100% de guarapo: el Aldea Single Canes, es un ron blanco de la caña local, de la zafra de 2018, muy fino, goloso, herbáceo y de grato final seco, con marcada personalidad agrícola. Ron Aldea maestro 2001, madura 10 años en barricas y culmina en botas de vino tinto: huele a oporto, con notas avainilladas y torrefacto, es muy largo y potente.
Ron Aldea Familia, de 15 años en barricas de roble europeo, es muy especiado, con notas de canela y nuez moscada, a madera de cedro y hoja de tabaco. Muy amplio y complejo, seco y de final aromático, de miel y vainilla. Y culminamos la cata con su ron más prestigioso, Aldea Tradición, todo un homenaje a sus orígenes en 1936; un ron de 20 años, que huele a flores, uvas pasas y orejones, de boca amplia, herbácea, cálido, complejo, muy vivaz, que recuerda a un buen armañac. Un ron original, largo, potente y muy aromático.
Felices por haber descubierto estos rones tan originales, Santiago nos reserva una sorpresa, una frikada, como el la define: la novedosa gama Costellation’s, inspirada en las estrellas que se observan en los límpidos cielos palmeros, y de estilo similar a los principales rones del mundo, Barbados, Jamaica, Guyana. Rones de entre 4 a 8 años de crianza en barricas, de marcada personalidad, cuyos nombres, Bootes, Cygnus, Pegaso y Orión, nos hacen soñar con lejanas constelaciones, y excelentes copas.
Culminamos este periplo de descubrimiento con una popular competición de coctelería de ron Aldea, que ha reunido a un surtido grupo de bartenders isleños y peninsulares, en Puerto Espíndola.
Estoy gratamente impresionado por conocer a estos locos encantadores que elaboran auténticas joyas liquidas en este hermoso rincón de las islas Canarias.
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