Un libro que radiografía las heridas abierta de España
Ocultar la realidad siempre es una mala decisión. Por eso escribí El país de la desmemoria: un relato periodístico que radiografía, sin complejos ni falsas equidistancias, las páginas más trágicas de nuestra historia reciente. Para saber quiénes somos y adónde vamos.
Y porque los derechos humanos son el marco ético del periodismo y todos tenemos obligación de sumar en esta lucha contra el olvido. Por eso en El país de la desmemoria cuento las muchas heridas que España sigue teniendo abiertas.
Como ese niño que capturó el fotógrafo Robert Capa y da vida a la portada de este libro. Un niño con una mantita como todo escudo cuando el fascismo, mientras, bate sus alas oscuras lanzando bombas, destrucción y muerte. La metáfora, real, dibuja el peso de la historia. Y la obligación del recuerdo. De hacer memoria.
Ese niño que, como en un espejo del tiempo, cuenta su testimonio de primera mano en las páginas de El país de la desmemoria. "Los aviones venían rasantes y me agazapé en el suelo, cubierto por una manta", recuerda Alejandro Torrealba.
Los pasajes del terror están vivos en la memoria de Alejandrito. Aquel niño que ahora cumple 92 años y es un paradigma de los derrotados en la guerra civil, de los olvidados, de los excluidos. De quienes fueron sometidos a la desmemoria oficial.
El libro está dividido en capítulos que, a modo de ensayos independientes cargados de datos y testimonios, forman una completa investigación de las asignaturas pendientes en esta temática.
Desde el genocidio fundacional del franquismo a la realidad de las fosas comunes, los esclavos de la dictadura y la fortuna corrupta de Franco o la memoria LGTBI y de la mujer, sometidas al tránsito obligado del naciente feminismo a la doble represión de género.
"El narrador ha tocado de forma exhaustiva todos los hitos de esa larga marcha de frustración y padecimientos, y señala todos aquellos aspectos que aún están pendientes de resolver", escribe en el prólogo de El país de la desmemoria el juez Baltasar Garzón.
Porque España es una tierra enmarañada en la lectura parcial de su propio relato. A sabiendas, en muchos casos, cuando la cultura de paz y el deber de memoria son herramientas básicas para construir una sociedad realmente democrática.
Y la denominada Memoria Histórica responde a unos parámetros básicos: verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición. Esas son las exigencias de Naciones Unidas a España. Justo lo que esta nación de olvidos premeditados niega a las víctimas del franquismo.
La memoria es una deuda con los que se fueron, una herramienta trascendental en el presente y una obligación con las generaciones futuras. Una mantita que, como todo escudo, ayuda a caminar en tiempos de mundialización de los discursos del odio y auge de los nacionalpopulismos. Un paso más para que España deje de ser El país de la desmemoria.