El clásico del verano: qué hay de cierto y qué no en el famoso corte de digestión

El clásico del verano: qué hay de cierto y qué no en el famoso corte de digestión

Hidrocución y una ralentización de la digestión pueden desencadenar síntomas graves.

Qué hay de cierto y qué no en el corte de digestiónImgorthand via Getty Images

¿Hay que esperar dos horas después de comer para bañarse? ¿Y si sólo me he comido un bocadillo? ¿Mejor meterse en el agua de forma inmediata tras terminar el postre?

El mismo debate todos los años: qué hay de cierto en la creencia popular de que el baño después de comer puede provocar un corte de digestión que podría hacer peligrar la vida del bañista.

En estos días en Twitter hemos podido al respecto algunos mensajes de advertencia y aclaraciones por parte de especialistas y médicos.

Pues bien, aunque la creencia no es tal como nos la han contado, sí se pueden producir dos fenómenos en nuestro organismo que podrían poner en peligro nuestra vida.

El primero, la hidrocución. Esto “se produce como consecuencia de un cambio brusco de temperatura al entrar de manera precipitada en agua fría, esos grados de diferencia provocan una reacción de los vasos sanguíneos (se estrechan) y por tanto fluye menos sangre al cerebro, lo que puede originar un desmayo”, explica Adelaida Sánchez, Jefa de Servicio de Pediatría del Hospital Quirónsalud de Marbella.

En definitiva, este fenómeno se produce por la diferencia de temperatura entre el agua y la piel al sumergirse bruscamente. Esto puede desencadenar un shock térmico y se puede entrar en parada cardiorrespiratoria.

Pero la hidrocución no se asocia únicamente al proceso de la digestión, sino a cualquier circunstancia en la que se da ese cambio brusco de temperatura como, por ejemplo, tras hacer ejercicio físico o haber tomado el sol durante mucho rato.

Como explica la experta en nutrición Beatriz Robles, sí que hay un fenómeno que se relaciona directamente con la digestión.

Después de comer, el organismo insufla mayor flujo sanguíneo a nuestro estómago para poder llevar a cabo la digestión. Cuando nos bañamos, el ritmo cardíaco se vuelve más lento y se contraen los vasos sanguíneos periféricos y llega menos sangre al aparato digestivo. Es entonces cuando la digestión se ralentiza y pueden aparecer mareos, vómitos y nauseas, síntomas que se pueden complicar al estar en el agua y terminar en ahogamiento.

Evitar esto es sencillo, sólo hay que aplicar el sentido común, explica la doctora Sánchez: “Si se ha comido ligero, basta con ir aclimatando el cuerpo al agua e introducirnos de manera escalonada en la playa o piscina. Pero si la comida ha sido muy copiosa, conviene esperar antes de meterse en el agua”.

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Mila Fernández es redactora de LIFE en 'El HuffPost' y editora de branded content. Antes, fue redactora de estilo de vida y gente en revistas femeninas —AR, LOVE y SMODA—, dirigió la revista Turismo Rural y trabajó delante del micro en Radio España. Puedes contactar con ella en mila.fernandez@huffpost.es