Uganda es un ejemplo mundial en la acogida de refugiados... Pero está al límite
Médicos Sin Fronteras denuncia que la respuesta humanitaria en el país es "insuficiente".
Uganda es, a día de hoy, el segundo país del mundo que más refugiados recibe. Un dato que debería sacar los colores a una Unión Europea que no deja de discutir cómo abordar la crisis migratoria, sin que se lleguen a notar avances. Solo el año pasado este país acogió el doble de personas que llegaron a Europa por mar y eso que de los fondos que solicitó a la ONU para responder a la crisis de los refugiados de Sudán del Sur, sólo le han llegado el 17% de lo que pedían, según datos de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Así, Uganda acoge a casi un millón de refugiados de los países limítrofes, sobre todo del sur de Sudán. Es el país de África que da refugio a más desplazados, pero están al borde de una emergencia sanitaria porque las necesidades que este flujo de personas crea, excede con mucho las capacidades de un país como Uganda. Además, tal y como denuncia MSF, con los recursos existentes "no es posible atender de manera adecuada la cada vez mayor afluencia de refugiados y el gobierno está más y más asfixiado forzando a algunos de esos refugiados a trasladarse a lugares alejados de fuentes de agua o tierras cultivables como el asentamiento de Rhino". Rhino es uno de los cuatro campos de refugiados puestos en marcha por MSF en la región de Adjumani desde julio de 2016.
El país responde principalmente y como puede a las consecuencias de un conflicto que estalló en diciembre de 2013, el de Sudán del Sur. Desde entonces más de 4 millones de sursudaneses han tenido que abandonar sus hogares. Aproximadamente la mitad de ellos se han convertido en desplazados internos en distintos lugares del país, mientras que la otra mitad se ha visto obligada a huir hacia países vecinos como Uganda o Sudán. La crisis ya dura más de tres años y medio, y sin embargo, en el último año, la violencia se ha intensificado aún más.
En julio de 2016, durante la misma semana en la que el país celebraba el quinto aniversario de su independencia, se produjeron una serie de violentos enfrentamientos en la capital. Miles de personas fueron asesinadas y una nueva ola de desplazados comenzó a dirigirse principalmente hacia Uganda, país que entonces ya acogía a más de 230.000 refugiados sursudaneses y que solo un año más tarde ya cuenta con más de 950.000. Durante muchos meses, la cifra de llegadas alcanzó las 3.000 personas al día y hoy en día se mantiene en unas 50.000 llegadas al mes, un volumen muy difícil de gestionar y que está llevando a que la situación de los refugiados en Uganda sea cada vez más complicada.
Vía MSF nos sumergimos en el campo de refugiados de Palorinya, en el norte de Uganda. Así es el día a día de un país que pide ayuda desesperadamente.
Este camión de agua se quedó atrapado en el barro después de una fuerte tormenta. Con la inminente llegada de la temporada de lluvias, los desplazamientos serán aún más difíciles, ya que muchos caminos quedarán completamente intransitables.
La gente camina grandes distancias hasta el tanque de agua más cercano. Una vez allí, hacen cola durante toda la noche para obtener suficiente agua para ellos y sus familias. MSF está instalando una planta de tratamiento, sacando el agua bombeada desde el Nilo, con la que espera ayudar a satisfacer las necesidades del campamento.
Desde el 8 de julio de 2016, más de 600.000 personas han huido de Sudán del Sur con las pocas pertenencias que podían acarrear.
Su esposo fue asesinado durante el conflicto. Ahora tiene que cuidar ella sola de sus hijos y de su madre. Sin dinero para comprar comida o construir un refugio adecuado, se ven obligados a dormir bajo una lona en el campo de refugiados de Palorinya.
Esther huyó a Uganda después de que los combates llegaran a Kajo Keji, su ciudad natal. Actualmente está residiendo en la zona 3 del campo de refugiados de Palorinya, donde las condiciones son extremadamente duras.
Tras las fuertes lluvias, los caminos quedan en tan malas condiciones malas condiciones que los camiones tienen verdaderas dificultades para acceder a algunas áreas de los campos, lo que deja sin suministro de agua a muchas personas.