Cómo las fotos de Trudeau con la cara pintada han obligado a repensar la imagen de Canadá
El escándalo puede costarle la reelección al primer ministro canadiense el próximo 21 de octubre.
Un profesor de 29 años se disfraza de Aladino en a una fiesta temática titulada “Noches Árabes”. Para meterse en el personaje, se coloca un turbante y se pinta el rostro y las manos de negro. Se fotografía junto amigos y, 18 años después, esas imágenes ven la luz. Para entonces, ese joven docente ya no es el mismo: es el primer ministro canadiense, está a un mes de jugarse la reelección y esas fotos están a un paso de costarle su carrera política. Justin Trudeau es consciente de que los excesos de aquella fiesta los va a pagar muy caros.
Si ya esa fotografía le había puesto en el punto de mira, conocerse que en otras dos ocasiones repitió la ‘idea’ de pintarse de negro ha generado una polémica de tales dimensiones que hasta se ha visto obligado a decir que no dimite, acorralado por las críticas. Porque en Norteamérica hacer lo que hizo Trudeau tiene un nombre: “blackface”. Así se describe a una persona blanca que se pinta la cara de negro para pretender ser de color, lo que se considera un insulto racista. Por eso el primer ministro ha tenido que comparecer en las últimas 24 horas hasta en dos ocasiones insistiendo en que se siente “avergonzado” por sus acciones además de confesar que es “incapaz” de asegurar que esas tres veces sean las únicas que se ha disfrazado de persona negra.
“El hecho es que [entonces] no entendía lo dañino que es para la gente que vive discriminación cada día. Lo que hice ha hecho daño a gente que no debería tener que enfrentarse a intolerancia y discriminación por su identidad. Es algo que lamento profundamente”, se trató de excusar. Trudeau sabía que toda disculpa, que toda rueda de prensa que ofreciera, podría ser insuficiente: falta justo un mes para las elecciones generales… Y este bombazo inesperado ha ubicado a Canadá, y a su cita con las urnas, en el centro de todas las miradas, sorprendiendo a medio mundo y poniendo en duda la famosa reputación de Trudeau como líder inclusivo y progresista.
“El shock es tal es porque Canadá se ha construido tanto nacional como individualmente sobre la premisa del buen canadiense, de la buena Canadá”, explica Kathy Hogarth, canadiense negra, activista contra el racismo y profesora de la Universidad de Waterloo. “Cuando ocurren estas cosas, nos dan directamente en la cara y traicionan esa noción [de bondad]”.
Al estratega político Zain Velji, musulmán, las fotos ‘racistas’ de Trudeau le no cuadran: “El hombre ha dedicado gran parte de su capital político a defender la diversidad y la inclusión, por eso a la gente ahora le cuesta tanto asumir esto”, sostiene. “¿Por qué no salió y habló de ello antes?”.
Sus oponentes han dado con su principal punto débil y no han perdido ni medio segundo: “Vemos a un Trudeau en público. Seré sincero, parece muy amable, muy amable, muy cálido en público. Pero a puerta cerrada parece un Trudeau diferente”, asegura Jagmeet Singh, político sij por el nuevo partido demócrata de Canadá. “¿Quién es el verdadero Trudeau? ¿Es el que está detrás de las puertas cerradas? ¿Aquel que cuando todas las cámaras están apagadas y cuando nadie ve, es ese el verdadero Trudeau? Porque cada vez más parece que es así”.
The New York Times, BBC, Al Jazeera, The Guardian... Todos han informado sobre ello. Es más, diarios como The Washington Post han escrito duros editoriales contra la figura del primer ministro: “La izquierda de Canadá debería deshacerse de Justin Trudeau”.
Desde su llegada al poder en el año 2015, Trudeau ha sido uno de los temas favoritos de los medios internacionales, especialmente en EEUU, donde su imagen contrasta con el extremismo de su presidente, Donald Trump. Justo un mes después de haber jurado como primer ministro, Trudeau y su esposa fueron fotografiados para la edición norteamericana de Vogue. En 2017, la revista Rolling Stone llevó al primer ministro a su portada, le calificó de “la Estrella del Norte” y le preguntó: ”¿Por qué no puede ser nuestro presidente?”. Todo el mundo amaba a Trudeau. Hasta el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, bromeó cuando dejó el cargo sobre cómo Trudeau asumía ahora el puesto del “guapo y encantador político del futuro”.
Al primer ministro canadiense también le ayudó la buena fama de la que gozaba su padre, el ex primer ministro Pierre Trudeau, quien ayudó a solidificar la identidad de Canadá como una sociedad diversa en 1971 al declarar que el gobierno federal adoptaría una política multicultural. El propio Trudeau ha acogido a casi 60.000 refugiados sirios desde 2015. Se disculpó por cómo el gobierno ha tratado a los pueblos indígenas y a la comunidad LGBTQ. También hizo que su gabinete fuera paritario simplemente “porque es 2015”, como explicó entonces. “¿En cuántos sitios aún no lo es?”, ironizó.
Pero los elogios y sus medidas estrella comenzaron a esfumarse rápidamente. Poco después de asumir el cargo empezó a ser criticado por no llevar a cabo acciones más significativas con respecto a los derechos indígenas y para combatir el racismo, entre otros asuntos. “A veces sus palabras no cuadraban con sus acciones, y algunas de las políticas que anunció en campaña o las dejó de lado o simplemente se esfumaron”, sentencia Brittany Andrew-Amofah, analista principal de políticas del Broadbent Institute, una organización de investigación.
En este sentido cita algunos ejemplos: no ha cumplido a la hora de sacar adelante medidas contra el cambio climático ya que ha apoyado la expansión del oleoducto Trans Mountain que lleva petróleo crudo y refinado desde Alberta hasta la costa de Columbia Británica y que es visto como una amenaza por varias comunidades originarias. Legalizó la marihuana, pero rechazó la petición de eliminar las penas de los condenados por posesión simple. Además, Canadá no parece ir a cumplir su objetivo plasmado en el Acuerdo de París de reducir sus gases de efecto invernadero en un 30% por debajo de los niveles de 2005 en el año 2030.
Y por si todo esto fuera poco, no es la primera vez que se le critica por hipócrita y por ser un político “de doble rasero”.
Hace poco más de un año, en julio de 2018, volvió a circular un artículo de opinión publicado en el año 2000 en un periódico regional que explicaba cómo una periodista local había denunciado que Trudeau, por aquel entonces profesor de colegio, la había tocado de forma inapropiada. Tras la reaparición del artículo, el primer ministro canadiense declaró que no había actuado de forma inapropiada, pero que se había disculpado de todas formas con la periodista.
No ha sido su último escándalo: hay otro que ha destacado por encima de los demás (hasta ahora). Se trata del que tuvo con la que era, hasta febrero, su ministra de Justicia: Jody Wilson-Raybould, una mujer de origen indígena. Su ministra fue sustituida al frente de Justicia después de que se negase a conceder un trato de favor a la mayor constructora del país, SNC-Lavalin, tal y como Trudeau quería.
Así que ahora el escándalo del racismo podría ser la gota que colma el vaso y arruinar de manera definitiva las posibilidades de Trudeau de ser reelegido. A falta de un mes para el 21 de octubre, cuando los canadienses votarán, el líder conservador Andrew Scheer le pisa los talones al actual primer ministro. Una encuesta de principios de septiembre dio su oponente una ventaja de hasta dos puntos.
Lo más dramático para Trudeau es que hasta el pasado mes de febrero, parecía que ganaría fácilmente la reelección, pero su popularidad no ha parado de caer después de que la controversia SNC-Lavalin protagonizara, casi a diario, los titulares de los medios de comunicación canadienses. “Ha mostrado un patrón de comportamiento problemático hacia aquellos que son racialmente diferentes”, sentencia Hogarth. La propia ex fiscal general intervino en el escándalo racista de las fotografías: “Es horrible. Cuando lo vi por primera vez, no pensé que fuera real”, sentenció Wilson-Raybould, para añadir: “Es completamente inaceptable que alguien en una posición de autoridad y poder haga algo así”.
“Este tipo de acciones (el blackface) los usan tradicionalmente personas blancas para simplificar y degradar a las personas de color”, apunta Hogarth, profesora de la Universidad de Waterloo. El Consejo Nacional de Musulmanes Canadienses también ha mostrado su más profundo rechazo por la imagen: “Ver al primer ministro con la cara marrón/negra es profundamente triste. Pintarse la cara es reprobable, y recuerda una historia de racismo y una mitología orientalista que es inaceptable”, ha sentenciado su director ejecutivo Mustafa Farooq.
¿Pero por qué causa tanta controversia el blackface? Porque evoca una historia de racismo y dolor cuya herida, guste o no guste, sigue abierta. En Estados Unidos hace cerca de 200 años los artistas empezaron a pintarse la cara de negro para imitar y reírse de los esclavos negros en los espectáculos musicales de la época. En la Europa medieval, ya fuera en Francia o Italia, los comediantes usaban máscaras negras para representar comportamientos antisociales groseros, violentos o cercanos a la brujería.
En España, al ver lo ocurrido con Trudeau, son muchas las voces que han visto un paralelismo entre lo que hizo el político canadiense y casos recientes como el de personas blancas que se pintan de negro para ser el rey Baltasar en las cabalgatas de Reyes. Por ejemplo, en 2014, a la por entonces alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se le cuestionó por eso mismo: “Si tuviéramos un concejal negro, no habría desde luego ningún inconveniente en que tuviéramos un rey negro”, respondió amparándose, eso sí, en la costumbre de que tres concejales del Ayuntamiento interpreten en las cabalgatas a los Reyes Magos.
Pero volviendo al ‘otro lado del charco’, en Canadá el Blackface también tiene una larga historia ya que, como EEUU, son países fundados en la esclavitud y la eliminación de los pueblos indígenas, con los blancos empoderados a través de la política, la economía y la estratificación social, tal y como explica la analista Brittany Andrew-Amofah. En este contexto, “el hecho de pintarse la cara de negro (o blackface) se hizo popular y se empezó a utilizar para mostrar a las personas negras como inferiores”, explica.
La Universidad McGill ha registrado casi 350 casos de blackface en Canadá entre 1841 y 2016, desde el compositor del himno nacional hasta el personaje de Pedro el Negro (un paje de San Nicolás), que ha seguido presente en ciertos eventos hasta hace un par de años.
Antes del escándalo, la gran mayoría de los canadienses creía que Trudeau era más tolerante, compasivo e influyente en comparación con Scheer, su principal oponente político, según una encuesta reciente (lleva link). ”Él (Trudeau) había construido una base de tremenda buena voluntad”, dijo Shachi Kurl, director ejecutivo de la firma de encuestas Angus Reid Institute. “La pregunta es si esa buena base es lo suficientemente sólida como para sobrevivir a esto”.
Este escándalo podría devastar el apoyo que Trudeau obtiene de los votantes progresistas, a quienes logró reunir bajo la “gran carpa roja” en las últimas elecciones, lo que condujo a su inesperada victoria, sentencia este experto. Sus promesas de “días soleados” y cambios les obligaron a salir y votar. “Nada de lo que ha pasado en las últimas 24 horas le ayuda”, considera Kurl.
“Si la izquierda progresista no puede perdonar a Justin Trudeau, ¿qué pasa? ¿Se van a la deriva y se quedan en casa?”, se pregunta. Sin embargo, al actual primer ministro canadiense le queda una baza: los votantes pueden ser menos críticos en Quebec, una provincia predominantemente francófona y rica en votos que ha tenido una influencia constante en la determinación del resultado de las elecciones canadienses. El escándalo ha captado menos los focos allí. Un ejemplo: tras de los periódicos de Quebec cubrieron sus ediciones del jueves, día en el que estalló el escándalo, con historias sobre un concierto de Céline Dion. Un cuarto presentó una foto de nuevos elefantes en el zoológico.