Tres nueves de mayo en uno: Día de (mejor) Europa
La superposición en una misma jornada de estas tres celebraciones, no es casual en absoluto.
En coincidencia temporal —aunque no casualidad—, este lunes 9 de mayo tuvieron lugar tres señalamientos importantes en la agenda de la UE.
1. El primero, de obligada referencia, el 72 aniversario de la Declaración Schuman de 1950, en la que la historiografía europea conviene en situar la colocación por parte del entonces ministro de AAEE de Francia de la primera piedra (miliar) de la reconciliación francoalemana tras las dos Guerras Mundiales y de la construcción supranacional de la que trajeron causa el Tratado de la CECA (Carbón y Acero, 1951) y los Tratados de Roma (CEE y Euratom, 1957) con los que los seis Estados fundadores dieron lugar al proceso que ha dado lugar a la que es hoy la UE de 27 Estados miembros (EEMM) y 450 millones de ciudadan@s europe@s, cuerpo electoral del que el Parlamento Europeo (PE) es representación directamente electiva por sufragio universal, legitimación democrática que lo convierte en el único Parlamento legislador supraestatal del mundo.
2. El segundo, la ceremonia en Estrasburgo, sede del Pleno del PE, en la que se formalizó por parte de las tres instituciones políticas de la UE —PE (R. Metsola), Comisión Europea (U. Von der Leyen) y Consejo (E. Macron, presidencia rotatoria del Consejo)— la conclusión de los trabajos de la Conferencia sobre el futuro de la UE (CoFUE) que han convocado en el curso de los últimos dos años a ciudadan@s europe@s de todas las extracciones y franjas de edad (con representación asegurada de la juventud) en una conversación bottom up (de abajo arriba) abierta y viva sobre los desafíos que acechan al futuro de la integración europea ante la globalización y la necesidad de ser parte de su gobernanza desde la fidelidad a nuestros valores e intereses y a nuestro distintivo modelo social, una combinación única de derechos y libertades, horizonte compartido de bienestar y prosperidad económica, cohesión territorial y protección social.
3. El tercero, la exhibición de fuerza condensada por Putin en la Plaza Roja de Moscú para celebrar el 9 de mayo como efeméride de la terminación en Europa de la II Guerra Mundial (en Japón no concluirá hasta las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945) como si se tratara de una “victoria rusa” (y exclusivamente rusa) sobre la Alemania nazi y no la conmemoración de la capitulación incondicional del III Reich ante los Aliados (EEUU, RU y URSS) firmada en aquella fecha por el mariscal Keitel (luego ahorcado en Nuremberg) y el Almirante Donitz (condenado a 20 años).
La superposición en una misma jornada de estas tres celebraciones, insisto, no es casual en absoluto. En toda la UE se conmemora el episodio inaugural de un esfuerzo colectivo de integración —puesta en común— fundada y regida por el Derecho, cuyo carácter supranacional reside en su primacía, eficacia directa e interpretación vinculante asegurada por un Tribunal (TJUE) en diálogo con los poderes judiciales de los EEMM. El 9 de mayo conmemora y rinde tributo al mismo tiempo a ese cuadro de honor de los llamados Founding Fathers (nómina que incluye a Schuman junto a Monnet, De Gasperi, Adenauer, Spaak y hasta al mismísimo Churchill) y al OPNI así puesto en marcha (el de una UE como Objeto Político No Identificado, metáfora en que se resume lo novedoso y rompedor de su ensayo y experiencia de la construcción europea, cuya arquitectura, instituciones y método decisional carece de precedencias ni de parangón en Derecho comparado, salvo en lo que respecta a su vocación
federal nunca del todo realizada).
Concretamente, en España, las celebraciones del 9 de mayo han tenido lugar en una síntesis lograda de memoria y reivindicación. El carácter festivo de los numerosos encuentros de marcado acento europeísta que han tenido lugar en todos los rincones de España no ha deslucido su ocasión para la reflexión crítica sobre la historia acumulada y los errores cometidos, la aspiración legítima de reafirmación, refuerzo y mejora de lo logrado hasta ahora, y la reivindicación de un nuevo impulso que nos asome de nuevo a una reforma de los Tratados para encarar o superar las insuficiencias o carencias del Tratado de Lisboa de 2009, que, junto con la Carta Europea de Derechos Fundamentales de la UE/CDFUE de la misma fecha, compendian el actual estadio del Derecho constitucional europeo.
El objetivo proclamado en estos actos memoriales del 9 de mayo Día de Europa coincide, en sus líneas maestras, con las conclusiones de la CoFUE expuestas solemnemente en la sede del Pleno de Estrasburgo. Los acontecimientos tremendos de que venimos (covid, Guerra de Ucrania en nuestra vecindad continental inmediata) exigen que nos dispongamos a un salto adelante federal. Una UE más federal, más caracterizada por la tantas veces coreada como postergada rúbrica “Más y mejor subráyese, sobre todo mejor, Europa”. Una UE en la que, dejando atrás la disfuncional regla de la unanimidad en el seno del Consejo, establezca de una vez —como sucede en el PE— la decisión por mayoría (o mayoría cualificada) en ámbitos que una vez estuvieron reservados a la soberanía de los EEMM, pero que hace ya tiempo que escapan a su capacidad de respuesta eficaz y significativa en la globalización: desde los recursos disponibles (aquellas materias fiscales y tributarias aún retenidas por las escalas nacionales de decisión) para satisfacer los objetivos proclamados, hasta la crucial Política Exterior, de Seguridad y Defensa.
Porque es especialmente en la PESD donde las vertiginosas sacudidas al tablero a que hemos asistido en estos últimos años expone más claramente su lección inapelable: la acción común europea es la única vía para alcanzar una voz audible y digna de escucharse en la globalización, en la que otros gigantes desvinculados de los valores y estándares europeos actúan sin contrapesos ni escrúpulos en tanto la UE no comparezca como un actor necesario e ineludible, capaz de combinar su Soft Power (su inconmensurable esfuerzo de Ayuda Humanitaria y Cooperación al Desarrollo) con el Hard Power de sus sanciones y de su coerción cuando resulte imprescindible.
Todo indica, en efecto, que si bien se ha impuesto la crítica a la errónea —a mi juicio abyecta— política de “austeridad” (recortes antisociales) que malamente se impuso ante la Gran Recesión en 2010 (cuyos estragos se sufrieron con especial crudeza en la “Europa del Sur”, pero que redundó en toda la UE en una exasperación de todas las desigualdades), también lo es que ahora prevalece ampliamente en la UE —como desde luego en España— una apreciación positiva de la Deuda Federal (Next Generation EU y Fondos de Recuperación), de la respuesta a la pandemia (estrategia común de vacunación y restauración del espacio Schengen) y de la afirmación de una “brújula estratégica” hacia la aceleración de la autonomía estratégica y energética de la UE, desconectando del gas ruso y apoyando a Ucrania y a su pueblo ante la crueldad de la criminal guerra de Putin tanto en el plano material como en el humanitario (con la activación, por fin, de la Directiva de Protección Temporal para l@s ucranian@s que huyen de la devastación).
También por eso resuena a todo lo ancho de la UE el rechazo a esa demencial caricatura de extremada paranoica con la que la autocracia de Putin intentó justificar, en su discurso de 9 de mayo en la Plaza Roja de Moscú, su injustificable agresión: esa inventada “invasión” (¿!!!) del territorio ruso planeada por la OTAN o incluso por la propia UE... como si en vez de vecinos los europeos fuésemos enemigos de Rusia.
9 de mayo, Día de Europa, efeméride, memoria, pero también reafirmación de nuestras identidades múltiples y compatibles, de nuestra ciudadanía europea que nos enriquece, nos mejora y multiplica, y de nuestros valores frente a sus contradictores, oponentes y adversarios, alineados desde siempre con el nacionalismo excluyente y reaccionario. Y día de la reivindicación de la promesa de Europa, de la profundización de su proyecto (condición previa a su extensión con ulteriores ampliaciones) y de la vocación federal con la que cabrá encarar la reforma de los Tratados por la que abogan, con razones y motivos cargados de europeísmo, las conclusiones de los trabajos de la CoFUE.