Traidores sin reservas
La traición ha modelado algunos de los renglones más oscuros y retorcidos de la historia.
Traidor procede del latín traditio que significa que quebranta la lealtad o fidelidad que se debería guardar hacia algo o alguien. Un traidor es un autofracasado, un narcisista que busca la complacencia excesiva en la consideración de las facultades propias a expensas de romper la lealtad.
Dante Alighieri sitúa a los traidores en el último círculo del infierno, ya que considera a la traición como el peor pecado de todos, el motivo no es otro que para traicionar a alguien primero ha tenido que ganarse el afecto y la confianza de la víctima.
En la Grecia clásica se explicaba la traición a través de un mito. Uno de los espíritus que salieron de la caja de Pandora fue Apate, la divinidad que personificaba el engaño, el dolor y el fraude. Era hija de Érebro y de Nix, la noche, y solía estar acompañada de los pseudologos –las mentiras-.
Traidores que cambiaron la historia
Si pensamos en traidores seguro que el primero que viene a nuestra mente es Judas Iscariote, el apóstol que no dudó en traicionar a su maestro por tan solo treinta monedas de planta. “Judas, ¿con un beso me traicionas?” (Lc 22:48).
En El evangelio según Jesucristo el escritor Saramago nos presenta a Judas como un elemento clave sin el cual el cristianismo no habría prorrumpido con fuerza en la historia de la humanidad.
Un poco más atrás en la línea de tiempo tenemos a Marco Junio Brutus, el hijo adoptivo de Julio César, al que no dudó en asesinar, en una conjura en la que participaron un elevado número de senadores, allá por los idus de marzo del 44 a. de C. Con su traición se puso fin a la República romana y se abrió la ventana de la época imperial.
Todavía tenemos que echar la vista mucho más atrás para recordar a otro de los grandes de la traición: Efitales de Tesala. Quizás por el nombre muchos no lo recuerden, pero los amantes del séptimo arte seguro que no olvidan la película 300 del director Zack. Allí se nos cuenta un acontecimiento histórico: la derrota del ejército espartano de Leónidas cuando estaba a punto de doblegar al ejército persa. Sin la figura de Efitales quizás, solo quizás, la batalla de las Termópilas habría tenido otro final.
También es cosa de mujeres
Seductora, hermosa y polifacética, así era
Margaretha Zelle, un agente doble que traficó con información sensible durante la Primera Guerra Mundial, y cuyo nombre en clave era Mata Hari. Al final acabó siendo detenida y condenada a muerte por alta traición, se cuenta que antes de ser fusilada, negándose a que le taparan los ojos, lanzó besos a los soldados que la dispararon y acabaron con su vida.
La Malinche fue otra de las grandes traidoras de la historia, una mujer que fue determinante en el ocaso del Imperio Azteca. Fue precisamente esta mujer la que facilitó información clave a Hernán Cortés, lo cual le permitió acabar de una vez por todas con el emperador Moctezuma.
Y por partida doble…
El matrimonio Rosenberg -formado por Julius y Ethel- acabó en la silla eléctrica en 1953 tras haber sido juzgado por traición y espionaje contra los Estados Unidos. Gracias a la felonía de esta pareja judía la Unión Soviética pudo acceder a los planos de la bomba atómica. Su muerte marcó el comienzo de la Guerra Fría, de la que tantos ríos de tinta dio que hablar.