Torturas y quema de libros ucranianos: el testimonio de una familia de Járkov
Les torturaron con cables eléctricos, les introdujeron agujas bajo las uñas y les rompieron los huesos.
La liberación de poblaciones de la región de Jarkóv ha sacado a la luz atrocidades que, según Ucrania, recuerdan a Bucha, en el extrarradio de Kiev, mientras los habitantes de esas localidades denuncian torturas y quema de libros en lengua ucraniana bajo la ocupación rusa.
“Si hubiera sabido lo que iba a pasar no habría venido aquí”, afirma a Efe por teléfono Marina Rubezhanska, desde el pueblo de Malyi Burluk, en el noreste de Járkov. “Vivir bajo las bombas era casi mejor que bajo la ocupación rusa”, añade.
Esta residente de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, se trasladó al pueblo donde viven sus padres pensando que sería más seguro. Ahí se instaló días después del inicio de la invasión rusa a gran escala, al convertirse Járkov en el objetivo de bombardeos y ataques aéreos.
Pero el pueblo de sus padres pronto se encontró ocupado por los rusos. Y la vida de Marina y su familia se complicó rápidamente. “Los rusos buscaban a soldados ucranianos que hubieran participado en la operación antiterrorista en Donbás”, cuenta Marina.
Su padre había sido el jefe del consejo del pueblo. Acudieron a él para que les diera los nombres. Los rusos querían que su padre fuera su colaborador y que ayudara en la gestión del pueblo. Esperaban obtener una bonita imagen de cara a la audiencia rusa: ”¡Mira, la gente está contenta de que por fin estemos aquí!”.
Se negó a colaborar y lo llevaron al campo de internamiento improvisado en que los rusos habían convertido una fábrica de la ciudad de Vovchansk, cercana a la frontera entre Ucrania y Rusia. “Allí le golpearon repetidamente, sobre todo en la cabeza”, cuenta despacio su hija. Le amenazaron reiteradamente con que dispararían a sus “chicas” o que quemarían su casa si no hablaba.
Su padre le contó que lo mantuvieron en una gran sala con otras 70 personas. La mayoría eran antiguos soldados ucranianos. Les torturaron con cables eléctricos, les introdujeron agujas bajo las uñas y les rompieron los huesos. Algunos fueron detenidos varias veces.
Él estuvo a punto de sufrir un paro cardíaco. Sufrió un derrame cerebral después de ser liberado y de haber pasado dos semanas en la “prisión”.
″¡No nos rendimos!”, subraya Marina. Su madre, una bibliotecaria nacida en Rusia, se negó a cooperar cuando los soldados vinieron a confiscar los libros en lengua ucraniana. “Estaban especialmente interesados en los libros de historia ucraniana, que califican de nazi”, subraya. Su familia consiguió esconder una decena, así como la bandera ucraniana, que ocultaron en un granero.
“La policía militar vino a vernos y buscó con ahínco, pero no los encontró”, se ríe. “No es tan fácil encontrar algo entre dos toneladas y media de grano”. Los libros de historia ucraniana que los rusos consiguieron confiscar, los quemaron. “Gracias a Dios, no consiguieron quemarlos todos porque nuestros chicos, los soldados, llegaron”, dice Marina.
No aceptaron ni regalos ni dinero de los rusos
La familia de Marina no aceptó regalos ni dinero de los rusos, tampoco trató de ocultar sus opiniones patrióticas. ”¡Háblame en ruso, puta!”, le gritó una vez un oficial ruso. Marina se negó: “Siempre he hablado en ucraniano o en un “surzhyk” local (la mezcla de las lenguas ucraniana y rusa), como hacían mis padres y abuelos. ¿Por qué debería cambiar?”.
Le duele que algunos lugareños hayan cooperado con los ocupantes. Algunos buscaban favores con los rusos y los soldados de los territorios separatistas de Lugansk y Donetsk. La mayoría de los que cooperaron ya se han ido.
“Tras la ocupación no paraban de decir lo felices que estaban de irse a vivir a Rusia. Ahora duermen en tiendas de campaña ahí”, señala Marina. Dice que los soldados saquearon las casas vacías y las de personas que se llevaron a la prisión de Vovchanks. “Al final, cuando huían de la ofensiva ucraniana, paraban coches al azar, a tiros, y echaban a sus ocupantes para escapar ellos”, revela Marina.
Poco se sabe aún con certeza sobre el destino de los internos de Vovchansk, donde fue golpeado su padre. Es uno de los al menos 10 “lugares de tortura” que, según la policía ucraniana, se han encontrado en la zona.
Según el Grupo de Protección de los Derechos Humanos de Járkov, durante la ocupación se tuvo ahí retenidos a entre 100 y 150 personas al mismo tiempo, de las cuales entre 10 y 30 permanecían aislados en cámaras sin ventanas.
Algunos fueron torturados y retenidos durante meses, otros fueron liberados después de varias horas o días.