Torpedos en la banda de estribor
No hay razones fundadas que justifiquen estas triquiñuelas y esta burla a la Constitución, sólo demagogia barata.
No digan que no fueron advertidos. A poco de estallar la trama Gürtel y, enseguida, sus sarpullidos y otras secuelas inevitables algunos analistas coincidieron en que el Partido Popular necesitaba imperiosamente una refundación. Largar amarras con su historia, por duro que pareciese, llamar al puente de mando a una nueva generación sin contaminar, que pudiera asumir con credibilidad un camino que sería muy duro y lleno de minas. La famosa sentencia de la Audiencia Nacional de mayo de 2018 que condenó al PP por lucrarse de la trama Gürtel, debió de ser el ‘punto crítico’ en que tomar una decisión valiente, producto de la razón y no de ese consejo que ya aparece en las Mocedades de El Cid de que ‘es de nobles acertalla en lo honrado y principal, mas si la acierta mal, sostenella y no enmendalla’. Que en el español vulgar de hoy equivale una soberbia “de cojones”.
La moción de censura inmediatamente posterior fue consecuencia de la parálisis de los populares desde que estalló el escándalo, que se quedaron inmóviles, deslumbrados como los gatos por las luces largas en una autopista, aplastados por miles de ruedas que les pasan encima. No hubo catarsis, ni siquiera una renovación con las ideas claras: cambiar todo para sobrevivir con una reciclada derecha capaz de afrontar los que ya eran momentos de enorme gravedad. Entre otros eslabones de la cadena, el conflicto entre catalanes, sintetizado como ‘conflicto catalán’, el inacabable problema de la corrupción, para el que desde el Imperio Romano (y desde antes) está demostrado que no hay vacuna milagrosa, pero sí existen en las democracias avanzadas medidas preventivas altamente eficaces; y una situación económica que no pintaba nada bien.
Los insensatos ajustes llevados a cabo por los neo-liberales (que son al liberalismo lo que la gimnasia es a la magnesia) que se cebaron con pilares fundamentales del Estado de bienestar (sanidad, educación, vivienda social), provocaron una seria disfunción: los ricos se enriquecieron mucho más, y los pobres de empobrecieron mucho más. Es la ‘brecha social’ que tanto preocupó después a las instituciones europeas y que ha sido uno de los elementos clave para la ‘nueva normalidad’ en la reacción de la UE ante las crisis.
La canciller alemana, Angela Merkel, timonel de la primera y equivocada respuesta a aquel crac, por su extrema dureza y el empobrecimiento que provocó para defender los intereses de los temerarios especuladores financieros alemanes, ha sabido corregir el rumbo y aprender la lección. Por eso ella pasará a la historia de Alemania y de Europa, y otros no conseguirán pasar ni siquiera a la de España en las menciones dedicadas a los buenos y no a la lista de los cafres e incompetentes.
En Génova 13 se desoyeron imprudentemente, hasta el borde del suicidio, las pocas voces que pedían autocrítica sincera, y no argumentitos (iba a poner ‘argumentario’, pero la inteligencia artificial burlona de esta máquina me dio una gran idea léxica) para contentar a la parroquia y dar materia a los comunicadores y propagandistas adictos, entre otras cosas yonkis de los privilegios y dádivas publicitarias… y a los intereses pulpos de sus accionistas, refiriéndome con esta metáfora no sólo a los ocho rejos sino a la tinta de camuflaje.
Pablo Casado siguió con la estrategia de que la mejor defensa es un buen ataque… olvidando que siempre y cuando se atine en la operación. El famoso coronel Custer sufrió una vergonzosa derrota en Little Big Horn, llevado por su soberbia, cuando cayó en una emboscada de manual que le tendió la coalición nativa liderada por ‘Caballo Loco’, que estuvo muy cuerdo.
Y ahora está pasando lo previsto cuando los políticos creen que nada tiene consecuencias y se empeñan en demostrar su habilidad en tropezar en la misma piedra las veces que sean necesarias para el Guinnes de los Récords. Con una circunstancia agravante, sobre todo por su prostitución política de determinados símbolos o elementos vertebrales en la cara espiritual de la democracia: sea la bandera nacional, la apropiación tramposa y excluyente del ‘constitucionalismo’, en cuya pila de agua bendita muchos de sus fundadores y afiliados desde luego no fueron bautizados en 1978, o el ‘sentido de Estado’, que no es un concepto difuso y gaseoso sino una cualidad muy bien definida. No es igual constitucionalismo que prostitucionalismo.
Ya lo decía, entre otros, el canciller Otto von Bismarck: “El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”.
El misil torpedo ‘Kitchen’ que ha llegado a la amura de estribor de la política española, el fuerte zambombazo en la santabárbara del PP con la revelación judicial de sus pormenores y la auto inculpación y posterior ‘cante jondo’ de uno de sus autores, el exsecretario de Estado de Interior en el Gobierno de Rajoy, han provocado el pánico, aunque se disimule la enormidad del daño y el probable efecto en el voto. La acusación de Francisco Martínez contra los “miserables”, que se documenta como prueba en el audio de una conversación con su amigo el presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro, de que su superior, el exministro Jorge Fernández Díaz, fue el autor intelectual (intelectual dentro de lo que cabe, que parece que no cabe mucho) y organizador del cotarro de una ‘policía patriótica’ para espiar a los adversarios y ocultar y robar pruebas en poder del extesorero Luis Bárcenas, de lo que el mismísimo Mariano Rajoy estaría al tanto de este trabajo de las cloacas, etcétera, son apabullantes… Todos los hechos de esta sucia historia que van emergiendo anuncian que el escándalo no disminuirá, no se aguará con el tiempo ni con la táctica de la gaveta y el no nombrarlo por su nombre verdadero. Como se ha dicho desde los primeros días ‘gürtelianos’, la madeja es muy grande y la podredumbre muy extendida.
Todo esto, encima, en un momento en que Casado ha decidido aislarse en el búnker y ejercer una modalidad burda de filibusterismo parlamentario. La táctica de ‘al enemigo ni agua’ se justifica a posteriori con una teoría ‘ad hoc’. “Siempre es conveniente tener una buena teoría a mano”, decían dirigentes de la revolución bolchevique para justificar lo injustificable. En el fondo, todas las disculpas de la dirigencia conservadora son tontas, alocadas y niñatas: cómo vamos a apoyar los presupuestos con Podemos en la mesa, o cómo vamos a apoyar la renovación de los órganos constitucionales con Podemos en la mesa y los tratos de Sánchez con los separatistas y los herederos de ETA... A ver si nos enteramos: ¿Quién los ha ido forzando con sonriente malicia y premeditación?
El problema es que hay un mandato imperativo en la Constitución: a los cinco años hay que renovar al CGPJ. Y punto. Carlos Lesmes, conservador presidente del órgano lo denunció ante S.M. el rey en la apertura reciente del año judicial, con rostro serio y duras pero educadas palabras: “una seria anomalía”. No se ha dicho, empero, ni se han deducido de tal reprimenda a los ‘concernidos’ cosas importantes, como que los miembros con mandato caducado son cómplices necesarios en esa “seria anomalía”, elegante sinónimo de trampa y chalaneo, que convierte en inconstitucionales los nombramientos que se hagan estando en tal situación pues… ¿ello no implica que están fuera de ley? ¿No hay algo muy parecido a la usurpación de funciones?
Y los caducados altos magistrados, si de verdad son más constitucionales que marionetas de los partidos, más amantes del espíritu de las leyes que de sus sueldos y ringorrango, ¿no deberían abstenerse en unas votaciones clave amparadas en una forzada anormalidad constitucional diseñada ‘ex profeso’ para un fin espurio?
Estamos en plena pandemia, en una situación dramática. La propia crisis sanitaria y la lealtad institucional imprescindible, el sistemático boicot a la aprobación de unos presupuestos prorrogados desde 2018; la renovación de los órganos constitucionales… No hay razones fundadas que justifiquen estas triquiñuelas y esta burla a la Constitución, sólo demagogia barata. Yo atendería a San Agustín: “En los casos necesarios, la unidad; en los dudosos, la libertad; y en todos, la caridad”.
Pero hablando de Madrid, la irresponsabilidad de la derecha de imponer una presidenta friki con una gestión caótica y altanera puede tener efecto búmeran. Si sigue el desastre, es muy probable que Ciudadanos saque el salvavidas y recupere su discurso regeneracionista… apoyando a la lista más votada, una vez fracasado estrepitosamente el experimento en una capital de España en infarto permanente y con el colesterol disparado.