Todos los trastornos que sufren los concursantes de 'Supervivientes' al salir del programa
El cambio radical de los participantes del 'reality' de Telecinco no solo se nota en el peso.
Salta a la vista y es uno de los aspectos más llamativos de Supervivientes: en todos los concursantes se produce un cambio físico extremo tras pasar por la isla. La transformación es más que evidente, sobre todo en quienes aguantan los tres meses que dura el concurso. El hambre hace que algunos, en los casos más excesivos, lleguen a perder cerca de veinte kilos. Aunque no son kilos todo lo que dejan por el camino. Ganan mucho dinero —de hecho, Isabel Pantoja es la concursante mejor pagada de la historia del reality— y, a cambio, se enfrentan a muchos desajustes físicos y mentales —durante el concurso y después—. Sus cuerpos experimentan el síndrome de lucha o huída (y a unos les afecta más que a otros).
En esta edición de 2019 ya hemos visto sufrir a algunos de ellos, que se han llevado sus miedos a la isla. Isabel Pantoja ha tenido ataques de pánico por su fobia a la oscuridad y un ataque de ansiedad por el aislamiento. Si compensa o no el caché, es algo que debe valorar cada uno de ellos.
El cuerpo necesita al menos 21 días para aclimatarse cuando aterrizan en Honduras, por eso el entorno les juega a veces malas pasadas, como explica el equipo de Supervivientes a El HuffPost. Es la razón de que algunos se planteen abandonar o directamente lo hagan.
El cuerpo tiene que empezar a adaptarse a una nueva situación física, psíquica y social, y el hambre pasa factura en todos estos aspectos. El organismo pasa de tener una entrada de energía normal a restringir la comida, en cantidad y calidad, y los concursantes están aislados con personas con las que a priori no existe una amistad y con las que tienen que hacer un esfuerzo por sociabilizar, tal y como explica a El HuffPost Joaquín Figueroa, experto en educación nutricional, optimización hormonal y prescripción de ejercicio, y profesor de la Universidad Europea de Madrid.
Por qué pierden peso. Al comer menos, empieza a primar la supervivencia y el cuerpo comienza a experimentar cambios hormonales y metabólicos para hacer frente a la carencia alimentaria. “Se alteran todos los mecanismos de almacenamiento de nutrientes, todos empiezan a perder peso. Pierden grasa, pero también una gran cantidad de masa muscular, porque les falta energía en forma de hidratos de carbono, y por eso se debilitan físicamente. Siempre se necesita un poquito de presencia de hidratos de carbono en la dieta para que se queme la grasa adecuadamente”, relata el médico.
Precisamente por eso, la organización de Supervivientes pone a disposición de los concursantes las cantidades mínimas diarias de arroz necesarias para mantener la salud. Al final, como no pueden obtener la energía que necesitan a través de la comida, el cuerpo la obtiene de sus propias reservas: los hidratos presentes en los músculos y en el hígado. Por eso pierden peso.
Así afecta al aparato digestivo. La flora intestinal está formada por trillones de microbios (sus proporciones también son síntoma de salud). Cuando dejamos de comer y nos faltan nutrientes, esos microbios se alteran y cambian —aunque no necesariamente en sentido negativo, ya que a veces el cuerpo es capaz de utilizarlo como un protector para obtener el máximo rendimiento del mínimo alimento—. Al llegar a la isla, el funcionamiento normal del aparato digestivo se altera por los desarreglos nutricionales y eso, unido a las consecuencias de la falta de alimentos, provoca problemas digestivos: el malestar del hambre, dolores, problemas gastrointestinales, nauseas con o sin vómitos, alteraciones de la frecuencia defecatoria.
Cómo afecta a las hormonas. Dado el déficit de alimentos, lo más normal es que las mujeres sufran trastornos menstruales. Las hormonas femeninas bajan su producción, no ovulan, no menstrúan porque prima la supervivencia. “El cuerpo no está pendiente de la reproducción, sino de sobrevivir”, aclara el doctor, y añade que el hecho de que algunas de ellas sangren mes a mes no quiere decir que las cosas estén funcionando correctamente. Por otro lado, el hambre merma en el hombre la producción de testosterona y reduce el deseo sexual.
Insomnio. Los cambios hormonales y los cambios de luz y oscuridad a los que están expuestos directamente —al dormir a la intemperie— son los que les provocan los trastornos del sueño. Realmente, no es que tengan insomnio, sino que han visto desfasado su ritmo de descanso y lo han adaptado de manera primitiva a la luz y la oscuridad. Su única referencia horaria es el sol y por eso el sueño cambia.
La mente. La organización pone a su disposición una serie de nutrientes fundamentales para que no enfermen y que les posibilita también hacer las pruebas físicas semanales. El arroz, por ejemplo, es un cereal base muy rico en todos los nutrientes. Esa energía y vitalidad también están directamente relacionadas con su fortaleza mental. De hecho, el día que comen peor tienen más bajones de ánimo.
Por raro que parezca, normalmente, una vez rebasado el ecuador del concurso aguantan mucho mejor el hambre o la falta de sueño y energía. Tiene sentido, porque ya se han adaptado a la restricción calórica y eso afecta de manera directa al sistema nervioso. La mente también cambia. “El sistema nervioso reacciona mejor a los estímulos de lucha, de huída, de defensa, sabe cuándo aflojar la guardia y cuándo activarla. Cuando no tenemos todas las comodidades con las que solemos vivir, se activa el comportamiento primitivo y entran en juego variables motivacionales”, comenta el profesor de la Universidad Europea de Madrid.
Además, la falta de hambre les hace estar más irritables en la convivencia. La organización del concurso les aconseja que, para mantener el ánimo, se mantengan activos en la isla: que pesquen, que intenten hacer fuego, que busquen comida o que sean competitivos en los juegos, por imposible que les parezca.
Meses de adaptación física. Los concursantes pasan de tener que luchar por la supervivencia a disponer de sus comodidades. El cuerpo ya no necesita estar en un estado de alerta máxima y el proceso de adaptación puede llevarles semanas, en algunos casos meses. La luz y los ritmos de sueño y de descanso son diferentes, ahora se rigen por el reloj y duermen bajo un techo. La producción de melatonina que regula los patrones de sueño cambiaron en Honduras y vuelven a cambiar con la vuelta a España.
Como explican desde Telecinco, al salir en algunos casos el programa llega a prohibirles pasar por el bufé del hotel y les limita la comida que toman. Independientemente del tiempo que hayan permanecido en la isla, tienen que llevar una dieta estricta para que su cuerpo se vaya adaptando de nuevo a la ingesta normal de alimentos. Este es el punto en el que más insisten.
El aparato digestivo está muy sensible por haber ingerido pequeñas cantidades de comida durante tres meses. Los concursantes solo han tomado alimentos naturales (y no han comido carne). Están haciendo una dieta limpia y la absorción de nutrientes (teniendo en cuenta la cantidad mínima que toman) se ha optimizado al máximo y se han desintoxicado de alérgenos habituales en las dietas occidentales, por ejemplo, el exceso de gluten, conservantes o lactosa. Cuando vuelven a reintroducirlos en su dieta, el cuerpo lo interpreta como una especie de agresión, porque “estaban viviendo en desintoxicación digestiva”, detalla el doctor.
Cuanto más sensible sea la persona, mayores son las consecuencias digestivas y eso se une al desequilibrio de la flora. Pueden sufrir intolerancia al ingerir ciertas cosas, saciedad con muy poca entrada de alimentos, vómitos o hábitos digestivos alterados, diarrea, una malabsorbción de ciertos nutrientes y que se absorban más de la cuenta otros porque se produce una anomalía en el tubo digestivo. Todo ello, hasta que se adapten de nuevo a las circunstancias habituales.
No pueden dormir en un colchón durante semanas. La mayoría de exsupervivientes coinciden en lo mismo cuando hablan de su experiencia tras pasar por Honduras. Cuando llegan a España, pasan semanas durmiendo en el suelo porque no son capaces de hacerlo sobre el colchón. Desde el punto de vista biológico, “el mejor descanso y el más reparador se consigue sobre una superficie firme y rígida y no blanda y deformable. Allí se ven obligados a eso”, explica Joaquín Figueroa.
Por eso, al principio les cuesta adaptarse. No es que no puedan dormir en un colchón, es que el cambio produce desazón y no confort, y eso influye en que la adaptación del ritmo al sueño tenga que producirse unido al cambio hormonal y a todo lo demás.
Inestabilidad mental. En este aspecto influye la experiencia del aislamiento, la imposición de la convivencia con gente con la que en muchos casos hay conflictos. La química del cerebro también se tiene que volver a equilibrar, como las hormonas y el funcionamiento del intestino. Todo eso conlleva fluctuaciones del estado de ánimo. La química que producen los microbios del intestino influye mucho en el comportamiento anímico y mental.
Como ya se sabe, también depende en gran parte de la serotonina, que equilibra el estado de ánimo. Todo es una mezcla de factores. La ansiedad también es normal porque el cuerpo ha pasado por situaciones extremas y los concursantes han estado expuestos a momentos de estrés. Por todo ello, el cuerpo experimenta el síndrome de lucha o huida: la crisis de la adaptación al llegar a la isla y la crisis de la adaptación al volver para recuperar su estado previo a la adaptación lograda en Honduras.