Más allá de lo académico: lo que perderían niños y adolescentes con el cierre de los colegios
Los expertos coinciden: garantizar la educación presencial debe ser la prioridad.
Abrir los colegios y mantener la educación presencial es una prioridad. En esta cuestión hay unanimidad por parte de epidemiólogos, políticos y psicólogos, aunque los protocolos para una ‘vuelta al cole’ segura todavía no están del todo definidos.
La OMS volvió a recordarlo esta semana, insistiendo en que el cierre de colegios afecta a los menores de forma muy negativa tanto a “su salud mental, desarrollo social y al riesgo de estar en un entorno familiar abusivo”. El organismo tiene claro que la educación debe ser el primer punto de la hoja de ruta de todos los países afectados por el coronavirus. “Queremos asegurarnos de que niños y adolescentes no se quedan atrás mientras el mundo lidia con esta pandemia”.
Además de quedarse atrás en lo académico, expertos de varios ámbitos llevan todo el verano avisando de que el cierre de los colegios afectaría al desarrollo y a la forma de relacionarse socialmente de niños y adolescentes.
“La escuela representa uno de los ejes principales de socialización, un entorno de aprendizaje y desarrollo personal y social”, explican Aroa González y Raquel Gallego, psicólogas del Proyecto Conviviendo de la Fundación Amigó.
“El cierre de los colegios puede repercutir en el desarrollo de la inteligencia emocional, ya que al limitar los contactos sociales privamos a los niños de la puesta en práctica de las habilidades vinculadas con el reconocimiento, la expresión, la comprensión y la gestión de emociones consigo mismos y con los demás”, cuentan las expertas.
Las psicólogas explican que la falta de contacto social también puede “propiciar la aparición de dificultades a la hora de afrontar situaciones sociales cotidianas como mantener una conversación cara a cara, mantener la mirada o gestionar una situación de tensión”.
Silvia Cámara, psicología clínica infantil y miembro de menteAmente, recuerda que en las etapas iniciales el juego ayuda a los más pequeños a “adaptarse a entornos fuera de la familia y divertirse con otros”.
“Es probable que los niños que nunca han ido al cole no lo echen de menos porque nunca lo han experimentado. Sin embargo, aquellos niños que han disfrutado de ir al colegio y de jugar con sus amigos, y ahora no lo pueden hacer, sí que lo pueden ver como una pérdida y a medida que pasa el tiempo puede generar miedo”, explica la experta sobre el impacto psicológico ante un clima de tensión como el que se vivió durante el confinamiento.
Las consecuencias negativas se agravan en los casos de niños o adolescentes que viven en entornos más conflictivos o con una situación familiar compleja. González y Gallego, que trabajan en intervención de situaciones de conflicto familiar y violencia filioparental con varios rangos de edades, confiesan que han visto como el confinamiento supuso un riesgo “para el bienestar de los menores”.
“En estos últimos meses, muchos hogares han visto aumentar la conflictividad familiar motivada por diversos aspectos, como la incertidumbre económica, o laboral y la conciliación”, cuentan las psicólogas. “Un clima familiar conflictivo repercute negativamente en el desarrollo y en el bienestar psicosocial de los niños, así como también de sus progenitores”, explican las expertas. Además, insisten en que es fundamental la “detección” de estas necesidades “para derivar a profesionales especializados y poder proporcionarles el apoyo necesario a estos menores y sus familias”.
Aumento de la desigualdad, brecha social y brecha digital
“Los efectos negativos de la pandemia no se han distribuido de forma equitativa”. La OMS, al igual que otros indicadores internacionales y epidemiólogos, tiene claro que la covid-19 se ha cebado con los barrios más humildes.
La desigualdad se nota no solo a nivel sanitario, sino también educativo y socio-cultural. Como recordó la profesora Margarita León en La Sexta Columna, “la escuela cumple una función de nivelador social” y si se cierran se pone en peligro una poderosa herramienta para “la igualdad de oportunidades”. Además, las familias más vulnerables y con una menor formación o nivel académico tienen más dificultades a la hora de ayudar a sus hijos con sus tareas.
Fernando Simón recordaba algunos de estos puntos hace unas semanas en rueda de prensa cuando habló de la brecha digital, que se agrandaría dejando atrás a los niños de familias con menos recursos que pueden no contar con espacios separados para cada hermano, u ordenadores y una buena conexión a internet.
Además de causar problemas a nivel académico, la brecha digital también puede impactar negativamente a nivel emocional, especialmente en preadolescentes y adolescentes. “La comparación social es una característica propia de edades cercanas a la adolescencia, ya que es un periodo en el que se forma la identidad propia”, explican González y Gallego.
“Las diferencias en el acceso a recursos tecnológicos influyen de manera determinante en el desarrollo psicoemocional en la infancia y la adolescencia, ya que la sociedad actual prima lo material y la imagen, por encima de otros valores”, cuentan las psicólogas, que señalan que estas comparaciones pueden incidir en aspectos como “la autoestima o la confianza”.