'Tina', una mujer negra, maltratada y mayor abre temporada en la Gran Vía de Madrid
Cómo una niña de clase obrera, nacida en una familia desestructurada, llega a ser una estrella mundial.
Esta semana los musicales han dado pistoletazo de salida a la temporada. A la reposición de El Rey León, nacido para eternizarse en cartelera, se han añadido varios estrenos. Entre ellos Tina, la biografía de la cantante Tina Turner que incluye sus canciones.
Un musical que atraerá primero a los fans de esta artista, que son una legión y que agotaban entradas cada vez que venía a España. Aspecto que le asegura cierta estabilidad económica si todos ellos deciden acudir a verla, algo importante en una producción de estas características. Sin embargo, poco a poco irá atrayendo porque pone encima de la mesa de una manera popular y sencilla el #MeToo, el #BlackLivesMatter, la violencia de género y la discriminación por sexo y edad.
Es cierto que lo hace con cierta hagiografía, como toda biografía en la que el personaje biografiado interviene, pero también es cierto que lo hace sin adoctrinamiento. Consiguiendo un buen equilibrio entre realidad, ficción y música.
Una buena mezcla que se ve bien y se oye mejor. ¡Por fin un musical con el volumen justo y necesario para disfrutar de la música y las canciones! Bravo por Xavier Torras y la banda. Una banda sonora que mezcla con sensibilidad las canciones traducidas con las que se cantan en inglés.
La historia es sencilla. La de cómo una niña de clase obrera de un pueblo de Tennessee, nacida en una familia desestructurada, llega a ser una estrella mundial y global. De cómo de cantar en la iglesia de su pueblo, en la que su padre era predicador y ella cantaba por el simple placer de hacerlo, llega a congregar a más de ciento ochenta mil personas para oír su Simply the best en Brasil.
Nada nuevo en el mercado de las historias de nuestro tiempo. Un tiempo en los que el relato de la vida de los artistas pop ha venido a llenar un vacío en las sociedades seculares. El que ha dejado la ausencia de historias de santos y de santas. Sobre todo si la historia es tortuosa y tiene su martirio como esta.
Un trayecto lleno de sinsabores. El del abandono de la madre, que dejó a su padre porque la maltrataba, y a ella con él. El de la relación supertóxica con Ike Turner, su marido, que vio en ella, en su voz y en su presencia escénica el vehículo para hacer popular su música y a su persona. Motivo por lo que la atrapó arrancándole una promesa y con un matrimonio. Lugar en el que Ike ejercía el maltrato y la violencia a placer, mediado por su adicción al sexo y a las drogas.
Una mujer que decidió dar el paso después de mucho tiempo y abandonarlo. Pero a la que él no estaba dispuesto a dejar escapar, consciente de que con ella se iba su gallina de los huevos de oro. Por lo que le prohibió que cantase las canciones que les habían hecho populares y les habían llevado de gira por todo Estados Unidos, incluso les habían llevado a la televisión nacional.
Una mujer que con ¡cuarenta! años era considerada mayor. Al menos, según las discográficas de los ochenta. Lo que la hacía un producto caducado para industria, y que tuvo que hacer su particular travesía en el desierto, personal y profesional, antes de convertirse en la estrella global que es y de encontrar el amor. Un amor que ella se negaba porque él tenía dieciséis años menos y eso, le habían enseñado que a las mujeres no les estaba permitido. A lo que se añadía que era blanco, algo que su familia no le iba a perdonar.
Una historia con la que las canciones de la artista, sobre todo sus hits, adquieren un significado especial. Una connotación que no tenían cuando se escuchaban en las radiofórmulas de la época y en las actuales dedicadas a la nostalgia de los ochenta y noventa. Unas canciones que ponen música al trayecto que han hecho las mujeres, en general, y Tina, en particular, en las últimas décadas.
Aunque la vida de Tina, mejor dicho, de Anne Mae Bullock, su nombre real, siga siendo, hoy en día, excepcional. Como excepcionales son todas las historias de éxito que, en el mundo capitalista, son de enriquecimiento. El dinero, su ausencia, también está muy presente en la vida de la cantante. El que no le daba su marido, aunque ella se lo ganaba, y el que negocia en su vuelta al gran circuito.
Vida, obra y milagros que la productora Stage Entertainment pone en pie con la profesionalidad que les caracteriza. Algo que han convertido en una marca de calidad. Haciendo un producto industrialmente popular, pues la inversión necesita que el público haga colas y agote entradas. Para el que no se sabe de dónde ha sacado tantos actores negros, muchos de ellos españoles, a los que es muy raro ver en el escenario, con la excepción de El Rey León, que también es de esta productora.
Actores que sobre todo cantan bien, a los que se les ve disfrutar haciéndolo, y que no actúan mal. Algunos vienen del otro lado del charco, donde dicha productora tiene un filón de artistas pero, curiosamente, muchos son de aquí. De las escuelas de musicales que hay en Barcelona que se ha convertido en la principal proveedora de recursos humanos para este género teatral que, sin embargo, triunfa y brilla en Madrid.
De esa ciudad proviene Kery Sankoh, la actriz que da vida a Tina. Que no da del todo el perfil físico, algo que supera con creces con la voz y con la actitud, totalmente de Tina. Sobre todo cuando la representa subida al escenario bailando. Un descubrimiento como resultó ser Fela Domínguez en El guardaespaldas.
Una obra que fluye porque detrás del montaje esta Phyllida Lloyd, la directora de escena que triunfase con Mamma Mia! y que de nuevo vuelve a confiar más en el recurso humano, en el elenco, que en la tramoya o en la escenografía.
Esto último lo usa de forma casi pictórica, como pinceladas sobre un escenario. Una puerta, una pared, una cama, una mesa, una borriqueta llena de vestidos, una cama de hospital. Y que llega al sumun cuando la casa arruinada de la artista la hace con dos sillas y una conversación en la que uno de los hijos le pide a Tina dinero para irse a jugar a videojuegos con sus amigos.
A lo que añade, cuando la situación lo permite, unas preciosas proyecciones que dejan intuir lugares conocidos, donde dicen estar los personajes. Dejando a cada espectador con lo que sabe de ellos. Porque lo importante no son los lugares, sino lo que les pasa a los personajes y lo que hacen con lo que les pasa.
Una directora de escena que demuestra su maestría dos veces con una misma técnica cuando, de forma sencilla, es capaz de darle la vuelta a los escenarios en los que actúa Tina Turner. Y permite ver al espectador lo que ocurre en el backstage. Donde está la vida real de los artistas. La vida con Ike, su primer marido. Y la vida con Erwin Bach, su actual pareja. Ver la diferencia entre la brutalidad americana y la urbanidad europea. La que ha sido capaz de subir a escena este musical que se hizo para el éxito y para ser popular.