¿Tienen sentimientos los animales...?
¿...O actúan solo por emociones?
Mucho se ha hablado estos últimos días acerca de si los animales tienen sentimientos o si, por el contrario, solo poseen emociones. Es difícil contestar a esa pregunta científicamente, pero los que hemos tenido la gran suerte de compartir nuestra vida con algún animal lo tenemos muy claro: los animales tienen sentimientos y como tal, los demuestran.
Como observador del comportamiento animal he visto muchas veces cómo un perro defendía a su amo de algún peligro, arriesgando para ello su propia vida. Hay quienes creen que esta respuesta es solo producto de una emoción, una reacción instintiva que le lleva a proteger a su dueño. Los partidarios de tales afirmaciones creen que el perro, a través de la domesticación, lleva grabado a fuego la defensa y el cuidado de su amo hasta las últimas consecuencias.
Puede ser verdad, pero, ¿qué decir si quien lo hace es un animal con un patrón evolutivo en el que conviven aún una parte doméstica y otra salvaje —como es el caso del gato— y protegiendo a alguien que ni siquiera es su dueño?
En cierta ocasión estuve a punto de ser agredido por una gata cuando intentaba retirar a sus cachorros de en medio de una carretera. Ella creyó que yo era una amenaza y se plantó ante mí con el cuerpo arqueado, el pelaje erizado y emitiendo el rugido característico que indicaba que estaba preparada para atacar.
Por suerte, otra gata que vivía en la calle y a la cual conocía desde hacía tiempo, se percató de lo que estaba a punto de ocurrir y, mirando a aquella fijamente, se puso también en posición de ataque y comenzó a lanzarle sonoros gritos y bufidos, cosa que hizo a la madre deponer su actitud y marcharse con sus bebés hacia la casa deshabitada en la que vivían. Una vez la gata y sus cachorros se alejaron, la gata se tranquilizó.
Podemos pensar que quizás fue solo una casualidad, dos gatas que ya se llevaran mal anteriormente y que, debido a ello, el enfado de una conmigo desencadenó la reacción de la otra. Podría ser...
Pero entonces, si no tienen sentimientos, ¿cómo hacen para educar a sus hijos para la vida?
Todos los animales educan a sus crías para la vida y la supervivencia, les transmiten cómo han de comportarse, por ejemplo, ante un humano, en cuál de ellos confiar y en cuál no, qué hacer si una persona desea hacerles daño, cómo y dónde esconderse, etc.
En relación a esta cuestión también tengo una anécdota, una de tantas, porque a lo largo de mi vida he podido ser testigo, como digo, de infinidad de ellas.
En cierta ocasión, mientras entraba en una colonia de gatos cargado con comida y agua, unos cachorros que no paraban de jugar pasaron entre mis piernas y estuvieron a punto de hacerme perder el equilibrio y caer. La madre, que caminaba también a mi lado, les dio un grito suave y a continuación les propinó un golpe a cada uno con su pata delantera en la cabeza, un golpe flojo, no muy fuerte, pero capaz de transmitir la autoridad de una madre —una manera frecuente de educarlos—. A partir de ese momento, a pesar de que siempre me acompañaban cuando les llevaba la comida a la colonia, jamás volvieron a juguetear con mis piernas.
Podríamos hablar también de todos los perros y gatos que han muerto de pena al fallecer la persona con la que convivían, pese a los esfuerzos del nuevo adoptante para hacerles sentir queridos.
O de la cantidad de animales que han esperado a su dueño durante toda su vida, como es el caso de aquellos cuyo propietario se encontraba ingresado en un hospital y ha acabado falleciendo.
De gatos como Oscar, el cual presiente la muerte y da el último adiós a los ancianos que fallecen en la residencia donde vive, permaneciendo al lado de estos.
Perros como “Moro”, en Fernán Núñez, Córdoba —en su día escribí un artículo sobre él—, que, además de presentir la muerte de los habitantes del pueblo, esperaba tumbado en sus puertas hasta que habían expirado y después les daba el último adiós acompañándolos al cementerio, siendo el primero del cortejo fúnebre.
Y tantos otros testimonios de perros y gatos —en algunos casos muy cercanos a mí— cuyos dueños padecían depresión y habían perdido las ganas de vivir; gracias al cariño y la dedicación de estos animales hacia ellos, han conseguido reponerse y seguir adelante.
Hay tantos ejemplos más que es difícil que alguien con un mínimo de sensibilidad sea capaz de decir que nuestras mascotas actúan únicamente a partir de emociones, que carecen totalmente de sentimientos y que son incapaces de dar amor.
Es una lástima que estas personas no hayan podido gozar ni un solo momento del inmenso amor que puede llegar a transmitir un animal a alguien que ni siquiera es de su misma especie.
La respuesta a la pregunta que formulé al principio es fácil. Los animales tienen emociones, sí, eso es innegable, pero también sentimientos, tanto hacia el humano, como hacia los demás animales.
Cuánto le falta por aprender al humano, que se obstina en no querer darse cuenta de lo evidente. Cuánto nos queda aún por descubrir ...
Para quien desee acompañar la lectura de este artículo con la música que sonaba de fondo mientras lo escribía, os dejo a continuación el vídeo: