Tenerife, vinos volcánicos
Siempre soñé con ver un volcán en plena erupción, acercarme lo más posible a sus ardientes ríos de lava y sentir cómo las explosiones retumban en mi pecho cual salvaje mascletá de la naturaleza.
Mientras tanto, me consuelo con disfrutar de algunos de los sabores más singulares que nos regala la naturaleza: los vinos hijos del volcán, como los vibrantes blancos de Assyrtiko de Santorini, los densos Nero D’Avola que nacen en las laderas del Etna siciliano o los placenteros Malvasías secos de nuestra magnética isla de Lanzarote, cultivados en el paisaje lunar del valle de La Geria.
Pero el gran desconocido entre estos vinos telúricos que expresan como pocos el terroir (vocablo galo que significa la expresión de un terruño, entendido como la suma de una variedad de uva, cultivada en un suelo determinado y con un clima singular, subtropical en el caso de las Canarias), es el vino de Tenerife.
Sus vinos son muy difíciles de encontrar en los estantes de las vinotecas de la península debido a la avidez de su consumo por parte de los nativos y sedientos visitantes foráneos (90%), así como por sus elevados precios por la escasez de tierra de cultivo en sus empinadas laderas. En pocas regiones españolas las vides ascienden hasta los 1.500 metros, como en el valle de Abona, en el sur de la isla de Tenerife, en las laderas del altivo Teide.
Tenerife es un continente al completo, con bosques verdes e intensas lluvias en el norte, que recuerdan a Cantabria, y un sur árido y desértico como las arenas del Sáhara; pero en todos sus fértiles valles se elabora singulares vinos, contando en la actualidad con 5 denominaciones de origen.
En el norte, influido por los vientos alisios del Océano Atlántico, con lluvias de hasta 1400mm al año (como en la comarca gallega de Rías Baixas), encontramos Ycoden-Daute-Isora, con poblaciones tan emblemáticas como Icod de los Vinos, famosa por su drago milenario; el Valle de la Orotava en el centro; y Tacoronce-Acentejo, al noreste, con la mayor concentración de viñedo de la isla (40%).
Al este se encuentra el Valle de Güimar, con viñedos cultivados desde la costa hasta 1.500 metros de altitud, mientras todo el sur de la isla pertenece a la DO Abona, con predominio de suelos arenosos blancos de origen volcánico donde predominan las variedades blancas (80%), como la famosa Malvasía y la Listan Blanca. Mientras que las principales uvas tintas más cultivadas en la zona norte, son la Listan Negro y la Negramoll, ambas autóctonas.
Canarias siempre fue famosa por sus vinos de carácter volcánico, influidos por el Atlántico, que ya en el siglo XV eran considerados los mejores del mundo, como tan sabiamente describió y degustó William Shakespeare, los Canary Sack, vinos dorados elaborados de uva Malvasía. Vinos de nariz afrutada, pero a la vez, especiada, con notas salinas y final de densidad mineral.
En una reciente cata en Madrid pudimos disfrutar de una amplia gama de estos vinos. De Tacoronte-Acentejo, el Magma 2015 de Bodegas Cráter, un blanco de malvasía y verdello, seco y ahumado. Carlos Pérez, de la familia propietaria, comenta: “los veranos en la zona norte son nublados, les llamamos panza de burro, y por ello la uva madura muy lentamente. La brisa marina del Atlántico impregna la uva, cultivada en un suelo volcánico muy fértil”. Su tinto Magma de Cráter 2016 es muy original, elaborado con Negramoll y un 15% de Syrah, que madura durante 6 meses en barricas nuevas de roble francés, con su toque frutal y especiado volcánico, fresco y de marcada mineralidad.
Una de las bodegas más conocidas de la isla es Viña Norte, con sus deliciosos tintos jóvenes, de maceración carbónica. Pero si un vino sorprende en esta bodega es Humboldt de 2001, un tinto dulce fortificado (18º) de Listan negro con 60 meses de crianza en barricas de roble, goloso, cálido con notas de pasas, de un estilo similar a un Oporto Vintage. La bodega Viña Estévez me sorprendió con un original vino tinto de una variedad autóctona poco conocida, Baboso Negro (solo 30 hectáreas cultivadas en el mundo, y están en Tenerife); su 2017 es muy frutal, de vivaz especiado y con un original final amargo.
De Vinos Lotter destacaría Finca El Lobo, de Listan (90%) y Negramoll, siendo excelentes sus vinos Laboreo 2017, mezcla de 3 uvas tintas con 7 meses de crianza en barricas de roble francés, muy ahumado y especiado; y Lotter 2015 (14º), de Listan, Negramoll y Syrah, con 12 meses de barrica, muy especiado, goloso afrutado y mineral. Interesantes también los tintos de Presas Ocampo, el joven de maceración carbónica, de Listan Negro, muy afrutado, con fresitas de bosque; y su sensacional Vendimia Seleccionada, elaborado con Listan, Merlot y Syrah, sabroso, carnoso, muy afrutado y especiado, con un placentero final mineral.
Del Valle de la Orotava disfruté con el blanco Atlante 2017, de Listan Blanco y Albillo, que madura 12 meses sobre lías, resultando muy balsámico, fresco, vibrante y de elegante amargor. Y su tinto Atlante 2017 con un 90% de Listan Negro y Vijariego Negro, que madura 12 meses en tinas de roble, de viñas viejas, cultivadas en suelos volcánicos de basalto; es un vino fresco, muy especiado (pimienta negra) y densidad mineral.
En el Valle de Güimar destacan los vinos de la bodega Viña Gómez, los blancos Nubes de Altura, con predominio de Listan Blanco, de viñas cultivadas a 1.400 metros de altitud, muy jugosos, frescos, con cierto toque balsámico. Por otro lado, en Abona, la bodega Cumbres de Abona propone unos originales vinos blancos de Listan Blanco, también cultivados en viñedos hasta los 1700 metros, y otros de Malvasía seca, como Testamento 2018, cítrico, redondo y vivaz. Aunque el más original es el Testamento Malvasía Esencia 2010, de vendimia tardía, color dorado oscuro, aroma de miel y flores, untuoso y dulce, con orejones, tostados y pasas, de equilibrada acidez.
De Abona, la región más famosa por sus vinos blancos, también me gustó el Baboso Negro 2015 de la bodega Altos de Trevejos, con 12 meses de crianza en barrica, sabores salinos y especiados de suelo volcánico, fresco y de vibrante final mineral. Y aunque en esta cata la presencia de vinos de la región de Ycoden era escasa, recordé el reportaje que escribí hace años para una revista gastronómica, ya entonces me sorprendió una bodega excavada en roca volcánica, Viñátigo, por sus originales vinos de uvas autóctonas, en especial el Marmajuelo, que acompañamos con un sensacional pescado de roca de sus costas.
En Tenerife los vinos están en plena erupción, seduciendo a numerosos aficionados con sus notas especiadas y minerales de sus suelos volcánicos. Vinos de una gran originalidad y sabores distintivos, que bien merece la pena descubrir.
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