¿Te imaginas seis mil toneladas de chatarra sobre tu cabeza?: pues no mires arriba
La basura espacial supone una creciente amenaza para las actuales y futuras misiones, pero también para las comunicaciones del planeta o la propia Estación Internacional.
¿Te imaginas que sobre tu cabeza estuviesen flotando más de seis mil toneladas de chatarra sin que nadie pudiese controlarlo? Pues -en guiño a la cinta Don’t look up- mejor no mires arriba. Esta es la ingente cantidad de basura espacial que la Agencia Espacial Europea (ESA, por su sigla en inglés) ha calculado en sus informes que se ha acumulado desde hace más de seis décadas de carrera espacial.
Lo que comenzó hace 65 años con el lanzamiento del satélite Sputnik 1 (Unión Soviética, URSS) ha generado tal cantidad de desechos en el espacio que incluso se ve amenazada la propia seguridad de otros satélites y con ello de las comunicaciones de la Tierra. No solo eso. También de las misiones espaciales en curso y futuras o la propia integridad de la Estación Espacial Internacional.
Según la ESA, hay más de 900.000 objetos entre uno y 10 centímetros flotando ahí afuera. A estos hay que sumarle 36.500 fragmentos de más de 10 centímetros que pertenecen a satélites obsoletos o cohetes sin rumbo. Y otros 128 millones de pedazos pequeños, de menos de un centímetro, en paradero desconocido.
Las cifras que maneja la NASA
Según un informe de la NASA publicado hace varias semanas, hay unos 7.800 satélites flotando sobre nuestras cabezas en estos momentos. Muchos de ellos, sin ningún tipo de actividad (o de utilidad). Tanto la organización estadounidense como la europea coinciden con Naciones Unidas en realizar una advertencia sobre el peligro que supone esta situación. Desde la Oficina para Asuntos del Espacio (Unoosa) de la ONU han reclamado un programa para reducir esta chatarra de cara a futuras expediciones y misiones.
¿De dónde sale toda esa basura espacial? Principalmente proceden de satélites en desuso, de equipo perdido por los propios astronautas cuando salen al espacio, pero también de fragmentos de cohetes e incluso de armamento (por ejemplo, en 1985, EE.UU. bombardeó un satélite de una tonelada de peso con un arma especial).
La zona en la que se concentra la mayor cantidad de esta basura espacial se corresponde con las denominadas órbitas terrestres bajas (zona LEO), precisamente donde se localiza la Estación Espacial Internacional y la mayor parte de los satélites.