Taleb para 'dummies': Jugarse el pellejo (y 3)
Los libros de Nassim Taleb están expresamente diseñados para que sean difíciles de resumir. Sus cinco ensayos para el gran público conforman un único libro que Taleb denomina el Incerto, y cada uno de sus libos tiene a su vez una estructura fractal, por lo que los cinco libros contienen sublibros, y los capítulos de cada sublibro cuentan historias que pueden tener títulos tan pintorescos y aparentemente inconexos como "por favor, decapíteme" o bien "dónde encontrar un coco". Es por eso mismo que aunque cada libro tenga una idea central no es tarea fácil resumirlos, ya que Taleb cree que un libro que puede ser entendido al ojear su sumario no merece ser leído.
El último ensayo de la serie Incerto no se ha publicado aún en español, y en inglés se titula Skin in the Game, que a falta de traducción oficial denominaré "Jugarse el pellejo". La idea central de Skin in the Game es que vivimos en una era insólita, en la que hay cada vez hay un mayor número de personas en puestos de decisión que no pagan el precio de sus errores.
Para Taleb, Juliano el Apóstata es el héroe por antonomasia: murió al frente de sus tropas alcanzado por una jabalina en la frontera con Persia mientras preparaba una fallida expedición contra sus enemigos. Y Juliano no fue una excepción, ya que 2/3 partes de los emperadores romanos sufrieron una muerte violenta. Mientras que hoy en día no es impensable que los mismos "intervencionistas" que decidieron bombardear Afganistán, Irak, Libia o Siria hicieran campaña mañana para hacer lo propio en Irán, es en cambio seguro que en el caso de que algo saliera mal no solamente no perderían ellos sus vidas, sino que es muy poco probable que lo hicieran algunos de sus hijos o incluso de sus sobrinos: el servicio militar ya no es obligatorio gracias al esfuerzo de muchos pacifistas que clamaban por el fin del mismo sin ser conscientes de los posibles efectos de segundo orden que su lucha podía generar al dejar de estar universalmente socializado el riesgo de entrar en guerra.
Es decir: hoy en día demasiados puestos de decisión contemplan un bonus para los responsables de tomar decisiones pero ningún malus, mientras que en todas las sociedades que nos han precedido el bonus estaba reservado a los que exponían su pellejo al malus. Obviamente, estos responsables no son exclusivamente altos políticos o funcionarios. En la Edad Media un banquero catalán que malversara el capital de sus clientes se exponía a ser decapitado, pero hoy Bob Rubin, antiguo Secretario del Tesoro bajo la administración Clinton y posteriormente presidente de Citigroup, se embolsó la obscena cifra de 126 millones de dólares en bonus al dimitir en 2009 de ese puesto, poco antes de que el banco fuera rescatado por el gobierno federal. Desgraciadamente, ejemplos como el anterior en el que los beneficios de la exposición al riesgo están privatizados mientras que las pérdidas se socializan abundan también por aquí.
Taleb cree que como sociedad ponemos demasiado énfasis en elevar el nivel medio de la suerte de los ciudadanos, pero deberíamos poner mayor énfasis en la necesidad absoluta de implementar mecanismos de castigo que eliminen a los actores nocivos de la toma de decisiones. Es decir, tendríamos que reclamar vivir en una sociedad en la que hubiera más bancarrotas, no un mayor salario medio.
En ese punto de su ensayo Taleb presenta la hipótesis de la ergodicidad, por la que para cada una de las partes que componen un sistema todos los estados posibles del mismo sistema son igualmente probables. Permítame el lector ilustrar este punto con el ejemplo de la vida de nuestra gloria nacional, Miguel de Cervantes.
Cevantes fue sucesivamente aprendiz de practicante, sirviente de un cardenal, soldado, esclavo, comisario de provisiones de la Armada Invencible (es decir, recaudador de impuestos) a la par que escritor, empresario fracasado, preso y dramaturgo de cierto éxito. Si asumiéramos (como simple hipótesis) que en la España del Siglo de Oro había una proporción de un tercio de jóvenes, de un cuarto de sirvientes o semiesclavos, un cuarto de funcionarios e hidalgos de provincias, un 10% de soldados y entre un 6 y un 7% de artesanos y artistas la vida de Cervantes hubiera sido perfectamente ergódica.
Thomas Piketty hace una breve aparición en Skin in the Game, y no queda bien parado. Según Taleb, el pikettismo peca de no entender la hipótesis de ergodicidad y el hecho de que sistemas como la distribución de las rentas son dinámicos, no estáticos. Por ello contesta el hecho de que Europa sea más igualitaria que los Estados Unidos, ya que en Estados Unidos los ricos no son siempre los mismos, mientras que un reciente estudio estableció que los cinco ciudadanos más acaudalados de Florencia pertenecían a familias que ya eran las más ricas en el siglo XV (es decir, su riqueza se había perpetuado durante más de 25 generaciones). Otros países europeos -como el Reino Unido o el nuestro- muestran dinámicas similares, en apariencia más igualitarias pero en realidad mucho menos meritocráticas que la lista Forbes estadounidense.
Me voy a permitir cerrar este post parafraseando al Maestro Taleb en la concusión final de Skin in the Game, con traducción libre del que esto escribe:
No a los músculos sin fuerza,
ni a la amistad sin confianza,
ni a las opiniones sin consecuencias,
(...)
ni al amor sin sacrificio,
ni al poder sin justicia,
ni a los hechos sin rigor,
(...)
ni a la virtud sin riesgos,
ni a la probabilidad sin ergodicidad,
(...)
ni a la fluidez sin contenido,
ni a la decisión sin asimetría,
ni a la ciencia sin escepticismo,
ni a la religión sin tolerancia,
y sobretodo,
nada sin jugarse el pellejo.
Y gracias por leer este post.
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