Sonsoles Ónega: "Los políticos deberían ofrecernos soluciones y no insultos"
La periodista presenta su cuarto libro, 'Mil besos prohibidos', que llega a la vez que su debut como presentadora de un 'reality': "Creo que he pecado de ingenua".
Para Sonsoles Ónega este no es un mes al uso. Recibió junio conduciendo el debate de Supervivientes, su primera vez en un reality, y este martes presenta su cuarto libro, Mil besos prohibidos. Le queda todavía un reto más: ponerse al frente del debate de La casa fuerte, en nuevo programa de telerrealidad que prepara Telecinco para cubrir el espacio que deje la aventura en Honduras ahora que llega a su final. “Me pareció una oportunidad y a partir de ahí pensé: ’¡Igual es una oportunidad un poco complicada!”, dice sobre este salto profesional.
Llegará a finales de junio cuando el libro esté ya en las librerías. La novela aterriza con retraso ya que la idea era presentarlo el 15 de abril, pero el confinamiento por el coronavirus obligó a paralizar la promoción de la que parece por su título una novela premonitoria.
Aunque es casualidad, no se le escapa la analogía entre los besos que no pueden darse sus protagonistas y los que hoy nos ‘prohíben’ dar. Le resulta imposible no hablar de lo que han sido estos últimos meses, en los que el miedo ha sido “una sensación casi obsesiva”. Miedo a contagiarse y sobre todo miedo a contagiar. Hay que seguir siendo “muy precavidos y muy conscientes de que el virus no se ha evaporado por arte de magia” por mucho que “las cifras sean magníficas”, apunta.
La presentadora de Ya es mediodía defiende que esta crisis nos servirá “para aprender a valorar la libertad”, que hemos perdido “de buenas a primeras”. “Ha sido por el bien supremo, que es la salud pública, y está bien que de vez en cuando hagamos estos sacrificios como sociedad. Estaría mejor que fuesen correspondidos por sacrificios de nuestros gobernantes, que nos deberían ofrecer soluciones más allá de insultos”
— No han estado a la altura.
No han hecho ningún sacrificio. Entiendo que el consenso implica una renuncia y hasta dónde yo sé no la habido. Quizás deban valorar el sacrificio que ha hecho la ciudadanía y jugar al mismo nivel, ponerse en el mismo plano.
— En Mil besos prohibidos el pasado es casi un personaje más. ¿Por qué tanto protagonismo?
El libro reflexiona sobre el paso del tiempo. Tendemos a magnificar la vida de antes y pensar que la actual es escasa, pero no siempre es así. A los protagonistas les ocurre. Ellos son capaces de reconstruir su pasado, a través de un encuentro casual, y a partir de ahí ser razonablemente felices, que es la aspiración de todo ser humano.
— Es verdad que el pasado marca demasiado la vida de la protagonista.
Constanza es casi una coleccionista de pérdidas. Es una mujer que se reconstruye a lo largo de la novela. Aunque también es un personaje que me permite demostrar que no somos tan transparentes como parecemos. En un momento en que nos desnudamos en las redes sociales, no somos lo que aparentamos. Todos guardamos secretos y ella los tiene.
— No somos tan felices ni nos lo pasamos tan bien.
Soy una gran defensora de las redes sociales pero no siempre enseñan al personaje tal como es. Las redes al final son instantes de nuestra vida pero no nos terminan de definir como individuos, ni en lo que somos ni en lo que sentimos.
— Es un libro de amor pero no obvia temas sociales de actualidad como la eutanasia.
En todos mis libros me gusta tratar asuntos que laten en la sociedad. Esta, al ser una novela contemporánea y una historia de nuestro tiempo, me ha permitido dibujar el paisaje de los personajes en torno a asuntos que me preocupan. La historia de Rosalinda, la madre de Constanza, es un retorcimiento de la realidad para denunciar precisamente eso, la gran asignatura pendiente de nuestro día que es el derecho a elegir cómo morimos.
— Constanza tiene que conciliar su vida laboral, bastante intensa, con sus problemas familiares y los sentimentales...
Es la vida. Las mujeres de hoy tenemos 1.500 cosas que hacer y tenemos que equilibrar.
— Pero no es fácil
Claro que no es tan fácil. Es también una asignatura pendiente. Tener una carrera profesional es complicado siendo mujer, sigue siendo complicado. No es un cliché ni un ‘me quejo todo el rato’, pero está ahí. Constanza no tiene hijos y el drama de las mujeres no está especialmente retratado en ella, pero sí está presente el sentimiento de culpa, que ha empapado principalmente a las mujeres de nuestra generación por esa necesidad de querer hacerlo todo y hacerlo todo bien. Es un sentimiento muy femenino y no fácilmente extrapolable a los hombres. No conozco muchos hombres que se sientan culpables por tener hijos o llegar tarde a casa. A ellas sí le pasa.
— En el juicio a Gerardo Barrios sale la Sonsoles periodista de tribunales. ¿Echas de menos esa faceta?
No, porque hay que superar las distintas etapas de la vida y de las carreras profesionales pero me apetecía sacar el tema. El tiempo que pasé en la Audiencia Nacional me demostró que el ser humano más poderoso puede acabar sentado en el banquillo de los acusados y quería reflejar la prepotencia del poderoso que se cree que jamás será vencido. Todo eso lo encarna Gerardo Barrios, un banquero que se cree que no le pasará nada hasta que un buen día recibe el castigo de la sociedad en un restaurante.
— El periodismo de tribunales ha queda muy atrás, ¿cómo fue el domingo en Supervivientes?
Todavía tengo el nudo en la garganta. Ha sido una experiencia brutal desde el punto de vista profesional. Explorar esos terrenos del entretenimiento del que desconozco absolutamente todo. En eso estoy: en aprender muchísimo y analizar a Jorge Javier Vázquez en las próxima galas. Aprender de él porque es un maestro de estos formatos.
— ¿Cómo preparas el reto?
No sé si hay manual de instrucciones y si lo hay no lo conozco. Sólo espero ser yo misma, tampoco puedo ser mucho más. Lo único, estar con los ojos muy abiertos y ver cómo lo hacen mis compañeros de esta cadena que tan bien saben hacer el entretenimiento. Jorge Javier, Carlos Sobera… todos los que pasan por los realities son maestros. Lo fue Mercedes Milá.
Hay otra cosa que debe ser transversal en cualquier formato de televisión: el respeto. Respeto al espectador, a los compañeros que hay en plató o en el caso de La Casa Fuerte a los que estén en la casa. Hay que tratar a todo el mundo con respeto y lo tienes que hacer cuando haces política, un reportaje en la calle o estás al frente de un reality. Estaría bien que el respeto nos contagiase a todos.
— Y respeto también al medio, ¿no?
La televisión ha tenido un papel muy importante durante el confinamiento. Ha estado encendida cuando todo lo demás ha estado apagado. Algún día habrá que colocar a la televisión el papel que merece. Ha servido y sirve de compañía a una sociedad que padece desde hace tiempo otra epidemia, en la que los poderes no sitúan el foco, que se llama soledad. Frente a la soledad está la televisión y habrá que reconocer algún día su papel como compañía terapéutica para millones de personas. Fuera de los núcleos urbanos hiperpoblados, donde no llega un servicio social a hacer compañía, llega la televisión.
— Cuando te propusieron El Debate dijiste que sí sin dudarlo, ¿te imaginabas la repercusión?
Creo que he pecado de ingenua en todo. No era consciente de la transcendencia. Dije que sí sin dudarlo porque me pareció una oportunidad de explorar un formato nuevo. En televisión todo es comunicación. Me parecía una oportunidad y a partir de ahí dije: ‘¡Oh, igual es una oportunidad un poco complicada!’ Pero iremos con las mismas ganas y la misma ilusión con la que he afrontado todo. Con los directos con Pedro Piqueras, presentar Ya es mediodía y ahora esto… Que Dios nos conserve la ilusión intacta.