¿Somos conscientes de cómo nuestros sesgos nos influyen?
Trata de responder correctamente al acertijo...
Adivina, adivinanza…
Un padre va en moto, llevando como paquete a su hijo de 10 años. Circulan a gran velocidad en un pavimento deslizante. La moto derrapa. El padre muere y el hijo resulta gravemente herido. Una ambulancia lo traslada al hospital más cercano para ser operado de urgencia. Una vez allí, avisan al cirujano de guardia; cuando entra en quirófano y ve al niño, exclama: “Me siento incapaz de operarlo, es mi hijo”.
Piensa la respuesta… es más sencillo de lo que crees: ¿La tienes? ¿Seguro/a?
La respuesta correcta es… es su madre.
Si has fallado, no te frustres, la gran mayoría de la gente no consigue acertar; de hecho, sólo el 14% de los universitarios que formaron parte del estudio consiguió resolverlo con éxito. La respuesta correcta, a priori, es sencilla, y sin embargo no es la más habitual: ¿Cómo puede ser? La explicación radica en la forma en la que nuestro cerebro trabaja con la información que recibe, llevándonos en este caso al sesgo denominado parcialidad implícita. Para comprender este fenómeno, debemos conocer cómo almacenamos la información.
A lo largo de nuestro desarrollo recibimos multitud de datos y conocimientos que el cerebro no puede procesar por completo. Por ello, dispone de mecanismos que le ayudan a filtrar los contenidos y organizarlos de manera que, cuando volvamos a encontrarnos frente a datos similares, no se vea obligado a procesarlos como novedad y consiga identificar que en el pasado ya se trabajaron. Uno de estos mecanismos es la categorización; es decir, a medida que recibimos información, se van generando grupos que almacenan datos y experiencias semejantes, lo que nos facilita y acelera el procesamiento de la información nueva. De esta manera, cuando recibimos nuevos datos, existe un mecanismo automático que los compara con los que tenemos almacenados. Si son semejantes, se incluyen en la categoría correspondiente y se aceptan como propios de ésta.
Este procesamiento automático nos permite trabajar más rápido con la información que recibimos, disminuyendo el tiempo hasta que tomamos una decisión; ahora bien, no siempre nos ayuda a elegir la respuesta correcta. Cuando esto sucede, a este mecanismo se le denomina sesgo, pues nos guía a elegir una opción no adecuada en función de experiencias anteriores. La respuesta (errónea) que la mayoría de gente proporciona al acertijo inicial se explica por uno de estos sesgos: la parcialidad implícita o inconsciente.
Este sesgo, proveniente del procesamiento automático e intuitivo, es responsable de parte de la formación de prejuicios. ¿Qué prejuicio se esconde detrás de este acertijo? Que los médicos son hombres. En el estudio inicial, existían respuestas tan insólitas como que el padre se reencarnaba en el médico, antes de decir que la cirujana era la madre; aunque si queremos rizar más la cuestión, también podría establecerse otro prejuicio: poca gente responde que el médico es el otro padre del menor (si se tratase de un matrimonio homosexual).
Ya hablamos anteriormente de la categorización, mecanismo que nos facilita el procesamiento de la información. Ligado a este concepto se encuentran los esquemas: generalizaciones que nos ayudan a manejar la información. Estos esquemas se forman desde la infancia y adquieren un gran poder en la forma en que categorizamos y analizamos todas las experiencias de nuestra vida. Y no se limitan exclusivamente a cuestiones de género, sino que también existen esquemas relativos a la etnia, religión, estatus socio-económico… Es decir, nuestra percepción y procesamiento de la información viene filtrada por nuestras experiencias y aprendizaje en la infancia; de esta forma, cuando intentamos resolver el acertijo pensamos alternativas que casi siempre involucran a un hombre, porque estamos acostumbrados a que la figura del cirujano sea masculina.
Es tal la repercusión que los esquemas cognitivos y la categorización tienen en nuestra forma de procesar la información que el Departamento de Justicia de EEUU ha decidido comenzar un plan de formación en sus agentes y funcionarios sobre la parcialidad implícita. Conocer este mecanismo nos ayuda a ser conscientes de que nuestras decisiones, cuando son tomadas por la vía inconsciente, no siempre son las más adecuadas debido a los sesgos cognitivos.
Como se mencionaba al principio, la información que recibimos a lo largo del día es inmensa, y nuestro cerebro ha de disponer de mecanismos que le faciliten su procesamiento. Sin dichos mecanismos, nos sería imposible atender a toda la estimulación a la que estamos expuestos, con lo que su existencia nos facilita la comprensión del mundo que nos rodea, haciéndonos capaces de tomar decisiones en un tiempo menor. Por tanto, el hecho de que en ocasiones nos lleven a dar respuestas sesgadas no implica que su existencia no sea beneficiosa en términos generales. Estos mecanismos nos ayudan, además, a dotar de estabilidad nuestra percepción del mundo y hacernos ser más eficientes en nuestro día a día.
Dado que la formación de dichos esquemas se produce de forma cultural y en base a nuestra experiencia, el hecho de ser conscientes de estos sesgos y de propulsar un cambio cultural en ciertas cuestiones (como la relativa al género, la etnia o los prejuicios en general) puede provocar que, a largo plazo, disminuyan estos esquemas sesgados y la respuesta al acertijo que proporcione la mayoría de la gente sea la adecuada.