Soledad Lorenzo, la mirada emocional
Con sus radiantes y vitales 80 años recién cumplidos, Soledad Lorenzo (Santander, 1937), una galerista que en la década de los 80 (valga la redundancia) ayudó a que el arte contemporáneo encontrara un sitio para respirar y enorgullecerse de existir en España, ha donado su colección de más de 400 obras -entre pintura, escultura, vídeo, papel o fotografía...) al Reina Sofía. Gracias a este gesto, los fondos del museo se enriquecerán con los trabajos de tres generaciones de artistas -historia ineludible de la plástica en nuestro país- que se irán enseñando al público en varias exposiciones. La primera de éstas, que se inaugura hoy es Punto de encuentro (hasta el 27 de noviembre).
Más que una simple colección, con obras de artistas mayoritariamente nacionales aunque hay extranjeros, como Palazuelo, Tàpies, Louise Bourgeois, José Guerrero, Gordilo, Barceló, Soledad Sevilla, José María Sicilia, Juan Uslé, Adriana Varejâo, George Condo, Ángeles Marco, José Manuel Broto, Julian Schnabel, Perejaume, Txomin Badiola, Peio Irazu, Ana Laura Aláez, Íñigo Manglano, Sergio Prego, Jon Mikel Euba o Jerónimo Elespe entre otros, la donación Soledad es un legado de vida. Demasiados años y nombres, por lo que esta dama del arte se confiesa imposibilitada de recordar cuál fue la primera obra que inició de esta cesión. "No soy nada nostálgica, no tengo nostalgias. Recuerdo y tengo presente lo que me ha aportado y me ha quitado la vida. Estoy constituida por todas esas vivencias y estoy contenta de mi vida", explica.
De todos modos y por puro amor al arte, la galerista se ha guardado un as en la manga: "Aunque los cuadros ya no son míos, lo único que he pedido al Reina es poder cambiar las obras de mi casa siempre que quiera, para no perder ese hábito de rotarlas, cambiar de escenografía, que solía hacer en mis cenas cuando inauguraba exposiciones. En realidad son las ganas de ver algo nuevo en tu día a día".
Lorenzo echó el cierre a la icónica galería que llevaba su nombre, abierta en 1986, en diciembre de 2012. Y desde luego su existencia dedicada al arte ha estrenado su última temporada, así nos lo cuenta en su casa a Thomas Canet, autor de todas las fotografías, y a mi.
Ahora que eres Soledad Lorenzo a secas, sin la identidad de una gran galería ¿cómo te sientes?
El arte sigue marcándome, porque el arte afortunadamente no es una cosa que te emocione para el momento, sino que te nutre, te hace ver la vida desde la inteligencia de la mirada. En el mundo del arte cada uno de los cinco sentidos tiene su papel y eso con los artistas, en conversaciones normales no de ponerte inteligente, aflora. Valoras ese sentido de la mirada que es emocional y que al final tienes que decir "vete a verlo" porque no hay otra solución. Aprender a valorar esa mirada para mí ha sido un enriquecimiento muy fuerte. Y por ese enriquecimiento de vida el cambio de galerista a no galerista, no me ha afectado.
He amado mucho mi profesión y sigo muy cerca. Lo esencial, que es el amor al arte, no lo he perdido.
Con tu experiencia ¿tienes algún consejo clave que darías a los galeristas jóvenes?
Hay que respetar siempre que eres un puente. Una galería no es protagonista, es un puente entre el artista y la sociedad que compra: los que lo hacen y los que lo permiten son los que realmente importan. Tú estás en medio.
Cuando veo un galerista que se cree un súperman, me parece un gilipollas. Pero somos necesarios y es un papel precioso. Si te gusta el arte, estás tratando con artistas que te educan... ¡Y te dicen cada cosa! Recuerdo un día que Jorge Galindo llegó cabreadísimo con algo que le había pasado y todo lo que decía era tan estupendo que cuando acabó le tuve que decir: "Me he enamorado de tu speech... A ver si te pasa más de vez en cuando ¡Has estado genial!".
Además de galerista, puede decirse que eras traductora y terapeuta de sus artistas...
Les tenía pillado el punto a todos ellos. Cada uno era único y eso me encantaba; también te ayuda a no aburrirte. La rareza que se habla del artista es porque su inteligencia viene de su forma de ver. Y no es la misma de un escritor, no escriben, aman ver, viven de la mirada, de la emoción visual, no de la palabra. El resto vivimos de lo que hablamos, de lo que nos contamos y tal. Es tan simple como eso.
En la sociedad es la palabra la que rige y hay otros valores que pasan desapercibidos. Los otros sentidos que tienen mucho menos protagonismo en la comunicación, son mucho más interesantes.
¿Hay alguna peculiaridad en las galerías de arte?
Hay más ellas que ellos galeristas. "Las mujeres servimos más porque los artistas hombres -en este caso son más ellos que ellas- necesitan la ayuda de la mujer. Un hombre no le va a decir a otro "chiquitín ¡quita esa cara!; u otras tonterías a manta como ¿Porqué te pones así?", ja ja. Y lo hacemos con naturalidad, porque eso del instinto de protección de la mujer.
Las galerías existimos porque el artista está perdido totalmente. Eso de abrir el estudio, mostrar lo que hacen y venderlo ¡ellos están incapacitados para eso! Suelen ser tímidos, introvertidos... ¡Están muy solitarios! Un artista plástico está pensando montones de horas en su estudio, por aquello de solamente estando te llega el pensamiento ¿Para qué íbamos a existir los galeristas?
¿Y qué opinas de las galerías online?
Mi cuadro de Juan Uslé, por ejemplo, no se puede ver bien en Internet. No creo en ello. Si pones online obras de un artista famoso, sí porque le has visto y le conoces. Pero la pintura sobretodo y el objeto -un objetito que puede ser una joyita- vistos en una foto no son lo mismo. ¿Y la escultura? ¿Desde dónde la miras? Cada cosa tiene su exigencia y la mirada necesita de la obra de arte real. Lo otro es una foto.
¿Qué opinas de las nuevas galerías que por ejemplo se centran en la ilustración u objetos de diseño?
Eso ya es otra historia y me parece muy bien que existan... Pero el artista plástico se encierra, pensando a solas y tiene que ser raro porque su vida es rara.
Un escultor tiene muchas más comunicación por la materia que la tiene que forjar otra persona, en cambio el artista plástico sólo se comunica con su mano.
¿Crees que en el siglo XXI se puede hablar de algún nuevo movimiento?
El siglo XX ha sido acojonante ¡ACOJONANTE! De no haber habido luz hasta ir a otro planeta y luego cómo se ha ido educando la sociedad. Fue otro mundo y para el arte contemporáneo... No puedes comparar.
Ahora es un momento terrible porque no encontramos nada nuevo. Alguien tiene que decir: "Oiga ¿Porqué no empezamos a disfrutar bien o a sacar al arte lo que tiene que contar? Pasa esto y eso y lo otro". Faltan cosas nuevas, todo el mundo dice Déjà vu! Hay que valorar ese Déjà vu para trabajar sobre él ¡hay que inventar cosas nuevas! Y lo digo como problema.
Incluso en el XX llegó un momento en el que todo era muy fácil hasta que llegó el punto de inflexión ¿más allá qué hay? y los artistas siempre iban más allá.
¿Tienes la sensación de que éste es el último tramo de tu viaje?
Total. De niña yo había vivido la muerte, salvo mi abuela, porque los demás abuelos estaban muertos, y de repente en cinco años se fueron mis padres, mis hermanos y la tata que era esencial en casa... No temo a la muerte, te toca cuando te toca. Vivir como he vivido que estoy fenomenal de salud y con inteligencia, a mi edad y viva, sobre todo viva, me parece un privilegio. Soy muy consciente de la muerte, pero no como horror sino como vida. Somos supervivientes, sabes que te va a tocar así que entonces aprovecha la vida.
Me sorprende mucho el miedo que hay a hablar de la muerte, es un error garrafal, la gente rechaza hacerlo y debería tocarse el tema con naturalidad porque es una realidad. A mí me ha ayudado estar en contacto con la muerte y aceptar un hecho que me va a llegar. Mis hermanos se murieron más jóvenes de lo que yo soy ahora, mi madre a los 73 y mi padre a los 80. Por eso yo, siendo la pequeña de la casa, he valorado mucho el estar viva pero con el paso del tiempo estar viva se convierte en un plus que te han dado, sobre todo si estás bien como yo. Si estuviera enferma, a lo mejor estaría deseando morirme.
Ahora sin galería ¿eres feliz?
Soy muy feliz. No tengo galería, pero ahora viendo lo que veo, que es otra cosa, me dije ¡Qué suerte, qué inteligente soy! porque se ha acabado mi etapa.
Una historia preciosa
Soledad ha tenido sus momentos bajos (por la pérdida de muchos seres queridos), de esos que traslucen el sentido latente de su nombre: "Estaba en la calle en un día cálido como el de hoy y me encuentro un perro tumbado al sol que parecía estar solo. Me acerqué, le acaricié y le dije: "¡Jo macho que solos estamos!", no había un alma alrededor. Él se levantó, se sacudió y empezó a andar detrás de mí. Yo le miraba, y seguía detrás. Se me cruzó por la cabeza "se va a querer meter en casa y me da miedo no querer echarle". Cuando llegamos al portal y cuando vio que yo torcía hacia la puerta de la casa se sentó y se me quedó mirando, fue emocionante; pensé ¡Me ha acompañado! Metí la llave en la cerradura, vigilándole para ver cómo reaccionaba. Por las dudas abrí totalmente la puerta para ver cómo reaccionaba y seguía mirándome. Entré y la cerré muy lentamente y antes de que acabara, cogió y se volvió por donde habíamos venido. Y de repente di un berrido de alegría y me dije: "Nunca más me voy a encontrar sola, siempre va a aparecer algo que me acompañe". Fue algo que me sirvió mucho, descubrir que una cosa muy simple te salva".
Este post se publicó originalmente en el blog de la autora.