Quién dijo que había muerto la socialdemocracia: Europa vira a la izquierda
La victoria de la izquierda en Noruega, que tiñe de rojo a todos los países nórdicos, y la augurada victoria del SPD en Alemania constatan un cambio de tendencia.
Los ciudadanos europeos se están empeñando en rebatir con sus votos ese mantra de los últimos tiempos de que la socialdemocracia estaba muerta. No lo está, vuelve a los Gobiernos y ya no se puede hablar de casos aislados, coincidencias o coyunturas. Hay viraje, como constata la reciente victoria en Noruega, la semana pasada, o la esperable en Alemania, este mismo domingo. Si hay o no cambio total de ciclo lo dirán los días, pero que la izquierda europea cobra fuerza es una realidad.
Actualmente, el mapa para los progresistas era desolador: como se puede ver en el cuadro resumen elaborado por el CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), sólo hay un Ejecutivo puro de izquierdas en la Unión Europea, el de España, más seis de centro-izquierda: Dinamarca, Finlandia, Malta, Portugal, República Checa y Suecia. Saliendo de la Unión pero no del continente, se suman Albania, Kosovo y Macedonia del Norte, también de centro-izquierda. Nada más.
En estos días, el estallido de entusiasmo entre la izquierda europea ha venido del norte. El bloque opositor de centroizquierda en Noruega, con el Partido Laborista como líder, ganó las elecciones el 13 de septiembre, tras ocho años de mandato conservador. Cantó victoria Jonas Gahr Støre, un millonario de 61 años que ha sumado a su país al club progresista de los nórdicos y ahora, por primera vez en 60 años, todos los Gobiernos de la zona son de izquierda, a la espera de ver qué pasa con las elecciones de este día 25 en Islandia, con pronóstico incierto.
Los laboristas noruegos han ganado con un lema tan sencillo como “gente común y corriente”, pero que era necesario rescatar, porque el famoso modelo escandinavo de bienestar se había deteriorado en los últimos años, arrastrado por políticas neoliberales y con líderes socialistas incapaces de ofrecer alternativas firmes.
Este domingo, los socialdemócratas pueden sumarse otro tanto si el candidato del SPD alemán, Olaf Scholz, ganan las elecciones que ponen fin a 16 años de mandatos de Angela Merkel. Es el favorito en las encuestas pero, aún así, no pasaría del 25 o 26% de los votos, por lo que debería sí o sí buscar apoyos, posiblemente de dos partidos más. No hablamos de la izquierda más izquierda de Europa y estaría débil por las alianzas, pero una cancillería en el país más poderoso del continente vale una barbaridad.
Scholz tiene visos de ganar por su enorme parecido con Merkel, un perfil de político serio y prudente, trabajador y poco escandaloso, de pocas meteduras de pata. Ha sido ministro de Finanzas y vicecanciller con Merkel durante los últimos cuatro años y es del ala más centrista de su partido, pero aún así ha aportado a la campaña un tono más social. El país, como todo el continente, afronta sobre todo retos esenciales como la pandemia sanitaria y la económica causada por el coronavirus, la reducción de las desigualdades y la lucha por la emergencia climática.
Temas que han estado presentes también en Noruega y que han atraído a electores que están en una fase nueva: el covid-19 ha obligado a mirar las prioridades de la sociedad, de la comunidad. Ha vuelto a primera línea la necesidad de ofrecer buenos servicios públicos, empezando por la sanidad y la educación o el cuidado de mayores, se ha reforzado la preocupación por la ciencia y el cuidado del medio ambiente, se han rebajado las dosis de individualismo y se ha incrementado el sentimiento europeo, todos a una con las vacunas.
También las encuestas dicen que la ciudadanía está empezando a reconocer de dónde vienen algunas ideas de hondo calado en los tiempos recientes, como la renta mínima, los planes de industria verde, la lucha contra el fraude fiscal o el feminismo como prioridad en la agenda.
Hay otros detalles que han mejorado la posición de la izquierda europea. En Italia, por ejemplo, donde gobierna alguien tan poco sospechoso de ser socialista como Mario Draghi, las necesidades del Ejecutivo de unidad han llevado a la entrada de varios socialdemócratas como ministros clave para el empleo, la salud, la defensa y la cultura.
Y aunque con pocas esperanzas, la izquierda también tiene nuevas ilusiones en Francia, donde la alcaldesa de París, la española Anne Hidalgo, ha anunciado su candidatura por los socialistas a las elecciones del año que viene, en las que se espera una lucha a muerte entre los liberales de Emmanuel Macron y los ultras de Marine Le Pen. Su partido está hundido, las encuestas no le dan más de un 7 u 8 % de los votos, de llegar a El Elíseo ni hablamos, pero la elección de su figura puede mejorar esos datos y aumentar sus posibilidades, al menos, de tener voz, de pintar algo. El histórico socialismo francés está casi desaparecido y la ola general le puede ayudar a subir, aunque no sea determinante.
En transformación
La izquierda, en las citas que ha tenido y tiene estos meses por delante, hace bandera de sus valores y les saca rendimiento, también, en un momento en el que la derecha tampoco tiene especial poderío. Una socialdemocracia que ha visto que tenía que volver a mirar en sus orígenes y que, además, se ha tenido que adaptar, una característica en la que ahora está demostrando ser más flexible que la derecha. El fin del bipartidismo ha llevado a mayorías con apenas un cuarto del total de votos -¿quién logra ya un 40%?- y a sellar acuerdos con partidos a un lado y al otro de la socialdemocracia. España, con el PSOE y Unidas Podemos, es un ejemplo.
La entrada de formaciones verdes en las alianzas han llevado a los socialistas de siempre a reforzar sus políticas ambientales para captar a ese electorado preocupado. “El rojo es el nuevo verde”, dicen en sus carteles en Bélgica. Más socialdemocracia, además, está sirviendo para alejar del poder al populismo y la ultraderecha, que no tienen con quien pactar.
Los últimos cinco años habían sido muy malos para esta corriente. La crisis de 2008-2012 trajo consigo consecutivos gobiernos de derechas en Europa, un aumento de los nacionalismos y los proteccionismos, donde el progresismo malamente mete cabeza. Tiempos de Brexit, de Donald Trump, de Vox, que van pasando o pierden cierta intensidad. En EEUU ha llegado el demócrata Joe Biden y hasta lo llaman “rojo” por algunas de sus políticas (salud, impuestos, ayudas a familias, infraestructuras), por más que en otras (inmigración o política exterior) desmientan la apuesta. El entorno general es más favorable. Los nuevos triunfos, especialmente el de Alemania, pueden ser un punto de inflexión que demuestren que ese tiempo ya va cambiando.
Y qué espera el socialismo español
El socialismo español mira con optimismo este cambio en Europa y siempre apelando a la prudencia de los pactos posteriores en Alemania. “Nadie pensaba antes del verano que se podía dar esta situación”, comentan fuentes socialistas que se mueven por las altas esferas de Bruselas.
Además, desde Ferraz recuerdan que Pedro Sánchez tiene muy buena conexión con Scholz, con el que ha protagonizado algunos actos. Y desde la sede socialista reivindican que España puede servir de inspiración para los gobiernos progresistas europeos después de esta época dominada por los conservadores.
Por eso, confían en una victoria del SPD, aunque auguran que todo estará “muy abierto” para formar el futuro Gobierno y que pueden tardarse meses en ver el resultado final en Berlín. A los socialistas les gusta el perfil del alemán con carácter “presidencialista” y con un tono muy europeísta.
El Partido Popular Europeo, comentan desde el PSOE, si pierde Alemania, se va a quedar sin apenas referentes en Europa: Grecia y algunos países del este. En cambio, Moncloa tendría a su lado gobiernos como Alemania, Portugal y los nórdicos. Y es que ninguno de los grandes países tendría un primer ministro ‘popular’ (Francia está en manos de Macron y Draghi tiene un carácter tecnócrata en Italia).
Desde las filas del PSOE en Bruselas dicen que si se hacen con la cancillería los socialdemócratas, supondrá “consolidar el cambio en la UE de la austeridad a la solidaridad”. Y esto podría suponer continuar con la política de la Comisión iniciada durante la crisis del covid: “No sería un espejismo”.
No son tan optimistas respecto a Francia, donde el Partido Socialista, comentan en Ferraz, está “malito”, pero tienen esperanzas en que Anne Hidalgo (con muy buena relación con Sánchez) pueda mejorar los resultados. Eso sí, advierten de que para que haya posibilidades para llegar al Elíseo tendría que pasar un Baron Noir y que toda la izquierda fuera junta. Si van por separado, auguran las fuentes, en la segunda vuelta llegarían solo Macron y la ultraderechista Marine Le Pen.