Silvia Álava: "Eso del Blue Monday no e-xis-te"
"Ser feliz implica entender la vida y comprender muy bien cómo me estoy sintiendo", asegura la psicóloga y autora de '¿Por qué no soy feliz?'
Pocos días del año se habla más sobre felicidad que en este famoso Blue Monday o, supuestamente, el día más triste del año. Una etiqueta que no se cree Silvia Álava, doctora en psicología clínica y de la salud y autora de varios libros, entre ellos ¿Por qué no soy feliz?, que acaba de llegar a las estanterías.
Defensora de no denostar la tristeza y de que la felicidad tiene mucho que ver con conocerse a uno mismo y saber regularse, cuenta a El HuffPost qué piensa de todos esos mensajes hiperpositivos de ‘si quieres, puedes’ o cuál es su experiencia en consulta desde que estalló la pandemia.
Este lunes es el llamado Blue Monday, ¿qué opinión te merece este día?
Lo primero que tenemos que saber es que el Blue Monday no existe, no está basado en ningún tipo de evidencia científica, salió de una acción de marketing de una compañía aérea. ‘Es lunes, cuesta de enero, hace frío, no estamos consiguiendo objetivos... en base a eso montamos una campaña publicitaria diciéndole a la gente: ¿Cómo estar mejor en el Blue Monday? ¡Cógete un billete de avión!’.
Vamos a ser serios, eso del Blue Monday no e-xis-te. Cada uno puede sentir tristeza un día del año y, es más, tampoco tendríamos que demonizar la emoción de la tristeza o colgarle ese sambenito de que es una emoción mala. No es mala, es desagradable. A nadie nos gusta sentir tristeza, pero es buena, porque nos da información de que nos ha ocurrido algo y nos permite hacer una labor de introspección para buscar la solución.
Otra cosa diferente es cuando no tenemos un día triste, con una cosa puntual que nos esté generando tristeza, sino que estamos con un estado de ánimo muy bajito un día detrás de otro durante meses. Empezamos a sentir que no tenemos fuerza, que no tenemos energía, que nos cuesta mucho experimentar emociones agradables, que nos cuesta la carga del día a día... ahí sí que habría un problema.
Cuando tropezamos con un mal día, no una racha de éstas de las que hablas, ¿qué podemos hacer, qué estrategias hay para remontarlo?
Todos tenemos días buenos y malos, que estar bien las 24 horas del día y los 365 días del año es una falacia. Lo importante es contar con herramientas y estrategias que nos ayuden a entender lo que nos está pasando. Hay pacientes que me dicen ‘Ni yo mismo me entiendo, no sé qué me pasa’. Lo primero es aprender a identificar las emociones para a partir de ahí trabajar en la causa.
Y lo que es más importante, en cómo lo regulo: qué estrategias puedo hacer para que, en un momento determinado, esta emoción a la que he dado importancia, a la que ya he puesto nombre decir ‘oye, la voy a parar un poquito o la voy a poner en stand by, voy a intentar hacer cosas que me eleven el estado de ánimo o, si hace falta, voy a coger una canción y voy a utilizar la música como facilitador emocional para generar otro tipo de emoción...’.
¿Cuál sería tu definición de felicidad?
Por ahí empieza el libro, con qué es ser feliz y qué no es ser feliz. Ser feliz no significa que tenga que estar bien, que todo tenga que ser divertido, fantástico, esos mundos de yupi o el país de la piruleta... Ser feliz implica entender la vida y comprender muy bien cómo me estoy sintiendo, qué es lo que me está pasando, y contar con estrategias y herramientas que me permitan incrementar el bienestar emocional, sentirme mejor o más a gusto.
¿Se tiende mucho a creer o a pensar que la felicidad es un destino o un estado que tiene que ser permanente?
Es que hay muchísimos mitos respecto a la felicidad: ‘la felicidad hay que buscarla, ¡sal a encontrarla!‘. No, perdona, ni hay que salir a por ella ni es un destino, más que nada está en ‘vamos a conseguir este bienestar emocional en nuestro día a día’. Sentirnos bien, en calma, en paz, a gusto con nosotros mismos, sintiendo que nuestra vida va más o menos dirigida donde queremos, pero entendiendo que tendremos días malos, que vamos a sentir emociones desagradables y que aunque haya veces que quiero ir a ese sitio que me he propuesto, también a veces iré en dirección contraria. Pero cuando yo ya sé que voy en dirección contraria, ya sé que en un determinado momento tengo que dar marcha atrás.
El problema es muchas veces, muchas personas que vienen a vernos y que te dicen ‘Yo no sé cómo he llegado a esta situación. Cuando me he querido dar cuenta ya estoy donde no quería estar’. Y muchas veces eso es por una ausencia de toma de decisiones, ‘he ido en la vida con el piloto automático puesto donde me ha ido llevando y nunca me he parado a decidir qué es lo que yo quiero hacer’.
Mencionas la palabra calma asociada a felicidad, pero a veces se asocia a grandes hitos de nuestra vida o a grandes momentos, ¿no es contradictorio?
Al final lo que hacemos es reivindicar esas emociones de intensidad baja, de energía baja, como puede ser la calma. Es que no podemos estar todos los días haciendo cosas muy intensas emocionalmente. El truco está en aprender a vivir más desde la calma, desde la serenidad, desde disfrutar las pequeñas cosas del día a día.
Recuperamos por ejemplo uno de los experimentos clásicos de Martin Seligman que decía ‘vas a escribir tres cosas cada día que te han hecho sentir bien’. Y no tiene que ser ¡euforia!, ¡alegría!, a lo mejor es esa paz. Y tal y como tenemos la situación hoy en día con esta crisis que ya va para dos años, vamos a reivindicar esta emoción de la calma y de la serenidad porque nos hacen falta.
El libro lo has escrito durante la pandemia, que ha impactado en la felicidad de todos. ¿Cómo ha sido tu experiencia en consulta en este tiempo?
He notado que la pandemia nos ha pasado una factura de salud mental a todos: niños, adolescentes y adultos. ¿Qué es lo que nos encontramos los psicólogos? No hay más que verlo, las consultas están a reventar. Ya veníamos con una salud mental un poquillo más frágil y la pandemia ha sido ese remate, por así decirlo.
¿Qué nos ha ocurrido? Que antes de la pandemia todos teníamos pequeñas estrategias de regulación emocional de las que no éramos conscientes, que servían para eso de recargar pilas. Podíamos tener días estresantes, pero luego teníamos esas válvulas de escape de ’voy a quedar con mis amigos, me voy a tomar algo, voy a hacer una escapadita...′ y la pandemia nos lo ha cortado.
¿Qué es lo que tenemos que hacer? Un esfuerzo mucho más real, me tengo que parar a ver qué es lo que me está pasando, porque con todo esto experimento situaciones mucho más desagradables, pero las estrategias que tenían ya no funcionan porque muchas de ellas ya ni las puedo llevar a cabo porque el momento no lo permite. Tengo que aprender estrategias nuevas.
Se ha incrementado mucho el número de consultas en niños, en adolescentes leía el otro día que un 250%. En ellos se han incrementado mucho los trastornos de conducta alimentaria, de ansiedad, muchísmo las ideas autolíticas (de suicidio y autolesiones); en niños hemos visto que se ha incrementado muchísimo la ansiedad, incluso trastorno de estrés postraumático, trastornos del estado de ánimo y depresión. Y en adultos, más de lo mismo. Se ha incrementado mucho tanto en la prevalencia —es decir, la cantidad de casos—, como en la gravedad.
Vaya panorama...
Es el real, en ningún momento en el libro queremos ofrecer una visión edulcorada de ‘¡piensa en positivo y las cosas salen bien!’ Eso no funciona. Pensar que ‘tú puedes’ no funciona, a veces es que nos estamos poniendo una meta que es inalcanzable. Una parte importante es aceptar nuestra realidad y aceptar las cosas como son.
Precisamente quería preguntarte sobre si han hecho daño o han sido contraproducentes todos esos mensajes ultrapositivos, ya veo que sí.
Sí, porque al final nos hemos creído el ‘si piensas en positivo, todo va a ir bien’ y parece que entonces si me va mal es porque no lo he pensado suficientemente en positivo. No, no, es que hay veces que no se puede, lo siento mucho. Una labor fundamental es ‘analízate, conócete a ti mismo’. ¡Esto ya estaba escrito en el Templo Apolo de Delfos en la Antigua Grecia! Si te conoces a ti mismo sabrás que hay cosas que puedes hacer, pero otras que no, por mucho que te digan ‘si quieres, puedes’. Es mejor aceptar en todo momento cuáles son nuestros puntos fuertes, pero también cuáles son nuestras limitaciones para poner el foco en lo que en un determinado momento sí se puede.
El país de la piruleta no existe, a veces se trata de dejar de ser tan terrorista, tan tremendista, tan catastrófico en nuestra forma de ver el mundo. ‘Todo está mal, todo va mal’, ¡no! Hay muchas cosas que son muy complicadas y muy desagradables, y sí que es verdad que hay catástrofes, pero concretas, no todo está mal. Se trata de aprender a ser realista, no idealista tampoco.
Y esto en tiempos de las redes sociales, en las que solo vemos la cara bonita de los demás, también lleva a mucha frustración, ¿no?
Hay un capítulo que lo hemos llamado ¿Quieres ser infeliz? Sigue a tu vecino en redes. Las redes sociales fomentan lo que se llama la comparación social. ¿Qué imagen damos en ellas? Todo es fantástico, estupendo, con fotos superdivertidas, monísimas, con un montón de filtros... No es la realidad, sino la imagen que queremos dar, un escaparate en el que cada uno vende su mejor producto.
Muchas veces en redes sociales vamos viendo a los demás y entramos en esa comparación: ‘Es que mi vida no es tan guay, yo no hago tantas cosas divertidas’. Seguramente esa persona tampoco, pero justamente lo que cuelga es eso. Hay que evitar esa comparación social, no decir que las redes sociales sean malas: no son malas en sí mismas, sino en cómo las estás utilizando.
En la misma portada dices ‘Vive y disfruta sin complicarte la vida’. ¿Tendemos a ponernos trampas a nosotros mismos, nos complicamos en exceso?
Muchas veces nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. En uno de los capítulos hablamos del director de cine interior, ¡qué películas mentales nos montamos en la cabeza, que además nos creemos como ciertas! Y hablamos mucho de la rumiación, el dar mil vueltas a algo que ya ha ocurrido. Se trata de, la parte que depende de nosotros, ponerla a nuestro favor, no en nuestra contra.
Vamos a caer en la cuenta de cómo nos estamos hablando, si estamos siendo demasiado catastrofistas, negativos, tendiendo a tener todas esas ideas irracionales, y tratándonos con cariño. ¿Has pensado si eso que te está ocurriendo, que estás dándole vueltas en la cabeza, le hubiera pasado a tu amigo, qué le dirías? Seguramente serías tan incisivo, ¿a que serías mucho más amable? Vamos a probar a ser amables con nosotros mismos y a tratarnos como si fuéramos nuestros amigos y no nuestros enemigos.