Siete claves psicológicas para afrontar la desescalada
Ya no hay nada seguro (el covid-19 nos lo ha demostrado), ni que dure para toda la vida.
Artículo escrito por José Zurita con Macarena Chías.
La crisis del covid-19 ha sembrado de miedo el mundo, y todos sabemos que el amor es el antídoto del miedo. Necesitamos potenciar todo lo que tenga que ver con la orbita del amor. Hablemos de las hormonas: Adrenalina y Cortisol (las hormonas del miedo), debemos contrarrestarlas potenciando la Oxitocina (abrazos afectuosos de más de 20 segundos), la Dopamina (relacionada con el amor y los logros), Serotonima (aparece cuando te sientes importante para otros) y Endorfinas (aparecen con el ejercicio físico, relaciones sexuales y el baile). Cuando nos damos un abrazo de más de 20 segundos con alguien con quien tenemos un vínculo afectivo más o menos potente segregamos Oxitocina (la hormona de la confianza y el amor), y en menor medida Dopamina y Serotonina.
Esta crisis nos ha enseñado los valores de la solidaridad (a este virus lo vencemos entre todos) frente al egoísmo imperante en la antigua normalidad. Necesitamos potenciar los valores solidarios, sentirnos un equipo con el resto de personas con las que convivimos, incluyendo vecinos, compañeros de trabajo, etc.
En este confinamiento hemos recuperado experiencias que teníamos olvidadas o incluso que no habíamos vivido hasta ahora, como pasar días y días en familia
compartiendo teletrabajo, tareas escolares, charlas, limpieza, orden, juegos, etc., y estamos descubriendo la importancia que tienen estas cosas para vivir feliz. Cuidados de salud y económicos, hacer frente al fast food, derroche y compras compulsivas, el ser frente al hacer, la calma frente a las prisas, la tranquilidad frente al ruido.
Cada vez son más las noticias que relacionan esta zoonosis que ha provocado la pandemia con la destrucción de la naturaleza, el cambio climático y desaparición de ciertas especies que hacían de corta fuegos de varios tipos de patógenos. Decir adiós al consumismo, al culto a la imagen y a quemar la vida.
Hacer de cada momento del día un espacio de disfrute y crecimiento, frente al vacío que supone la superficialidad. Conectar con la espiritualidad de cada uno. Podemos centrarnos en lo que estamos haciendo con una conciencia plena. Disfrutando de lo que hacemos a la vez que aprendemos y nos sentimos productivos.
Buscamos continuamente la seguridad porque la incertidumbre nos da miedo. Ya no hay nada seguro (el covid-19 nos lo ha demostrado), ni que dure para toda la vida. Cada día es una aventura que podemos vivir desde la confianza, expulsando el miedo de nosotros y acostumbrarnos a vivir en la incertidumbre, ya que así es la realidad. Debemos aprender a hacer con miedo lo que antes no hacíamos por miedo.
Somos una especie social que necesita el contacto físico y los vínculos afectivos para vivir. El confinamiento nos puede dar una falsa sensación de protección, y esto nos puede motivar a quedarnos mucho más aislados de lo que puede ser sano para las personas. Necesitamos mantener las medidas de seguridad oportunas, pero buscar ese contacto afectivo en cuanto podamos. No debemos dejarnos arrastrar por el denominado “Síndrome de la Cabaña” que tiende a atraparnos en el aislamiento “protector” de nuestra casa, olvidándonos de que para nuestra salud psicoemocional es necesario el contacto social y afectivo con las personas que nos rodean. Lo que será bueno es que nos forcemos poco a poco a contactar, a salir, a relacionarnos de nuevo pero de una forma más consciente, valorando mucho más lo que hemos perdido en este confinamiento.
Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.