Si quieres hablar como un jefe, presta atención a esto
Cuando eres jefe o aspiras a hablar como tal, te conviene que tus ideas se escuchen y se entiendan.
Se me ha pegado la expresión de un antiguo jefe y ahora no puedo parar de decir no te preocupes cada vez que tengo que confirmar un mensaje en el trabajo. ¿Que un proyecto va con retraso? No te preocupes. ¿Que elogian un trabajo mío? No te preocupes. ¿Que he solucionado un error? No te preocupes.
No te preocupes y todas sus variantes son expresiones amables para quitar hierro a un asunto, pero también pueden socavar tu autoridad, según cómo las digas. El modo en que transmites autoridad depende de cómo la perciban tus empleados.
Cuando eres jefe o aspiras a hablar como tal, te conviene que tus ideas se escuchen y se entiendan. Esto es lo que opinan los lingüistas y expertos en planificación profesional sobre cómo debe o no debe sonar el lenguaje de un buen líder.
Cuando utilizas la expresión no te preocupes de forma indiscriminada, puede provocar el efecto opuesto, ya que el oyente interpreta que antes había un problema del que debía preocuparse. En otras palabras: el propio uso de la palabra preocupes transmite la idea de que la situación anterior no era buena.
Esta clase de lenguaje puede dar la impresión negativa de que percibes a las personas como problemas o preocupaciones, según Judith Humphrey, fundadora de la empresa The Humphrey Group. “Haces que la otra persona piense que es un problema, pero que vas a hacer la vista gorda”, señala.
La labor de un jefe no es solo informar, sino también desarrollar empatía entre los trabajadores, y un no te preocupes tal vez incite preguntas indeseadas sobre el rendimiento de un compañero. Imagínate que un jefe le responde a un empleado no te preocupes después de decirle que ha reducido ligeramente su producción.
“Aunque el objetivo sea reafirmar tu superioridad, las consecuencias inconscientemente son negativas. Yo diría algo como: por mí, bien, seguro que sale genial. Se trata de sustituir las palabras negativas por palabras positivas”.
Otras variantes positivas son me encantaría, un placer o por supuesto.
El verdadero desafío que plantean los patrones de lenguaje en el trabajo es que todo el mundo se cría aprendiendo un patrón determinado y cuando esa persona se convierte en jefe piensa que su estilo lingüístico es el más adecuado. Deborah Tannen, profesora de Lingüística en la Universidad de Georgetown y autora de Talking From 9 to 5: Women and Men at Work, ha escrito mucho sobre los distintos tipos de lenguaje que se usan en el trabajo.
“La solución es que la gente se convierta en observadora de sus propias interacciones. Si no te gusta cómo está saliendo algo o alguien ha reaccionado de forma extraña, da un paso atrás y pregúntate: ’¿Es posible que la forma en que haya dicho algo haya causado esa impresión o haya surtido ese efecto?”.
Tannen asegura que no te preocupes puede sonar poco profesional y menoscabar tu autoridad, y señala que aceptar un agradecimiento por hacer tu trabajo es algo peliagudo. “Tampoco te interesa decir de nada como si estuvieras insinuando que le has hecho un gran favor”. Prueba otras expresiones como “un placer”.
Utilizar un lenguaje que menoscabe tus conocimientos puede ser contraproducente dependiendo de quién lo oiga. Stacey Abrams, antigua candidata a gobernadora de Georgia, recuerda en su libro Lead From the Outside que al inicio de su carrera solía recibir consejos sobre cómo responder a los elogios.
Cuando alguien me hacía un elogio, yo me quitaba méritos. Solía dar las gracias y añadir: “Cualquiera podría hacerlo”. Un día, una legisladora veterana quiso hablar conmigo en privado. “Tienes que dejar de regalar tu poder”, me advirtió sin rodeos. Le pregunté qué quería decir con eso y me respondió: “Si estos hombres piensan que eres más lista que ellos, deja que lo piensen. Eso significa que acudirán a ti cuando necesiten asesoramiento y que tú les podrás ayudar, pero también significa que seguirán tu ejemplo. Si sigues diciendo que no eres nada especial, empezarán a creerte”.
Evidentemente, utilizar un lenguaje que menoscabe tu autoridad, como cualquiera podría hacerlo o no soy ningún experto no te hace ningún favor como líder a la hora de transmitir la idea de que sabes lo que haces. Encabezar órdenes con expresiones como no sabría decirte o no estoy seguro reduce tu autoridad, ya que el empleado interpretará que has tomado una decisión sin saber cómo va a salir.
“[Hay jefes que] utilizan expresiones que merman su autoridad pensando que así dan poder al equipo, pero en realidad incomodan a los trabajadores porque suenan demasiado vacilantes, inseguros y faltos de liderazgo”, advierte Humphrey.
También es importante darse cuenta de que las mujeres en cargos de liderazgo afrontan un injusto escrutinio añadido a la hora de demostrar su capacidad de asumir la responsabilidad de sus ideas. Tannen pone el ejemplo de una mujer a la que le aconsejaron que usara menos veces el nosotros y que se llevara el mérito de sus ideas, pero cuando empezó a usar más el yo, la criticaron por ser demasiado agresiva y por darse autobombo.
“Las expectativas que tenemos de una persona con autoridad y de un hombre en general son muy similares entre sí, pero las expectativas que hay de las mujeres y de la autoridad no encajan. Cualquier cosa que haga una jefa para cumplir una expectativa incumple otra expectativa. Eso es lo que le sucedió a aquella mujer”, explica Tannen.
No hay poses de jefa ni control de las inflexiones ascendentes de la voz ni ninguna otra solución individual que valga para que una jefa segura de sí misma pueda hacer frente a los problemas sistémicos que afronta en el trabajo. Un estudio sobre ingenieros de una empresa tecnológica descubrió que los hombres lo tienen más fácil para transmitir una imagen de seguridad que las mujeres. “Cuanto más seguros parecían ser los ingenieros, más influencia tenían en la empresa”, afirma el estudio de 2017. “Las mujeres solo podían transformar esa imagen de seguridad en influencia sobre los demás cuando también mostraban una marcada conducta prosocial o una fuerte motivación por ayudar a los demás”.
La dinámica de género también explica por qué las mujeres utilizan amortiguadores del discurso para no decir directamente lo que quieren decir. Tannen comenta que la mayoría de los hombres piensa en la jerarquía y en quién supera a quién en una interacción, mientras que la mayoría de las mujeres tiene más en cuenta la empatía y a la otra persona. “Las mujeres pensarán más en: ‘¿Esto nos une o nos desune?‘, mientras que los hombres tenderán a pensar más en: ’¿Hará esto que una persona esté por encima o por debajo de otra?”, apunta Tannen.
Puedes percibir esta dinámica cuando recibes o no recibes una disculpa, o cuando te dan una orden en forma de petición que puedes rechazar. Sirva como ejemplo una presidenta que le pedía a su secretaria que hiciera una tarea diciendo: ”¿Me puedes hacer un favor?”. La pregunta era meramente formal, no estaba pidiendo un favor de verdad. Su secretaria sabía lo que quería decir y apreciaba ese tipo de lenguaje, pero cuando otro jefe la oyó, habló con la presidenta en privado para recordarle que ella era la que mandaba. Al jefe le preocupaba que la presidenta se rebajara en público, pero desde la perspectiva de la presidenta, era su alto cargo el que le permitía formular una orden en forma de petición.
“La persona que estaba al mando no daba órdenes a gritos porque no le interesaba restregarle a los subordinados que estaban obligados a hacer lo que les había dicho”, indica Tannen. “Es evidente que eres el jefe y los demás, los subordinados; van a hacer lo que mandes, pero pueden interpretarlo como: ’La jefa piensa que no tiene autoridad”.
Hablar como un jefe implica volverse “multilingüe” equilibrando los tipos de lenguaje que se usan en el equipo con un lenguaje que comprendan las personas que están por encima de ti. Una solución para corregir cualquier malentendido es reiterar lo que quieres decir.
“No tengas miedo de metacomunicarte, de hablar sobre la propia comunicación”, aconseja Tannen. Cuando dices que lo sientes, puedes recalcar que lamentas lo ocurrido, no que te estás disculpando.
“Si un jefe no quiere sonar demasiado autoritario, puede decir algo a medio camino entre ‘¿Puedes hacerme un favor?’ y ‘Quiero esto en mi escritorio’, y optar mejor por un: ’Me gustaría tener esto preparado a las 15:00, ¿te puedes encargar?”, concluye Tannen.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.