Sí hay caso: el miedo al feminismo
La pandemia ha constatado carencias del sistema que las feministas llevan décadas denunciando.
Sí, hay caso, pero no tiene nada que ver con la responsabilidad del 8M en el número de contagios por coronavirus. Lo que habría que plantearse es por qué es un tema que lleva semanas acaparando titulares, criminalizado por la derecha y cuestionado por la Guardia Civil. Sí, hay caso: el del odio y el señalamiento al feminismo.
Por supuesto que hay caso. El de por qué ha sido llamado a declarar el delegado del Gobierno en Madrid por autorizar una manifestación cuando las manifestaciones no se autorizan, se prohíben. O por qué se han enviado dos de los informes de dudosa veracidad. O por qué un caso con más lagunas que Escocia ha salido adelante con tanta celeridad en un momento en el que la Justicia estaba paralizada por el estado de alarma, excepto para causas de “carácter urgente”.
Es evidente que el movimiento feminista levanta sarpullidos en no pocos sectores de la sociedad, que se niegan a entenderlo porque implicaría que su forma de vida actual peligre. El feminismo, lejos de “enfrentar a hombres y mujeres” —como se ha llegado a defender no sólo desde Vox o movimientos ultracatólicos, también desde el PP—, es un movimiento transversal que no sólo lucha por la Igualdad y los derechos de la mujer sino por conseguir un mundo más justo y mejor para todos en el que no cabe el racismo, el fascismo, la pobreza o la desigualdad.
La pandemia y sus consecuencias sociales han constatado problemas que las feministas llevan décadas señalando. Lo que ha pasado desde el 8 de marzo no ha hecho sino reforzar la idea de que este movimiento sigue siendo imprescindible. Por ellas y por todos.
Están culpando a un movimiento que defiende los valores que durante la pandemia todos hemos considerado esenciales: los cuidados —tanto en el hogar como en hospitales o residencias—, las redes ciudadanas, educación en igualdad de oportunidades, el fin de la pobreza, la conciliación, el reparto de tareas del hogar y la importancia capital de lo público en una sociedad avanzada.
Así que sí: hay caso. El del odio y el miedo al feminismo. El caso de los que utilizan el 8M para alimentar sus discursos reaccionarios y buscar culpables a los problemas que a todos nos atañen en vez de encontrar soluciones.
El archivo del caso 8M ha dejado muchas dudas —¿por qué ese informe? ¿por qué los bulos? ¿de dónde salen esos médicos que no son expertos o esas declaraciones falsas? ¿por qué no se ha hablado tanto de todos los demás actos multitudinarios que tuvieron lugar entonces?— pero, sobre todo, ha dejado una evidencia: quienes han señalado el 8M no entienden lo que es el feminismo. Y lo que no se entiende, da miedo. Pero las feministas seguirán estando enfrente, luchando por la razón de ser de la democracia: la Igualdad.
Nos vemos el próximo 8 de marzo.