Sergio del Molino: “En el momento en que Vox tiene 52 diputados, no puedes fingir que no existe”
Entrevista con el escritor, que publica 'Contra la España vacía': "Frente al populismo, las dos opciones son malas; o te conviertes en el populista o desapareces".
Han pasado cinco años desde que Sergio del Molino publicó La España vacía, y en este tiempo —que parece mucho más largo— han cambiado el mundo, la sociedad y el propio escritor. Ahora publica Contra la España vacía (Alfaguara) y lo hace “con una libertad distinta”, dice Del Molino. Elegir un título tan provocativo para su último ensayo no es casual: además de “gustar mucho a los editores”, el autor quería “ir en contra de todos los sobreentendidos y las mistificaciones que se han ido creando alrededor del sintagma ‘la España vacía’ y que tienen poco que ver con la idea que había manejado”, explica.
El escritor avisa de que con este nuevo libro no busca “rectificar, ni corregir, ni echar la bronca a nadie”, pero sí profundizar en el sentido político que quiso imprimir en su ensayo superventas. Dicho de otra manera, en Contra la España vacía Sergio del Molino entra más al trapo —y se mete en más jardines—, aunque ahora eso le importa “menos”. “Soy más viejo, soy consciente de que no puedes controlar todo lo que digas, porque siempre se va a malinterpretar, cada cual va a coger tu discurso como quiera, y no pasa nada”, reflexiona.
En cualquier caso, el autor no es inmune a las críticas. Del Molino lamenta que se está creando “un mundo cada vez más serio y más encabronado”, en el que “los debates ahora son mucho más polarizados, mucho más broncos, y se permite mucho menos tanto el matiz como la alegría o la guasa irreverente y civilizada”, dice. Sólo cuatro días después de su conversación con El HuffPost, el escritor publicó esto en Twitter:
En el libro plantea el dilema de cómo enfrentar el discurso populista, y reconoce que cualquier opción es mala. ¿Cómo se vence entonces el populismo?
El populismo pone a la democracia en una tesitura prácticamente imposible, en un dilema muy difícil. En primer lugar, porque muchos de los reproches que hace el populismo son reales; están exagerados, caricaturizados y distorsionados, pero apuntan a malestares reales, que no son fantasías. Los populistas, en general, suelen tener muy buen don de gentes, parece que dicen verdades muy elementales, manejan muy bien la telegenia y los medios de comunicación, y simplifican el mundo de una forma brutal. Por eso es muy difícil oponerse, porque o bien usas sus propias armas y te conviertes en ellos, o te quedas en el ámbito del debate razonado y pausado, no aceptando determinados histrionismos, y entonces te barren también. Las dos opciones son malas: o te conviertes en el populista o desapareces. En ambos casos te vence.
El problema que plantea el populismo cuando se instaura en una democracia y empieza a ocupar lugares de poder es que lo acaba pudriendo todo, y es muy, muy, muy difícil escapar. Son muy poquitas las sociedades que han podido extirpar el populismo sin sufrir graves daños. Una vez viene la mancha, nos tenemos que preparar para vivir malos tiempos.
En España ha ocurrido esto también. Los partidos políticos se han tenido que plegar, de alguna manera, a las formas populistas.
En España, la irrupción repentina de un elemento tan desestabilizador y tan agresivo como Vox ha manchado toda la política, fundamentalmente al Partido Popular, que es quien se siente más aludido por lo que sucede, pero ha arrastrado a todos con su corriente, obliga a también al otro extremo del Parlamento a radicalizar su discurso, a crear una especie de ortodoxia basada en ejes, y acaba emponzoñando todo, que es lo que ha pasado en España y en otros países. En eso España no es única; hay otros populismos, pero ahora mismo el más preocupante para el futuro de la democracia, el que más atiza a sus cimientos, es el populismo de extrema derecha.
También dice en el libro que “facha” o “fascista” es el “insulto más perezoso del vocabulario político español”. ¿Se está abusando de él en los últimos tiempos? ¿Qué consecuencias tiene esto?
Siempre se ha abusado. Hay una parte de la izquierda a la izquierda del PSOE que siempre ha abusado muchísimo de esto, pero hasta ahora estaba constreñido a ámbitos muy poco representativos de la sociedad, muy politizados e ideologizados. Ahora, en cambio, están en el centro: en la televisión, en los principales periódicos, en la plaza pública vemos a un montón de gente influyente que usa el término fascista o facha, o incluso falangista, para desacreditar ad hominem, o incluso ad feminem, a gente que plantea cosas que resultan molestas, y en lugar de debatir con ellos, los descalifican señalándolos como fascistas y, a partir de ahí, les niegan el pan y la sal.
Por eso precisamente es un insulto perezoso, porque lo difícil es sentarte y rebatir las cosas. Lo difícil es decir ‘yo no estoy de acuerdo por esto y por esto’, y voy a intentar convencerte de que mi posición es más acertada… lo que es la discusión de toda la vida. Eso requiere un talento, un trabajo y un esfuerzo y una actitud democrática que casi ninguno de los que emplean profusamente las palabras facha o fascista está dispuesto a hacer.
De la misma forma, en el extremo contrario se utilizan los términos progre o pijoprogre para descalificar cualquier discurso incómodo. Desde el punto de vista de Vox, el 90% de la población española es progre. Y desde el punto de vista de un grupúsculo de extrema izquierda, y ya no hablo ni de Podemos ni de toda la constelación de partidos, quizás el 80% de la población española podría ser catalogada de fascista. Y eso es un delirio en ambos casos.
Dice que no está bien levantarse y dejar de debatir. Pero, ¿entonces hay que rebatirlo todo, y debatir en cualquier circunstancia, sin líneas rojas?
Si no estás en política, puedes elegir con quién debates y de qué. Yo, que no estoy en política, puedo elegir a mis interlocutores, y eso no tiene ninguna consecuencia política, porque yo no represento a nadie más que a mí mismo. Pero si alguien está en el Parlamento y tú eres político, no puedes negarte a hablar con él. Puedes permitirte el lujo de ignorar determinados discursos cuando esos discursos no están en las instituciones. Es decir, cuando Vox no era nadie, cuando no había ganado ni un solo escaño ni una concejalía, podíamos permitirnos el lujo de hacerles el vacío. En el momento en el que tienen 52 diputados, no puedes fingir que no existen. Porque eso, además, va en su beneficio. Si tú no discutes con ellos, ellos juegan solos, ocupan ese espacio y lo monopolizan, sin voces en contra que les opongan. En el momento en que ocupan tribunas públicas o están en gobiernos, es la obligación de cualquier oponente político plantarles cara. No puedes levantarte de la mesa y decir ‘con estos no me siento’. Tienes que estar, por mucho que te disgusten y por muy desagradable que sea.
Me parece que fue un error monumental el hecho de que Pablo Iglesias se levantara del debate de la SER. Sentó un precedente totalmente desastroso que beneficia fundamentalmente a Vox, porque les deja todo el espacio. Todas las palabras que tú no digas las van a decir ellos. Una vez eres político no puedes elegir con quién hablas. Si quieres elegir con quién hablas, salte de la política. Sé un ciudadano particular que puede permitirse ese lujo, porque en el momento en que eres representante político, ya no puedes.
Eso es difícil y no lo puede hacer cualquiera, entiendo que es muy duro, yo no sé si sería capaz de mirar a la cara a una persona que me está diciendo determinadas cosas, que está legitimando la violencia y está diciendo barbaridades, pero precisamente porque sé que no aguantaría no me he presentado a unas elecciones.
En la introducción de Contra la España vacía cuenta que votó a Errejón en 2019 y se sintió un poco decepcionado con el resultado. Quizás ahora se ha quitado un poco la espinita con el resultado de Más Madrid en las elecciones madrileñas...
Si estuviera censado en Madrid, mi voto habría sido para Más Madrid, y eso que en las generales no votaría lo mismo. El proyecto de Errejón es raro, ambiguo, transversal, un cajón de sastre muy poco definido en muchos aspectos, y precisamente esa es quizás su fortaleza. La forma de apelar a gente muy distinta es gracias a su indefinición. Si tuviese una definición ideológica mucho más profunda y tajante como a la que ha derivado Podemos, quizás no habría tanta gente que se identificara con el proyecto, pero quizás eso sólo funciona en Madrid, donde ha podido arraigar y crear una estructura de partido, y a lo mejor eso no es puede extrapolar a toda España. Aunque creo que lo va a intentar otra vez, está en ello.
Destaca la transversalidad y la indefinición de Más País. Esto es precisamente lo que se decía de Podemos en su momento.
Sí, y les duró creo que diez segundos. Mientras lo decían, al terminar la frase ya no era así. La velocidad a la que degeneró Podemos tiene que ser objeto de estudio ya no de políticos, sino de físicos cuánticos. Es un fenómeno verdaderamente prodigioso y mágico cómo ascendió y cayó Podemos. Es un fenómeno histórico que habrá que estudiar.
En este libro cuestiona el 15M, las políticas lingüísticas de las autonomías… supongo que es consciente de que incomodará más a la izquierda que a la derecha.
Yo ya no sé a quién incomodo, estoy muy sorprendido, y eso se ve de forma muy inmediata cuando escribo columnas. Piensas que va a incomodar a cierta gente y de repente pasa inadvertida, y nadie se da por aludido y nadie se enfada. Pero luego escribo algo totalmente blanco y amable, y se arma la marimorena, sin entender por qué se han dado por aludidos o por qué se han enfadado tanto. Ya he aprendido que nunca sabes quién se va a enfadar. Nunca sabes muy bien por dónde va a venir el enfado y por dónde la indiferencia. No escribo calculando eso ni intentando anticiparme. Pero si tienes lectores, en algún momento alguien se va a enfadar, y si no se enfada nadie, probablemente la razón es que no lo ha leído nadie.
A raíz de esto, pienso en la última polémica con el discurso de la escritora Ana Iris Simón, que creó más escándalo a izquierdas que a derechas… ¿Cree que corre peligro la izquierda con estas divisiones?
Ahora mismo no hay una organización que vertebre el espacio a la izquierda del PSOE que generalmente había liderado Izquierda Unida y que después trató de liderar Podemos. Ahora mismo ese es un espacio amorfo que no tiene unidad, y mucha gente que había hecho carrerita no sólo política sino también mediática a la sombra de estas organizaciones ahora va un poco como pollo sin cabeza.
He estado escuchando reacciones totalmente delirantes y psicóticas al discurso [de Ana Iris Simón]. Desde luego, se podrá estar o no de acuerdo, pero los ataques que está recibiendo Ana Iris son totalmente desproporcionados e incomprensibles. Las acusaciones de connivencia con el fascismo que se le están lanzando escapan por completo a mi comprensión; no sé a qué se deben, pero sí tiene que ver con la descomposición de ese espacio a la izquierda del PSOE que ahora mismo está teniendo una serie de luchas de poder. Algunas personas que tenían una posición de relativa autoridad en ese mundo ahora mismo se van a ver cuestionadas, y cualquier voz nueva que emerja que apele a ese espectro político y pueda tener simpatías va a ser recibida con mordiscos.