Serapio Carreño, cuando la música es una mirada
Después de jugarse la vida como reportero en medio mundo, este fotógrafo retrató a buena parte de los cantantes de los 80, desde Raphael a Alaska y los Pegamoides.
En pleno boom de Baila con el Hula Hoop, el director de La Gaceta Ilustrada, Manuel Suárez Caso, encarga a Serapio Carreño, uno de los fotógrafos de la revista, una entrevista con Ana, la niña de 10 años que acompaña a Enrique del Pozo. En la primavera de 1979 Enrique y Ana se han convertido en “los ídolos de los niños españoles”, según reza la publicidad de la discográfica que por nada del mundo quiere que el dúo aparezca por separado en los medios de comunicación. Curtido en el fotoperiodismo, Carreño se las ingenia para tratar de convencer al encargado de las relaciones con la prensa de Hispavox, Mario Larrode.
“Me dijo que era imposible fotografiar a la niña sola —recuerda más de 40 años después Serapio Carreño en su casa de Denia—, que por contrato en todas las apariciones públicas tenían que salir los dos. Al final, Mario se jugó el pellejo. Hicimos la sesión en un jardín, en un ambiente muy cálido. Las fotos eran preciosas”.
A los pocos días, Carreño recibe una llamada del director general de Hispavox, José Luis Gil... El ejecutivo tiene fama de mostrar a veces un tono arisco. El fotógrafo se teme lo peor. Aunque reconoce la calidad del trabajo, Gil está molesto por la publicación de las imágenes, pero quiere hacerle un encargo: las fotos para la portada del nuevo disco de Raphael que se va a titular Y sigo mi camino.
“Le dije que me lo tenía que pensar, que antes de aceptar la oferta quería hablar con Raphael, conocerlo, comprobar si sintonizábamos. La confianza entre el fotógrafo y el personaje es muy importante. Si hay frialdad o no se caen bien, cuesta mucho conseguir una buena foto. Yo no lo había tratado, me imaginaba que estaría endiosado. Sin embargo, desde el primer momento, nos caímos bien”.
Como años antes hizo con Juana Biarnés, el cantante posa ante la cámara con una cazadora, extiende los brazos con un haz de luz detrás, muestra sus facciones más conocidas. De esa misma sesión, saldrá también la carátula del siguiente disco, ¡Vivo! Carreño se convierte en el fotógrafo de cabecera del artista. Le sigue en sus giras. Entre bambalinas, le retrata una y otra vez mientras canta. Con ese material, Hispavox publica En carne viva, el álbum que marcaría un hito en la carrera de El Niño de Linares.
“Desde entonces, le he hecho todos los discos que ha publicado, he viajado mucho con él en sus giras internacionales. En la larga carrera de Raphael, aquella etapa de los 80 fue una de las mejores, él crecía como artista casi al mismo tiempo que lo hacían sus hijos. Había pasado una mala época, lo habían tenido un poco de lado en la compañía, pero él, erre que erre, remontó de forma espectacular. Más que un grupo de trabajo, creamos, junto a sus hijos y a Natalia, una relación de amistad que todavía perdura. Raphael es un profesional muy exigente. Él lleva personalmente toda su carrera, la piensa, la diseña, la hace, está pendiente del más mínimo detalle. También, cómo no, de sus fotos. Había que tirar muchas hasta elegir las que les gustaban”.
Hispavox pone en manos de Carreño a la mayor parte de sus artistas: Pedro Marín, Alaska y Los Pegamoides, Juan Pardo, Bertín Osborne o Raffaella Carrá. La competencia no se queda atrás, RCA le encarga las fotos del primer elepé del grupo Zombies, en el que se incluye el mítico Groenlandia, o de Clara, el gran éxito de Joan Baptista Humet.
“A Hispavox no le gustaba que trabajara para las demás. No me lo prohibieron, pero se les notaba que no les gustaba. A mí tampoco me parecía bien, así que decidí atender solo casos especiales, como las del disco de Camino Sesto Más y más que hice en Los Ángeles en 1981.”
Por esas mismas fechas retrata a José Luis Perales con un jersey amarillo y las Casas Colgadas de Cuenca de fondo para Nido de águilas, uno de los más vendidos en su discografía.
“Peralito no me tomaba en serio. Estábamos con las fotos y no paraba de contar chistes. Pero bueno, José Luis, ya está bien, deja de jugar, le decía yo. Sin embargo, es un tío increíble. Otro gran amigo. Hicimos unas sesiones espectaculares en Lanzarote para Sueños de libertad, ya con CBS. El Cabildo de Lanzarote nos dejó entrar en sitios prohibidísimos. Quedó un trabajo muy bonito”.
En el tejado de su casa en Ibiza, Mari Trini posa para Oraciones de amor. Al igual que Raphael, entre ambos se establece una amistad tan intensa que Serapio no puede evitar emocionarse al hablar de la cantautora, fallecida en abril de 2009. La complicidad llega hasta el punto de que Mari Trini elige al fotógrafo para su famoso desnudo en Interviú
“Ella se había metido en mi cámara y yo en su expresión. Desde las primeras sesiones, nos quisimos mucho. La gente decía que era muy reservada, pero en realidad no la conocían. Por eso quiso desnudarse. ¿Por qué no hacemos esto?, me preguntó un día. Fue idea suya. Hice las gestiones con Luis Gordillo en Interviú y les pareció bien. Quizás no le dieron demasiada importancia, como desnudaban a todo el mundo. Para lo que fue aquello, pagaron una cantidad no excesiva y nos fuimos para Lanzarote. El reportaje salió muy bien, entonces no había Photoshop, sin retoques. Salió como era ella, muy auténtica”.
Carreño organiza un sistema de trabajo en el que controla todas las fases. Aunque alguna vez acude a las sesiones Tony Luz, el responsable de diseño de Hispavox, él organiza los encuentros con los artistas y pacta el escenario. Después, su laboratorio, uno de los mejores de España, se encarga del revelado. También interviene en la decisión final junto a los directivos de la compañía. El crecimiento que experimenta su laboratorio le obligará a retirarse.
“Renuncié a la mayoría de los encargos para no hacer la competencia a mis clientes que, además, eran compañeros. En los 80, el laboratorio consiguió ser uno de los tres más importantes por la calidad con la que trabajaba. Lo había montado porque estaba harto de que al volver de un hacer un reportaje en el que me había jugado la vida te entregaran las diapositivas rayadas”.
Desde que con quince años compró con no poco esfuerzo su primera Kodak Retina, Carreño había demostrado su arrojo a la hora de contar una historia en imágenes. Hasta en tres ocasiones salió vivo de milagro. Fue de los primeros en llegar al lugar donde asesinaron a Carrero Blanco, retrató a Elizabeth Taylor o Pepa Flores, estuvo en la Marcha Verde, y viajó por medio mundo antes de codearse con buena parte de los músicos más importantes de la década de los ochenta. Ahora prepara un libro sobre Raphael y le da vueltas a escribir sus memorias.
“Hoy en día la fotografía ya no es nada. Todo el mundo hace fotos, de cualquier manera. No es la que yo conocí. A mis alumnos les digo que la fotografía es riesgo, emoción, muchas cosas. En esta profesión he tocado todos los palos. Me he tirado a la piscina muchas veces. Entonces salías a trabajar con mucho riesgo, las editoras se jugaban bastante dinero, los viajes eran largos y peligrosos para ti y para el material, cuántos carretes se velaban al pasar por las aduanas. No importaban los obstáculos, amabas la aventura y la fotografía, querías hacer buenas fotos. Al llegar, entregabas los negativos en el laboratorio sin saber qué saldría. Cuando te daban el resultado sentías una emoción increíble. Ahora, todo el mundo hace fotos con los móviles. Consiguen cosas correctísimas, preciosas, pero para mí eso no tiene mérito”.