Segundas partes no son buenas ni para Rivera
Era un debate a cuatro. Sí, a cuatro, pero en ocasiones pareció a dos. Casado vs Rivera. La derecha, imbuida en su particular lucha por el liderato del bloque, hasta se olvidó a veces de la presencia del presidente del Gobierno y de Pablo Iglesias. Pedro Sánchez volvió a salir vivo del segundo asalto televisivo. Airoso, que no a hombros, pese a que el líder de Podemos también le atizó duro, aunque menos que el líder de Ciudadanos, que hizo el papel de “malote” merecedor de la expulsión inmediata si hubiera estado en un patio de colegio, que es donde pareció que estuvieran.
El debate, el gran debate, el debate decisivo derivó en una auténtica jungla, en la que los moderadores estuvieron ausentes. Al menos más de lo que debieron para que la cita no acabara en un desgobierno absoluto.
Los acuerdos con el independentismo eran uno de sus puntos débiles, y a los pocos minutos Sánchez entró a degüello contra sus acusadores: “Falso es falso. No es no. Nunca es nunca”. Mentira, mentira, mentira… “Estos dos”, llegó a decir en alusión a Rivera y Casado “mienten todo el rato”. Da igual lo que dijera. La derecha ha instalado en el imaginario de su electorado que Sánchez es un traidor, colaborador de los “golpistas”, terroristas y comunistas y que tiene un acuerdo con el secesionismo para romper España, y a esos votantes ya no hay quien les haga cambiar de criterio por más que él insista en que no habrá ni independencia ni referéndum.
Lo que sí dijo por primera vez, a preguntas de Iglesias, es que no entra en sus planes pactar con Ciudadanos. No fue categórico, pero sí lo máximo que se alejó de un partido con el que sabe que si suma mayoría él mismo no descarta formar Gobierno. A diferencia de Rivera, no quiere cerrarse puertas ni dejar frases lapidarias para las hemerotecas que puedan sonrojarle llegado el caso ni convertirle como al de Ciudadanos en el hombre que más veces se ha desmentido a sí mismo. Tampoco quiso tender la mano a Podemos porque lo que en realidad quiere es un Gobierno en solitario y con “independientes progresistas”.
Segundas partes no fueron nunca buenas. Tampoco para Rivera. El de Ciudadanos perdió en dos horas lo ganado el día anterior en TVE. Siguió en el mismo espacio. En la derecha, derecha. El centro era una espejismo o pura retórica. Con todo, su más grotesco momento fue cuando le puso a Sánchez sobre la mesa una copia de su tesis doctoral como regalo por San Jordi, a lo que el presidente le respondió con un ejemplar del libro La España vertebrada, del periodista Fernando Sánchez-Dragó con Santiago Abascal.
Un sobreexcitado Rivera derrapó claramente en esta segunda curva. Faltón, sudoroso como aquel Nixon de 1960, pareció desquiciado por momentos. Al de Ciudadanos le suele ocurrir que calibra mal siempre sus movimientos y en este último se pasó claramente de frenada. El cruce de golpes bajos y marrullería siempre empezó tras una interrupción del líder de los naranjas, que no dejó de hacerlo durante todo el debate. Vamos, vamos, no dejes de hacerlo parecía que le susurraran al oído en una actuación que sacó de quicio a un Pablo Iglesias, que le emplazó una y mil veces a que no faltara el respeto y dejara de cortar las intervenciones del resto.
El de Podemos se erigió de nuevo en el moderado de la cita. Cambió la Constitución, su última mejor amiga, por sus apelaciones continuas a seguir el orden de los bloques, a responder las preguntas y a no hacer del debate una sucesión de descalificaciones. Por momentos pareció el árbitro del partido y hasta el verificador de las respuestas de sus adversarios. Lo mismo corregía a Sánchez sobre el blindaje de las pensiones que no evitó en el Pacto de Toledo que los datos de Casado sobre la deuda pública. Fue quizá el más convincente en sus exposiciones y el que más propuestas puso sobre la mesa, si bien el resultado final benefició más a Sánchez, por ser el favorito de las encuestas y salir indemne de las dos citas televisivas. Y eso que hubo tensión en muchos momentos en los que vimos a un presidente más agresivo que de costumbre, salvo el momento en que igual que el líder de Podemos asistió impasible a la gran bronca entre Casado y Rivera.
El líder del PP, que 24 horas antes eligió un mal día para hacerse el moderado, pinchó de nuevo, pese a que no pasó esta vez inadvertido por su intenso enfrentamiento con Sánchez. Soltó el freno de mano, pero se revistió de tantas frases hechas, tantas medias verdades y tantas mentiras que no resultó creíble y hasta perdió los papeles con aquellos de “no me señale usted con el dedo” que le espetó a Sánchez.
El minuto y resultado acabó claramente en favor del candidato del PSOE porque la feroz guerra de las derechas permitió que saliera vivo. De eso se trataba, ¿no?
Y con esto acabó la campaña. Ni da más de sí ni hay tiempo ya de corregir errores. Es lo que tiene jugárselo todo a dos días, y once de tanteo, que ya está todo dicho… y es probable que hasta decidido, digan lo que digan las encuestas.