Seguimos sin ser suficientes
Miles de mujeres llenaban las calles de España, llenaban las calles de Madrid en especial, con consignas, con carteles, pancartas, megáfonos.
Gritaban por el fin de la violencia machista, contra la impunidad de los maltratadores, contra la brecha salarial, contra la discriminación, el racismo, el acoso... Contra el patriarcado que nos ahoga todos los días y nos intenta mantener en el segundo plano de la ciudadanía. En el silencio, en la mera anécdota.
Toda una movilización, diversa, plural y pacífica, real y necesaria que no apareció en las portadas de la prensa escrita al día siguiente... Y yo me pregunto: ¿cuántas más hacen falta? ¿Cuántas más hacemos falta para que se nos escuche?
Ni por miles de nosotras se dignan a representarnos y visibilizar nuestras proclamas, nos engañan haciéndonos creer que sí, pero finalmente volvemos a estar situadas por detrás. Siempre habrá una noticia mucho más interesante que la nuestra -la denuncia de la injusticia que vivimos dentro de la sociedad- que se posicione por delante de nuestra lucha.
Si no estamos visibles, es como si no existiéramos. Pero con ello no quiero decir que debamos de abandonar las calles, las protestas no deben cesar, sino multiplicarse. Reapropiarnos del espacio público es la clave para reclamar nuestra representación y participación dentro de la vida pública y política.
Mediante acciones, protestas, campañas, manifestaciones o marchas, nuestras voces, todas y cada una de ellas, son necesarias para avanzar hacia la igualdad. Siempre que no quieran escucharnos, nosotras debemos estar dispuestas y listas para obligar a escuchar.
Sí, obligar a escuchar. Porque es deber, insisto, deber de la sociedad escuchar a la mitad de aquéllas que la conforman. Escuchar a aquellas que trabajan todos los días, que cuidan todos los días, que producen todos los días, que participan y conviven todos los días. Porque aunque nos quieran hacer invisibles, estamos aquí, y nadie puede negarnos el derecho a existir.
Por mucho que se empeñen en hacernos creer que sí, incluso llegando a asesinarnos por el mero hecho de ser mujeres y dejando nuestras muertes día a día en una mera cifra. Somos seres humanos de pleno derecho, que debemos exigir la parte del pastel que nos pertenece. Y no queremos conformarnos nunca más con las migajas. Ahora queremos nuestra mitad, ni un milímetro menos.
La huelga de hambre emprendida por las mujeres de la Asociación Ve la Luz este mes pasado, volvió a demostrar, cuando muchos y muchas no creían en que diera ningún resultado, que la solución pasa por hacerse visible a los ojos de la gente. Cara a cara, en las calles. Gritando incesablemente día tras día y por todos los medios contra el abuso del sistema, contra el silencio de sus instituciones y la impunidad que le otorgan los Estados y sus representantes.
Si no nos levantamos por nosotras mismas, nadie lo hará. Basta de que incluso dentro de la proclama feminista se alcen en emisarios de la proclama hombres, que si bien son necesarios dentro del cambio total hacia la igualdad como agentes participativos de cambio, no les corresponde estar en representación de aquéllas que se hayan oprimidas por el sistema que les favorece a ellos.
Es nuestro turno, mujeres, y hemos de llevar a cabo nuestro cambio por nuestros propios medios. Es ahora o nunca, ya hemos demostrado que somos muchas, ahora debemos sumarnos más. Ahora es hora de demostrar que no nos pueden ignorar durante más tiempo.