Se vienen cositas: juego de tronos en Andalucía, cambio de colchón en la Moncloa y reunificación del centro-derecha
Pablo Casado habría conseguido que aquellos votantes liberales que algún día lo fueron del PP volvieran a la casa grande del centro-derecha el 4-M.
Como diría el típico influencer millenial en uno de sus stories: en España “se vienen cositas” tras las elecciones del 4-M en Madrid. El mapa político que han dejado dibujado los últimos comicios es el siguiente: un Sánchez más nervioso que nunca y sorpassado por Más Madrid, Ciudadanos a un paso de que su nombre sea Ciudadano —las encuestas les dan un diputado—, los votantes liberales recién instalados y afianzados en el Partido Popular y la cocina del CIS de Tezanos sin bombonas de butano con las que seguir incendiando a la opinión pública.
Esta semana hemos conocido que el sanchismo ya solo quiere hablar de 2050 dando a entender dos cosas: bien que no aspira a que el PSOE vuelva a gobernar hasta entonces o bien que son manifiestamente incapaces de encargarse y preocuparse de lo que ocurre en 2021 en España. No sé cuál de las dos opciones arroja menos esperanza para nuestro país.
Sánchez en vez de encargarse de los asuntos del gobierno del día a día, de las “pequeñas cosas” como: la llegada de vacunas, la crisis humanitaria que está viviendo Ceuta o la recuperación económica ha decidido dedicarse a su entretenimiento favorito, el de mover la silla a sus compañeros y compañeras (esto último dicho con tono mitinero en el día de la fiesta de la rosa).
Así pues, una vez ha reventado la estructura orgánica del PSOE en Madrid, el señor Sánchez se muestra ocioso y convoca primarias en Andalucía, lo que supone una nueva temporada de Juego de tronos, esta vez a ritmo de fandangos y con sabor a salmorejo.
Si algo hemos aprendido durante la pandemia es que a Sánchez no le gustan las mujeres empoderadas y con capacidad de gestión y decisión política, como la presidenta Díaz Ayuso, él es más de machos dominantes pero con una “gran perspectiva de género”, lo cual les permite revestirse de autoridad moral suficiente para decirle a las mujeres cómo ser una buena feminista y que deben o no hacer como tal. Ya sabéis que al sanchismo le encanta dar carnés de colectivos según sus estándares propios de calidad y te van dando puntos como si fuera una tarjeta de repostaje de gasolinera.
Pues bien el siguiente objetivo de La Moncloa resulta ser ahora Susana Díaz y su corte celestial y la quieren sustituir por el alcalde de Sevilla Juan Espadas. Parece que el todavía presidente está más preocupado en generar problemas que en solucionarlos. Le auguro un futuro no muy exitoso y puede que lo siguiente que cambie no sean candidatos autonómicos socialistas (como si se tratase de cromos), sino de colchón, somier, habitación, Falcon y residencia. Parece que la cuenta atrás de 100 días que está haciendo en sus últimas comparecencias públicas, no serían los días que faltan para alcanzar la de la inmunidad de rebaño, sino la de los días que le quedan en La Moncloa.
Por la propiedad (La Moncloa) hay un joven palentino que ya se ha interesado por ella, Pablo Casado. Parece, de acuerdo con los últimos barómetros publicados como el de SigmaDos, que las cuentas empezarían a salirle para instalarse en la residencia. El líder popular habría conseguido que aquellos votantes liberales que algún día lo fueron del Partido Popular volvieran a la casa grande del centro-derecha durante las últimas elecciones del 4-M.
Si Casado consigue generar de nuevo un ecosistema en su comité ejecutivo en el que convivan liberales, conservadores y democristianos entre otros, podría estar más cerca de presidir el próximo Consejo de ministros que de lo que él mismo piensa. Eso sí, esperemos que esta vez no haya carpas típicas de bodas, bautizos y comuniones para sentar a 23 señoras y señores como hemos visto últimamente. Cualquier día vemos a un señor vestido de payaso haciéndole una corona con un globito y poniéndosela a Pedro Sánchez en la cabeza.
Lo que sí que es innegable es que el antiguo votante de Ciudadano(s) da por amortizado ya a la formación naranja y parece haberse dado cuenta de que la opción real de implementar acciones de gobierno con políticas liberales residen más en la calle Génova que al final, final, final de la calle Alcalá. Roma no compra traidores y el sector de votantes liberales que daban su apoyo hasta el 4-M a la formación naranja, parece que tampoco.
A todo esto hay que añadir el goteo constante de cargos públicos y afiliados que publican diariamente en redes sociales que dejan la formación naranja para sumarse al proyecto de los de Casado. El último en anunciarlo ha sido Ignacio Aguado, pero este no se va a la calle Génova no, a este lo han mandado a su casa entre Ayuso, su partido (que no contó con el en las listas) y los madrileños.
El tablero queda pues dispuesto para la próxima batalla electoral, ahora ya no habrá que elegir entre comunísimo o libertad sino entre caos o gobierno, o lo que es lo mismo, Sánchez o Casado.