Se venden Pedanías Altas de Lorca por abandono político
Con sus 1.675 km2, Lorca es el segundo término municipal de España en extensión, siendo Cáceres el primero. Sin embargo, el censo de población de la ciudad no alcanza los 100.000 habitantes, lo que supone un par de observaciones de ámbito geográfico y demográfico. Por un lado, gran parte del territorio lorquino es un desierto que se extiende desde el litoral de Águilas en Levante hasta comarcas de geomorfología montañosa al oeste, las cuales lindan con los términos municipales de Cehegín y Caravaca de la Cruz. Por otro lado, a medida que uno va transitando por carreteras secundarias que atraviesan el extenso término, se va topando con una serie de aldeas que, juntas, forman una constelación de reductos escasamente poblados y aislados. De esta constelación he venido hoy a escribir; de la que se halla al oeste del casco urbano de Lorca y donde radican mis orígenes más profundos por muy francés que haya nacido. Esta constelación son las Pedanías Altas de Lorca.
El topónimo Pedanías Altas de Lorca designa siete reductos humanos alejados del centro civilizado de Lorca, las cuales podrían ser equiparadas con una visión murciana de la que plasmó de las Hurdes de Extremadura el gran Buñuel. Al oscilar entre 6 y 1.318 habitantes, los censos de Avilés, Coy, Culebrina, La Paca, Zarcilla de Ramos y Zarzadilla de Totana dan a entender que estamos hablando de un área geográfica desierta que, además de haberse vaciado desde los años 1950, por la marcha a Alicante y Barcelona, siguió padeciendo del despoblamiento durante la gran emigración a Francia en los años 1960. Actualmente, dicho despoblamiento sigue incrementándose cada día, recordando la eventualidad de una deserción cada vez menos hipotética y el inexorable envejecimiento de la población de la zona.
Tuve la suerte de residir en la pedanía de Avilés durante un año entre 2014 y 2015, lo cual me permitió vivir en carne propia lo que suponía ser un ciudadano de tercera respecto a aquellas familias privilegiadas del centro de Lorca. Para empezar, un único autobús conecta por la mañana Coy, Doña Inés y Avilés con Lorca y se coge sobre las siete de la mañana. Esto le supone a un estudiante de bachillerato un madrugón que muchos adultos no tienen que hacer a la hora de ir a trabajar. El único autobús para regresar a las mismas pedanías coincide con el salir de clase y, evidentemente, tarda su hora para llegar casi a las cuatro de la tarde a Coy, que se encuentra a unos 35 kilómetros de Lorca. Esto es como decir que un coyno que va a bachillerato dispone de dos horas menos al día para descansar, estudiar o practicar otro tipo de actividad.
También significa que es imposible ser adulto coyno y trabajar en Lorca si no se posee el carnet de conducir y un auto. Por último, significa que es imposible residir en una de las pedanías mencionadas y hacer vida en Lorca por la tarde si se depende del transporte público. De ahí que pertenezca al ámbito de la utopía para un joven el plantearse cualquier tipo de actividad extraescolar, sea cultural o deportiva. Ser de Coy o de Doña Inés elimina de per se el poder practicar kárate, baloncesto o natación en un club. Por lo tanto, sobreviven como pocas actividades sociales el bar, la caza o las asociaciones de mujeres. Tal vez todo esto explique en parte que ciertos comportamientos adictivos se den con mayor facilidad y estén más normalizados incluso en edades tempranas.
Mi año de residencia en Avilés coincidió con elecciones locales y, por cometer la locura de empadronarme, me tocó ser presidente de mesa electoral por lo que pude vivir una experiencia que me permitió profundizar el vínculo de vida con gran parte de mis conciudadanos quienes, en gran proporción, superaban los 70 años de edad. Referirme al bacherellening unas semanas antes de los comicios electorales supondría caer en un tópico fácil a imagen y semejanza de las flechas de amor de los sonetos de Petrarca, así que no me aventuraré en ello. En cambio, quise preguntarles a dos sabios si podían compartir una serie de relatos que ilustren de manera más acertada, precisa y viva algunos feos perpetrados por los políticos del lugar y sitúa a los habitantes de las Pedanías Altas en un punto de inferioridad cuando, en realidad, también pagan impuestos.
Cuenta el sabio de Avilés que no hubo servicio de recogida de basura en su pedanía hasta el año 1992 o 93. Antes, pasaba un hombre con su motocultor y un remolque para recoger la basura que terminaba en un vertedero en pleno monte. Avilés no tuvo pista polideportiva para jugar al fútbol hasta bien entrado el siglo XXI. Se jugaba en un bancal. Allá por el 2007, estaba previsto (y prometido) que se cubriesen las pistas de los polideportivos y así se hizo en La Paca, Zarcilla de Ramos y Zarzadilla de Totana. ¿Pero qué ocurrió con las pistas de Coy y Avilés? ¿Acaso se le olvidó al PP del nuevo vencedor Francisco (Paco para los íntimos) Jódar? La mayor parte de las calles no se asfaltaron hasta aproximadamente el año 1997. Diez años más tarde, se construyó allí mismo un parque nuevo con columpios para los niños. La aldea se sorprendió al ver la prisa con la que iba saliendo del suelo dicho parque.
El caso es que ocurrió en período de elecciones en las que Leoncio Collado, sustituto de un Miguel Navarro investigado hasta las trancas por corrupción, intentaba lo que podía para mantener a flote un PSOE quemado por decenios de ejercicio del poder. Los contenedores de basura disponibles en las Pedanías Altas son, por lo general, los viejos básicos que ya fueron sustituidos en la ciudad de Lorca por otros, de nueva generación, que cuentan con una barra de acero cerca del suelo, la cual permite abrirlos al pisarla. Eso viene a decir que nos llevamos los restos o lo viejo. Siguiendo con el servicio de limpieza, aparece un vehículo motorizado para limpiar las vías una vez a la semana con un par de barrenderos que solo pasan por las calles principales. ¿Paripé o picaresca?
Avilés, al contrario de otras pedanías, carece totalmente de sistema de evacuación de las aguas, es decir que el agua se acumula en puntos del pueblo cuando llueve con abundancia. El cuartel de la Guardia Civil ubicado en Zarcilla de Ramos solía estar abierto de continuo. Eso cambió hace años, incidiendo en que dicho cuartel solo esté abierto algunos días a la semana. En cuanto a la policía local, alguna patrulla asoma de uvas a peras, habitualmente el fin de semana, quitando aparentemente la espina de la imagen de unos servicios de seguridad que parecen inexistentes en nuestra zona.
Cuenta el sabio de Doña Inés que se está luchando con más fuerza para que las juntas vecinales puedan disfrutar de una dotación económica proporcional a lo que obtiene Lorca. Asimismo, se reclama desde el mismo foro que el ayuntamiento prevea una partida presupuestaria anual para las Pedanías. Afortunadamente, la asociación Espartaria está luchando desde hace unos años para que esas tierras altas y frías, pero calientes por sus gentes, no mueran o caigan en el olvido. Logran traer a representantes políticos de Lorca para que se escuchen las quejas y peticiones de sus vecinos. Más allá de eso, tal vez sea hora de pensar en una línea de autobús para la tarde con el fin de reducir el aislamiento y en ofrecer la gratuidad del aparcamiento en la ciudad de Lorca a los ciudadanos de las Pedanías Altas.
También la implementación de un servicio de guardería podría suponer un empujón para una zona cuyo despoblamiento se está convirtiendo en su primera gran tragedia. Finalmente, quizás sea menester un modelo de desarrollo económico ambicioso, sostenible y humano que eleve el dinamismo de una zona abandonada y no el implementado por el clientelismo de El Pozo que, con permiso y permisividad del Ayuntamiento de Lorca, la Región de Murcia y la ayuda de sus socios de la sociedad privada, entre los que están Explotaciones Francés, Cefusa o Jisap, se están cargando, a golpe de licencias de concesión dudosa para la construcción de granjas de cerdos, gran parte del ecosistema de las Pedanías Altas.
Esta es la segunda gran tragedia. Pero constituye esto último el objeto de un futuro artículo monotemático que desmonte los engranajes ocultos, antiéticos y mafiosos de una maquinaria asesina para con el medio ambiente que acecha el porvenir de la naturaleza preciosa de la tierra que le queremos dejar a nuestros hijos y de la cual nos están expoliando deleznablemente.