¿Se te puede caer el pelo por estrés?
No es tan prioritario tratar la caída de pelo como lo es encontrar formas saludables de controlar el estrés que la provoca.
Todo el mundo ha sufrido estrés en algún momento de su vida. Las obligaciones de la vida personal y profesional, enfermedades y los traumas pueden causar estragos en tu salud mental.
En ocasiones, ese estrés puede hacer que tu organismo reaccione de modos frustrantes y sonrojantes, en forma de uñas quebradizas, brotes de acné o caída del pelo.
¿Qué es lo que pasa?
El tipo de caída de pelo que deriva del estrés físico y emocional se llama efluvio telógeno, un problema por el que un estrés excesivo provoca que los folículos pilosos del cuero cabelludo comiencen un periodo de reposo. Como consecuencia, el pelo se empieza a caer, lo que causa que la cabellera claree, y, en ocasiones, de forma más evidente en algunas zonas determinadas del cuero cabelludo.
"El folículo piloso tiene su propio ciclo vital: fase de crecimiento, de transición, de reposo y de expulsión", explica la doctora Julia Tzu, especialista en dermatología, fundadora y directora médica de la clínica Wall Street Dermatology. El estrés altera el porcentaje de pelos que se encuentran en la fase de crecimiento y los sitúa en la fase telógena o de reposo.
"Nadie comprende realmente el complejo mecanismo biológico que rige el ciclo del pelo. Lo que se sabe es que el estrés altera este ciclo y hace que los pelos entren en fase telógena", señala.
Sin embargo, esto no tiene por qué suponer un daño irreversible. Según la doctora Lauren Ploch, dermatóloga de la Georgia Dermatology and Skin Cancer Center, el efluvio telógeno no siempre provoca la caída permanente del pelo ni calvicie.
"La calvicie completa no llega a producirse a no ser que haya un proceso inflamatorio subyacente", como es el caso de la alopecia areata, una enfermedad autoinmune que provoca la caída de pelo en forma de parches y que puede estar desencadenada por estrés grave.
La caída de pelo no se nota inmediatamente después de una situación demasiado estresante. "El efluvio telógeno suele producirse a lo largo de los primeros tres meses tras el suceso estresante. Normalmente la caída de pelo es un síntoma de que está creciendo pelo nuevo en la zona de la caída, de modo que este pelo nuevo tendría que verse de forma clara de tres a seis meses tras la caída", explica Ploch.
Cuándo empezar a preocuparse
Una persona sin problemas capilares pierde entre 50 y 100 pelos cada día. Es algo completamente normal y, en comparación con la cantidad total de cabellos de la cabeza (en torno a 150.000 de media), la ausencia de estos pocos pelos ni siquiera es perceptible. Sin embargo, la pérdida de cabello sí que se considera un problema cuando se produce de forma excesiva.
Si notas que se te está cayendo más pelo de lo normal cuando te peinas o te enjabonas la cabeza, o si percibes una pérdida de espesor en una zona o a lo largo del cuero cabelludo, es conveniente que vayas al médico, aconseja la doctora Tzu.
En cuanto a por qué se produce esta pérdida de pelo cuando vives una situación estresante, la doctora Ploch indica que no es algo preocupante. Precisamente porque el crecimiento del pelo no es una función vital, puedes perderla cuando sufres estrés.
"Cuando el organismo sufre estrés, básicamente activa el modo de supervivencia y evita gastar recursos en funciones que no son esenciales para la vida, como el crecimiento del pelo o de las uñas", ilustra Lauren Ploch.
Un grupo que sufre especialmente las consecuencias del estrés en el pelo son las mujeres que acaban de dar a luz, aunque en este caso el culpable no es sólo el estrés. La alopecia postparto, una clase diferente de pérdida de pelo, puede producirse debido a un rápido descenso de estrógenos en torno a la fecha del parto. Este cambio radical puede trastornar los folículos pilosos de tal manera que suspenden su actividad durante unos cuatro meses, pero las madres suelen recuperar la normalidad en su crecimiento y densidad de cabello al cabo de un año.
Asimismo, existe un trastorno mental llamado tricotilomanía, asociado también a unos altos niveles de ansiedad, que se caracteriza por la necesidad compulsiva de arrancarse pelo de diversas partes del cuerpo.
Formas sencillas de poner freno a la caída
Realizar ciertos cambios en el estilo de vida puede servir de ayuda. Además de dormir suficiente y dedicar tiempo a tus aficiones para reducir el estrés, Lauren Ploch subraya la importancia de ingerir los nutrientes necesarios.
"Sigue una dieta equilibrada rica en vitaminas y minerales. Cuidado con los suplementos de biotina", avisa en referencia a un informe publicado en 2017 por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) sobre cómo pueden distorsionarse los análisis de laboratorio a causa de la ingesta de estos suplementos. La doctora Ploch aconseja mantener en 35 miligramos o menos el consumo diario de biotina. La biotina, una vitamina B muy utilizada para combatir la caída de pelo, se encuentra de forma natural en alimentos como la leche, los huevos y los plátanos.
Aun así, no es tan prioritario tratar la caída de pelo como lo es encontrar formas saludables de controlar el estrés que la provoca. Hacer ejercicio de forma habitual, dormir suficiente y llevar una dieta equilibrada contribuye a reducir la ansiedad. Comer chocolate, pasar tiempo con buenos amigos y escuchar música puede mejorar el estado de ánimo. Si piensas que el estrés está interfiriendo en tu vida, quizá merece la pena ir a terapia o al médico para evaluar tu salud mental.
Aunque tratarlo uno mismo puede ser una opción en casos leves, conviene ir al dermatólogo lo antes posible si empiezas a notar una caída excesiva.
"No hay motivo para que la caída de pelo se quede sin diagnosticar. Aunque solo se trate de efluvio telógeno, que probablemente se resuelva por sí solo, nadie debería autodiagnosticarse o negarse a buscar el tratamiento adecuado para lo que quizás sea caída de pelo de tipo inflamatorio o alopecia cicatricial", zanja Lauren Ploch.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.