¿Se puede subir el salario mínimo en España? Crónica de un equilibrio diabólico
La evaluación del impacto sobre la economía y los costes laborales difiere entre los agentes sociales. Economistas y hasta un Premio Nobel respaldan lo "acertado" de subirlo.
Sí se puede. Subir el salario mínimo interprofesional (SMI) beneficia especialmente a jóvenes y mujeres, va en línea con las directivas aprobadas por el Parlamento Europeo y favorece la productividad y el consumo de las personas más vulnerables.
Por contra, también puede aumentar en cierta medida los costes laborales, arrastrar subidas en otros convenios y añadir presión sobre las cuentas de las empresas, ralentizando la contratación.
Estas dos vías no son abstractas, se notan en la actualidad mediática día sí y día también. Los sindicatos presionan para que se suba para contrarrestar la pérdida de poder adquisitivo y seguir la línea europea y la CEOE, la patronal, pide prudencia ante la situación que viven las empresas, en un contexto “muy complicado”, con una altísima inflación y conflictos como la guerra de Ucrania.
La decisión final corresponde al Gobierno, que a través del Ministerio de Trabajo, que capitanea Yolanda Díaz, ha dado hasta el mes de noviembre al grupo de expertos que se encarga evaluar la situación salarial en España para que dictaminen en qué medida debe subir el SMI.
Los sindicatos y la patronal
El salario mínimo en España alcanzó los 1.000 euros en 14 pagas (1.116 con las extras prorrateadas a 12 meses) a principios de 2022, aunque fue una subida que el Gobierno hizo sin el beneplácito de la patronal y más en línea con los sindicatos.
Ahora se entra en la recta final de 2022, y aunque los expertos aún no se han pronunciado sobre la subida, Mari Cruz Vicente, responsable de acción sindical de Comisiones Obreras (CCOO) tiene claro que el SMI tiene que subir para “cumplir con la directiva europea” que pide que se equipare al 60% del salario medio bruto. En España la media fue de 1.751 euros mensuales en 2021, según un informe de Adecco cuyos resultados recoge Europa Press.
Pero no todo es lo que diga Bruselas. Para la sindicalista, aparte del 60% hay que mirar otros indicadores: “También la inflación porque estamos hablando del salario más bajo del país. Tiene que tener una referencia a la subida del IPC en España”.
Vicente sostiene que la subida de los precios está ligada a que las empresas repercuten “en un 83%” el aumento de los costes a los productos, y por tanto en última instancia los márgenes de beneficio se mantienen. “Somos los ciudadanos los que estamos haciendo frente a la inflación”, asegura, la secretaria de CCOO.
Esos beneficios y dividendos positivos son los que deberían ir, en la medida que se convenga, a las subidas de los salarios en general y a la subida del SMI en particular.
Desde la patronal, el panorama que se dibuja no es tan alentador. Rosa Santos, directora de Trabajo de la CEOE, explica que la patronal aún no ha iniciado el debate interno sobre la subida del SMI, y piden esperar a que el Gobierno y los expertos digan si debe haber subida o no. Aunque sí critican las especulaciones sobre la posible subida de 50 euros en el SMI o su unión al componente inflacionario.
“Nos parecen preocupantes las insinuaciones sobre la subida porque una cosa es cumplir la senda del 60% y otra muy distinta el anuncio de que se pueda llegar a ligar al IPC cuando aún no se sabe qué van a decir los expertos”, inquiere Santos.
Los empresarios no son ajenos a la subida de la inflación. “Comprendemos que quien más sufre las subidas en la cesta de la compra es el que menos cobra, eso es evidente. Pero si se sugiere que el salario mínimo puede llegar a los 1.050 euros también se ve afectada la negociación en curso de otros convenios”, cuenta Santos.
La subida del SMI afecta principalmente a los que menos cobran, pero también fuerza las subidas de los convenios que asientan salarios que lo superan por poco. Según la CEOE, de un estudio que han realizado de 83 convenios elegidos al azar, 53 se verían afectados por la subida del SMI.
Esta situación hace, según Santos, que las negociaciones en curso de algunos convenios se vean afectadas, ya que podría implicar una subida salarial en octubre y si sube el SMI en enero habría que volver a aumentarlo.
Asimismo, Santos afirma que las empresas están en una situación muy complicada, tras una pandemia que ha hundido profundamente algunos sectores. Ahora la invasión rusa de Ucrania aumenta la presión sobre la cadena de suministros y el aumento derivado de la factura de la energía. El empleo y la actividad se mantienen solo gracias a la actitud “extraordinaria” de las empresas, defiende Santos.
“No lo digo yo, lo dice David Card”
Las voces más críticas contra las subidas del SMI han denunciado en varias ocasiones que subirlo puede conllevar un aumento en la destrucción de empleo. Sin embargo, esa teoría ha sido varias veces desmentida por economistas como el estadounidense David Card.
Su estudio “Salario mínimo y empleo”, vino a demostrar que no solamente no destruía empleo ni subía significativamente los costes salariales, sino que repercutía de manera positiva en la vida de los trabajadores. Sus investigaciones fueron premiadas nada menos que con el Nobel de Economía en 2021.
José Manuel Corrales es profesor universitario y doctor en Economía. “No hay apoyo empírico para demostrar que el efecto del salario mínimo en el empleo es significativo, al contrario, lo que permite, siempre que no sea desproporcionada, es mejorar la productividad de las empresa”, afirma Corrales, que no tarda en citar a Card para apuntalar su argumento: “No lo digo yo, lo dice David Card”.
Ni siquiera la CEOE se atreve a ir ya por esa vía. “Siempre se ha especulado con los efectos que pueda tener sobre la destrucción de empleo, yo no voy a mencionar ese extremo porque los hechos demuestran que eso no es así”, concluye Rosa Santos, desde la CEOE.
Y lo cierto es que los datos son irrefutables. Desde que el SMI empezó a subir con fuerza en 2018, la el empleo y la población activa, incluso con la pandemia de por medio, ha crecido sustancialmente, mientras que el paro se ha reducido.
Subir el mínimo, para Monica Melle, profesora de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, sería “acertado”. “Teniendo en cuenta el contexto actual de pérdida de poder adquisitivo, al final el salario mínimo afecta a muy pocas personas, y precisamente a las que menos retribución tienen”, expone Melle.
De hecho, las personas que más se beneficiarían de estas subidas son las mujeres y los jóvenes. “Son los colectivos que tradicionalmente tienen peores retribuciones”, apunta Melle.
La subida, tanto para Melle como para Corrales, sería una medida que beneficiaria también a las empresas, ya que es un dinero que va directamente a alimentar el consumo y por tanto al tejido productivo.
“Si a la gente se le sube un poco, van a consumir más, ya que los que perciben el SMI tampoco pueden tomarse el lujo de ahorrar, mientras que los beneficios empresariales no tienen por qué ir al consumo, pueden ir a otras tendencias especulativas”, abunda Corrales.
El “pero” al que atender
Porque siempre hay un pero al que atender, y es que en materia económica a veces también hay que tener cerca el freno de mano. Eso es lo que opina Ana Escribá, directora del Grado de Derecho de la Universidad Internacional de Valencia (UIV).
El SMI no afecta a una gran masa de trabajadores, pero con la previsión de crecimiento del PIB de 2023 pueden darse condiciones indeseadas. ”Si hay una rebaja del PIB con respecto a este año y ademas hay un incremento del coste laboral, yo temo que pueda ralentizarse la creación de empleo″, cuenta Escribá.
Aunque admite que ese escenario implica “vaticinar mucho”, esta experta opina que debería primar la prudencia y “ver qué pasa durante el primer trimestre de 2021″ antes que arriesgarse a dar pasos en falso.
Comparte la lógica de Melle y Corrales de que “a mayor salario y empleo, mayor gasto y mayor consumo”, pero le pone coto y aventura que puede favorecer una ralentización en la contratación en las pequeñas y medianas empresas para afrontar los costes.
Al final, la situación es un “dilema”, concluye Escribá. Y en cierto modo, no es para menos, porque se trata de hacer equilibrismo. Si aumentan los costes, las empresas pueden contratar menos y el empleo se resiente, pero al mismo tiempo si los trabajadores pierden poder adquisitivo, baja el consumo, los beneficios y también el empleo.
Equipararse a Europa
Volvemos a Europa, porque la economía española lleva años tratando de alcanzar en competitividad a sus socios franceses, alemanes o a los excompañeros de baile del Reino Unido, y hablar de SMI también es hablar de ello.
El salario mínimo en las grandes potencias europeas es muy superior al que tiene España. “No parece lógico que haya una diferencia de 500 o 600 euros entre España y Alemania o Francia. Tiene que ver con el nivel de renta, pero también con que aquí tenemos un mercado de trabajo especialmente precario”, apunta Corrales.
Queda un “recorrido”, según Melle, para que los salarios en España se equiparen a Europa, cosa que ya ocurre en otras magnitudes “macroeconómicas” a nivel de crecimiento o productividad. “Interesa para hacer un reparto más equilibrado de los excedentes que se generan en las empresas, que no sean solo los excedentes empresariales, sino también las rentas salariales se incrementen”, zanja Melle.
No existen soluciones mágicas, pero lo que queda claro y se desprende de los expertos consultados para este reportaje es que el SMI es un instrumento que favorece la cohesión social. En definitiva, es la vía por la que muchas trabajadoras y trabajadores consiguen salir del atolladero al que los empujan unos precios cada vez más asfixiantes.
Sin embargo, como en casi todo, conviene cuadrar bien los malabares para no pillarse los dedos. Por el momento, las anteriores subidas no han afectado al empleo y han mantenido la producción y competitividad de las empresas, pero conviene mirar los nubarrones de 2023. Toca arrimar el hombro y cuadrar un círculo.