Sánchez y Feijóo, distancia abismal
Barones temen que sus elecciones sean “la primera vuelta” de las generales.
Los gritos machistas proferidos por jóvenes de un colegio mayor de Madrid provocaron lo que empieza a ser un imposible en términos políticos. El jefe del Gobierno y el líder de la oposición coincidieron en el diagnóstico y denunciaron los hechos en términos contundentes. Pedro Sánchez lo consideró “repugnante e indignante” y Alberto Núñez Feijóo lo tachó de “inadmisible”, y añadió: “En vez de salir ellas de una madriguera lo que tienen que hacer es dejar ellos la caverna”. Una unanimidad, solo rota por Isabel Díaz Ayuso, que rápidamente se difuminó en el resto de cuestiones de actualidad, ya en el marco de la arena propiamente política, como las cuentas públicas, la ley de memoria o los últimos movimientos en RTVE.
El distanciamiento entre Sánchez y Feijóo es total. No parece haber ningún resquicio para el entendimiento en esta larga campaña electoral en la que ambos juegan sus cartas. Ni la guerra en Ucrania ni sus derivadas, como la amenaza nuclear o la crisis económica, han abierto una línea de interlocución entre los líderes. Lo estándar sería que el presidente fuera quien llevara la iniciativa y llamara al jefe de la oposición, aunque en una reciente conversación con periodistas ya dejó entrever que no tiene ninguna intención de hacerlo y en Génova lo confirman. “Nada de nada”, en palabras de un miembro del equipo directo del líder popular.
Todo es pues susceptible de convertirse en arma de batalla política. En la semana de la presentación de los Presupuestos, quedó clarísimo que entre el Ejecutivo y el PP no hay margen para el entendimiento. Al menos, así se desprende de las declaraciones públicas de sus cargos. Sánchez proclamó que son las cuentas “más sociales de la historia” y Feijóo replicó, acogiéndose a las previsiones económicas del Banco de España y la AIRef, que “caducaron” nada más ver la luz. Los dos, en eso sí coincidieron, tuvieron que enfrentarse a líos internos por los PGE. El primero, ya que Unidas Podemos decidió dinamitar el anuncio por la partida del gasto de Defensa y, el segundo, porque se vio en la obligación de aclarar que “en ningún momento ha estado sobre la mesa” distintos tipos de subidas de las pensiones como sugirió un sector del PP.
Pero, más allá de ese ruido que tanto molesta a uno y otro, lo que se evidencia día tras día es esa batalla electoral que libran ambos líderes convirtiendo las Cámaras, el Congreso y el Senado, en epicentro de esa contienda. También quedó de manifiesto con la ley de memoria. “Reto a Núñez Feijóo a que se reúna con las víctimas, las mire a los ojos y les diga que a derogar la ley”, afirmó Félix Bolaños, ministro de la Presidencia. En Génova fueron meridianos en su respuesta: “Nuestro compromiso es claro e inequívoco, derogaremos la ley en cuanto lleguemos al Gobierno”. Y acusaron al Ejecutivo de intentar ocultar que “esta ley se hizo al dictado de Bildu” y salió adelante gracias a su apoyo.
Y así con todas las cuestiones que tienen foco político y mediático, como la ley trans o los cambios en RTVE. Sobre esta última cuestión, en el equipo de Feijóo son durísimos: “Estamos viviendo un episodio más del asalto institucional de Sánchez y de su deriva autoritaria. Su pretensión es controlar todas las instituciones para resistir en Moncloa: RTVE se suma a una larga lista en la que están el INE, la Fiscalía, el CIS o el CGPJ”. Por su puesto, la renovación del Poder Judicial sigue bloqueada con ambas partes acusándose mutuamente de la situación.
El grado de intensidad es tal que barones consultados admiten en privado que sus elecciones, las de mayo del próximo año, serán una primera vuelta de las generales. “Mucho tendrían que cambiar las cosas para que el foco esté en lo que pasa en cada una de nuestras regiones, los asuntos nacionales van a marcar la campaña”, según el diagnostico compartido. Y esto va a provocar que los españoles “voten pensando en Sánchez y Feijóo”, aunque ellos no estén en las papeletas. Un extremo que en el PP creen que a rasgos generales les beneficia, toda vez las encuestas detectan un efecto Feijóo que según Moncloa ya se va apagando. “A los que no gusta nada es a los barones socialistas”, maliciaron los populares.
Según los sondeos internos de Génova, el PP es el partido que tiene una mayor fidelidad de voto, por encima del PSOE y Vox. Y, lo más relevante para Feijóo, es que según sus datos entre el 8 y el 10% de los votos socialistas meterían hoy la papeleta azul en caso de celebrarse elecciones generales. Esto es, pasaría algo parecido a lo de Andalucía, donde Juanma Moreno logró hacerse con el voto transversal y moderado alcanzando una histórica mayoría absoluta. Un escenario que hoy por hoy no le da a Feijóo ningún estudio demoscópico.
De hecho, el gran quebradero de cabeza de Feijóo sigue siendo Vox. Esto es, cómo relacionarse con el partido de Santiago Abascal, con quien evitó fotografiarse en su reciente encuentro. En Génova interpretan que Vox está de capa caída tras la crisis de Macarena Olona y que aún no ha tocado fondo, pero de sus datos se desprende que tendrían que entenderse en algunos territorios si quieren recuperar las instituciones. Y de ahí que Feijóo se mueva entre la incomodidad y la ambigüedad mientras en Castilla y León Juan García-Gallardo, el vicepresidente de Vox, concatene polémica tras polémica para desesperación de Alfonso Fernández Mañueco.
Una china en el zapato, sí, pero el PP está convencido de que el cambio de ciclo es una realidad. El problema, admiten algunos en privado, es que en teoría aún queda mucho para las elecciones generales pese a que los españoles puedan tener la percepción de que estamos en la recta final de la campaña por la intensidad de los mensajes y las polémicas. Y esa es precisamente la baza de Sánchez. Según Moncloa, aún hay tiempo para que los ciudadanos le reconozcan las medidas que está emprendiendo y que ese “escudo social” que tanto reivindican pese más que la batalla fiscal abanderada por el PP. “Va a por todas”, como ya publicó El HuffPost.