Sánchez da jaque a la derecha
El PSOE gana con holgura las elecciones y podrá gobernar sin los independentistas.
Haz que pase, era el lema. Y pasó. Pedro Sánchez ganó con holgura. Hubo bulos, encuestas, propaganda, intoxicación… Al final, la verdad llega siempre con el veredicto de las urnas. Y el resultado arrojó un jaque a la derecha. Más al PP que a nadie, claro. Fin de la partida. El partido de Casado no sumó con Ciudadanos y VOX. El PSOE ganó con claridad las elecciones generales y, además, no necesitará el apoyo de los independentistas. Podría gobernar con apoyos de Podemos y PNV o buscar, que no parece, una alianza con Rivera. La militancia ya le ha enviado el recado, por si acaso: “Con Rivera, no. Con Rivera, no”, clamaba tras conocer el escrutinio.
El miedo a Vox, al populismo, al nacionalismo español llenó las urnas de votos contra el machismo, contra la xenofobia, contra una visión excluyente de España. Pues España, han demostrado las urnas, es distinta. Sigue siéndolo. Porque, a diferencia de otros países, cerró el paso a la derecha radical y dio una incontestable victoria al PSOE, que casi duplica en escaños al segundo partido.
122 diputados y casi 7 millones de votos es, sin duda, un resultado con el que los socialistas ni podían soñar hace tan sólo un año. El mérito es de Sánchez y de una moción de censura que llegó sin que nadie la esperara. Sí, son medio millón de votos menos que los que Rajoy obtuvo en 2016, pero un dato incuestionable para unas siglas que vienen de una travesía del desierto de más de ocho años. No en vano una euforia contenida se desató, con las primeras papeletas ya escrutadas, por cada planta de la sede de los socialistas.
Al “traidor” “felón” “vendepatrias” y “comeniños” -que fue como dibujó la derecha al candidato socialista-, le bastó con una participación histórica, el miedo al neofranquismo y una campaña medida y a la defensiva para sacar al PSOE del agujero negro electoral en el que llevaba instalado desde 2011. La política tiene estas cosas: el mismo Sánchez que hace poco más de dos años salía por la puerta del garaje de la sede socialista después de ser empujado a la dimisión por su propio partido, a punto ha estado ahora de salir a hombros. La sensación es de victoria histórica.
El alma más entusiasta de la dirección federal confió desde primera hora del día en una victoria holgada y en que la última semana de campaña sirviera para disipar el fantasma de Andalucía, cuando el hundimiento del PP quedó compensado con creces por la irrupción triunfal de Vox en el Parlamento andaluz.
“Ha ganado el futuro y ha perdido el pasado”, afirmó un pletórico Sánchez desde el balcón de la sede socialista mientras simpatizantes y afiliados coreaban desde la calle el “ista, ista, ista, España es socialista”. Fue, sin embargo, el “¡No, con Rivera!, el grito más coreado en alusión a una posible alianza entre PSOE y Ciudadanos. “Ha quedado bastante claro, ¿no?”, respondió de inmediato el candidato del PSOE, poco antes de resumir los que serán los objetivos de su próximo gobierno: la justicia social, la concordia para acabar con la confrontación territorial y acabar con la corrupción de la derecha en los últimos siete años.
Uno de los titulares de la jornada es que las izquierdas suman 16 escaños más que las derechas, tras una campaña polarizada y a cara de perro en la que Casado y Rivera dieron alas a la ultraderecha. El primero es un líder ya desahuciado. El segundo tendrá que pensarse mucho detrás de su modesto resultado si seguir abrazado al discurso de la antiEspaña o dar un giro de 180 grados para volver al centro.
Pero a quien realmente se le abrió el suelo bajo los pies fue a Pablo Casado, que hundió al PP hasta el peor resultado de la historia con 65 diputados y a tan sólo ocho de distancia de Ciudadanos. Todo tras una campaña en la que el nuevo PP -más viejo que nunca- normalizó a la ultraderecha, adoptó su discurso e incluso le ofreció una coalición de gobierno. La debacle de los populares no tiene paliativos y podría llevarse por delante el liderazgo de Casado, ya que le será difícil mantener las riendas cuando la mitad del partido esperabas el resultado para cobrarse la factura. Santamaría no esta ya, pero Feijoó podría estar. Atentos.