Samaín o cómo recuperar el Halloween autóctono en Galicia
La comunidad está reviviendo las tradiciones que se celebraban hace décadas, antes de que la fiesta llegara desde Estados Unidos.
Al eterno debate sobre si celebrar Halloween o no, en Galicia se suma otra tradición que ha ido ganando peso en los últimos años: el Samaín. Esta fiesta se conoce popularmente como el Halloween gallego y habitualmente se suelen referir sus orígenes a tiempos de los celtas, aunque en los últimos años se ha demostrado que esto no está del todo claro.
La popularización del Samaín llegó en 1990, cuando un grupo de ciudadanos y profesores de la villa coruñesa de Cedeira decidieron recuperar las tradiciones de la víspera de Difuntos que habían perdurado en Galicia hasta ese momento. El Samaín fue el nombre que le dieron para diferenciarla de la fiesta que llegó de Estados Unidos, que de aquellas apenas se celebraba en España.
“Estaban en una sociedad cultural que se llamaba A Chirlateira y quisieron recuperar tradiciones que se estaban perdiendo y una de ellas era el tallado de calabazas. Nosotros cogíamos calabazas en los campos, las tallábamos, poníamos una vela dentro y jugábamos a asustar. En Cedeira, así como en otros muchos lugares, se conservó como un juego infantil”, cuenta Carlos Labraña, miembro de la Sociedade Amigos do Samaín de Cedeira.
De dónde viene el Samaín
“Samaín simplemente es el nombre gaélico de la fiesta de Difuntos”, señala Xosé Ramón Mariño, profesor titular de la Antropología de Galicia de la Universidad de Santiago de Compostela, ahora jubilado.”Halloween significa víspera de Todos los Santos, que es como se llamaba aquí, lo que pasa que por la influencia de las películas y del prestigio del inglés se acabó usando el nombre de la fiesta en toda Europa, incluida Galicia. La fiesta ya existía aquí, igual que otras, es lo mismo que pasa con Santa Claus. Fueron de Europa a Estados Unidos, y Estados Unidos nos lo devuelve maquillado, con su nombre y más urbanizado, como es lógico en un país como ese y por el medio en el que nos viene, que es la televisión o el cine, pero la fiesta ya existía aquí”, sentencia el antropólogo sobre las fiestas que se celebraban en Galicia antiguamente.
“En el siglo XIX, Irlanda vivió una crisis sanitaria y alimentaria denominada la Gran Hambruna. Muchos irlandeses se vieron en la obligación de emigrar a Estados Unidos. Con ellos se llevaron sus creencias y tradiciones, por lo tanto el Samaín más ancestral se convirtió en el Halloween moderno”, señala África Castañeda, divulgadora de historia y arqueología celtas.
¿Y qué hay de la tradición celta a la que se asocia la fiesta en Galicia? “Los celtas no tienen mucho que ver con esta fiesta, porque las fiestas tradicionales que hay en Galicia son fiestas católicas. En las fiestas tradicionales de Galicia influencias celtas hay pocas, curiosamente en esta de la muerte puede haber un poco más. Recurren a celtas por automatismo, pero en la realidad no es así. Puede haber algo porque la fiesta de Difuntos, muchas de las creencias de difuntos, están registradas por primera vez en Irlanda e Inglaterra”, explica Mariño.
Por su parte, Castañeda explica que el Samaín era una de las festividades paganas más importantes de lo que ahora es Europa. “Tenía lugar durante tres días y era considerada el Año Nuevo Celta, que comenzaba en la estación oscura llamada Samonios y que marcaba el final de las cosechas”, destaca la divulgadora.
El profesor Mariño señala que todas las fiestas que se celebran en Galicia y otras partes de Europa tienen el mismo esquema, la víspera y el día festivo. Es en la víspera donde se concentra la mayoría del “folclore” y la parte más divertida. “San Xoán es el modelo de todas las fiestas católicas. ¿Cuál es el esquema? El día es sagrado y la víspera es la celebración de lo oscuro, del caos, de la brujería… Todas las fiestas tienen ese esquema, se parece al de una romería o antiguamente al Camino de Santiago, donde se caminaba para purificarse, limpiarse y entrar al lugar sagrado puros. En la víspera se ritualiza el mal y nos purificamos para entrar puros al día de fiesta”, revela sobre la influencia católica en este tipo de celebraciones.
En Galicia, la víspera de Todos los Santos se celebraba menos que San Xoán porque el solsticio de verano tenía más importancia, pero existían varios elementos característicos de esta noche. “Evidentemente todo tenía algo que ver con los muertos. Había bromas, trucos, pero al contrario que para ir a pedir caramelos como en las películas americanas era un poco meterse con la gente, hacerle una burla o robarle algo, ese caos relacionado con la muerte”, cuenta el antropólogo.
Las calabazas, típicas de esta época del año, estaban muy presentes. “Lo que se hacía con las calabazas eran calaveras para asustar a la gente por los caminos”, cuenta Mariño que evidencia las diferencias con Estados Unidos, donde se usan a modo de decoración o para recolectar chucherías.
Las castañas, tradición y símbolo
“Hay otro elemento imprescindible de esta fiesta que tiene que ver con los magostos”, cuenta el profesor sobre la importancia de la castaña en Galicia en esta época del año. “Se comían castañas en el souto —el castañal—, se comían castañas en casa y también en los cementerios. Eso fue desapareciendo poco a poco, pero en el siglo XX todavía había sitios en los que se comían castañas en los cementerios y en algunos lugares llevaban las castañas en forma de collares”, añade Mariño.
Estos collares, conocidos como zonchos, se hacían después de cocer las castañas, dejar su piel y coserlas con hilo para colgarlas del cuello. En algunas imágenes de archivos es habitual ver a los niños con los zonchos en los cementerios en la víspera o el propio día de Difuntos. “Se trataba de comer las castañas y mostrarlas, especialmente en el cementerio, y cuando se comían en el souto o en las casas se dejaban castañas para los difuntos ¿Por qué? Porque la castaña viene del castaño, que es el árbol más longevo en nuestro país, es milenario, representaba la inmortalidad. Por eso se comían castañas, para representar que la gente creía que los muertos en la otra vida seguían vivos”, revela el antropólogo.
Para Mariño es positivo que se intenten recuperar estas tradiciones, aunque no entiende “por qué rayos le llaman Samaín”. “Víspera de Todos los Santos no parece muy comercial”, bromea. “Las cosas se recuperan en la apariencia exterior y eso está bien. Hoy mucha gente no es creyente por lo que no tendría mucho sentido darle la interpretación que le daban antes, pero recuperar la castaña a secas pues sí, es igual que la Navidad, la seguimos celebrando pero mucha gente ya no cree que Cristo haya nacido ese día. Las vamos adaptando al tipo de sociedad que somos”, señala el profesor, que cree que es una buena forma de conservar “nuestro patrimonio y recuperar lo autóctono”.
La recuperación de la fiesta en Galicia
La ‘culpa’ que el Samaín se haya popularizado la tienen el grupo de profesores que formaban parte de la sociedad cultural A Chirlateira en Cedeira. Ellos recuperaron la fiest hace 32 años, en 1990, y ahora la Sociedade Amigos do Samaín les toma el testigo organizando actividades especialmente dedicadas a los más pequeños cada año.
“Nosotros cuando éramos pequeños cogíamos calabazas en los campos, las tallábamos, poníamos una vela dentro y jugábamos a asustar. En Cedeira, así como en otros muchos lugares, se conservó como un juego infantil. Entonces en aquel año —1990— decidieron hacer un obradoiro, ni era una fiesta, y la cuestión es que a partir del año siguiente se hizo más grande y ya se convirtió en una fiesta y la verdad es que tuvo muchísima repercusión a nivel primero de la comarca y luego ya de toda Galicia. En dos o tres años corrió como la pólvora”, rememora Carlos Labraña, miembro de Amigos do Samaín, sobre los inicios de la fiesta hace tres décadas.
¿Por qué tanto éxito? “Creo que porque la gente, sobre todo en lugares pequeños se acordaba de cuando tallaban calabazas, por ejemplo. No era ajeno a ellos y en aquel momento el Halloween no había entrado aún, estaba en los inicios”, opina Labraña.
Cuando el primer grupo decidió recuperar la fiesta, se preocuparon de “contactar con investigadores, estudiosos y antropólogos que explicasen cúal era el origen de esta costumbre”. “Esta tradición, que sabemos que hay en otras civilizaciones agrarias porque llegaba el invierno, todo moría y luego revivía. Entonces los mundos de los muertos y de los vivos se juntaban. En aquel momento se hablaba de los celtas, del terror y de poner las calaveras para asustar. Hoy en día parece que está claro que esta es una fiesta de reencuentro, una fiesta que la religión pervirtió como con otras tradiciones paganas”, explica Labraña, que insiste en que la tradición en Galicia no tiene que ver con asustar. “No todo es de miedo, es un reencuentro con nuestros muertos, con nuestros antepasados y así lo hay que celebrar”, señala.
Para intentar preservar el “juego infantil” de las costumbres tradicionales, en el municipio coruñés dirigen siempre la fiesta a los más pequeños, con actividades como obradoiros —talleres— de calabazas y de zonchos. El colofón final lo pone un pasarrúas, “una procesión con las calabazas encendidas por la zona vieja de Cedeira”.
“Es impresionante, pasan los años y cada vez hay más gente. Halloween entró muy fuerte y había que hacer un poco esa diferenciación entre nuestra fiesta y esa, que el origen es el mismo, en Irlanda, pero en Estados Unidos se pervirtió. A mi entender mezclaron fiestas”, bromea. “Halloween llegó de manera muy comercial y los primeros años hubo que hacer mucha pedagogía, decirle a la gente que esto era nuestra fiesta, que ya existía aquí, no la habíamos copiado. Sobre todo desde las ciudades, que no se había conservado, lo veían como algo ajeno, pero ahora ya está asumido”, explica Labraña sobre la recuperación de lo que ahora se conoce como Samaín.
A pesar de que en Galicia se ha extendido llamar a la víspera de Difuntos Samaín, algunas celebraciones tienen más de Halloween que de las tradiciones autóctonas. “Las fiestas por la noche esas sí que son Halloween, las infantiles aún mantienen”, señala Labraña, que explica que prefiere que la gente no se disfrace durante estas celebraciones, pero que no van a prohibírselo a ningún niño si le apetece.
“El objetivo es que la gente sepa que es nuestro y que pervivió hasta el otro día, porque yo tengo 52 años y tallaba calabazas cuando era pequeño con mis amigos y mi madre. Eso fue hace cuarenta años, no hace tanto”, insiste Labraña, que recuerda perfectamente el momento en el que se dio cuenta de que parte de esa tradición también existía al otro lado del Atlántico. “Fue viendo ET. Cuando la vi dije, ‘ah, pero están con calabazas y están disfrazados, ¿qué es eso?’. No lo entendía muy bien. Lo de las calabazas no me llamaba la atención pero lo del disfraz sí, porque ya no se disfrazan de terror se disfrazan de cualquier cosa”, bromea sobre ese momento. Varias décadas después, el Samaín está más vivo que nunca.